Se convirtió en la niña más joven en la historia de Chile y Latinoamérica en recibir un trasplante de corazón artificial, cuando tenía sólo seis años. La intervención en Monserrat Sarmiento se realizó cinco meses después de encontrarse esperando un donante, para poder dejar atrás su miocardia dilatada: una grave enfermedad congénita que debilita a su corazón y dilata las cavidades del órgano.
Aunque la medida no fue una solución definitiva. La misión de su corazón artificial es entregarle más tiempo mientras sigue a la espera de un órgano real, pero seis meses después de su operación, la pequeña “Monse” sigue aguantando. En total, ya van trece meses siendo prioridad nacional.
Y durante el último tiempo su estado de salud ha ido empeorando. Algo similar a lo que vivió durante febrero y marzo, cuando una serie de complicaciones la obligaron a internarse en la UCI pediátrica del Hospital Clínico de la Red de Salud UC Christus. Sin embargo, no todo fue tan malo, porque al menos ahí tuvo la oportunidad de entablar una amistad con León Smith, el pequeño de cuatro años que murió a fines de abril de este año a la espera de un trasplante de corazón.
En una entrevista para El Mercurio, el padre de Monserrat, Guillermo Sarmiento, relata que los dos se hicieron amigos debido a que sus camas quedaban en frente. “Conversaban, se prestaban juguetes; la Monse lo hacía reír porque ella es una niña muy alegre” comentó.
La relación que forjaron fue tal, que incluso después de la muerte de León, la mamá de Monserrat asistió al funeral del pequeño. En esa oportunidad, tras ser entrevistada, lamentó que Chile “en este tema (de las donaciones de órganos), es muy egoísta”.
Eso sí, Monserrat aún no se entera de la muerte de León. Su papá comentó en El Mercurio que no le han querido decir todavía, “porque puede ser muy fuerte para ella en este momento, así que la hemos mantenido lejos de las noticias”.
En la página de UncorazónparaMonse.cl se realiza un seguimiento de la situación de Monserrat, en donde también se usa la plataforma para concientizar acerca del tema de la donación de órganos y la importancia de hablarlo en familia. Ahí, sus padres también hacen un llamado a pensar con la mano en el corazón sobre lo que podría ser estar en ambos lados de la moneda. “Si te declaras no donante de órganos, ¿también te declararías no receptor de órganos en caso de que necesitaras un trasplante?”, se cuestionan los papás de Monserrat en su página de Facebook.
Y toda esta historia viene a sacar a la luz un enorme problema en el sistema de salud: la baja cantidad de donantes de órganos en el país, sobre todo cuando se trata de menores. De hecho, el año pasado llegamos a un récord de baja tasa de donación en general.
Según cifras del Ministerio de Salud, hasta el momento hay alrededor de 1.850 personas en lista de espera para conseguir un órgano. De ellas, el 10% son niños. Lamentablemente, la probabilidad de conseguir un órgano para menores es mucho más baja. Tanto así, que generalmente en los casos de adolescentes que requieren de un trasplante de corazón, ellos terminan recibiendo órganos de adultos pequeños.
Y esto en parte se debe a que se necesita que los órganos donados provengan de un niño que haya sufrido una muerte encefálica. Algo que de por sí no es tan común, pero que lo es aún menos en los rangos de menor edad. La otra causa se debe a la gran cantidad de mitos que existen en torno a este tema (algo sobre lo que escribimos hace un tiempo atrás).
Primero que todo, hay que saber que existen dos tipos de donaciones de órganos: la del donante vivo y la del que dona después de su fallecimiento. En el caso de los primeros, estos deben ser mayores de 18 años, el destinatario debe ser un cónyuge, pariente directo o alguien cercano con quien conviva. En este escenario, sólo se pueden trasplantar: riñón, pulmón, hígado, intestino y páncreas.
En cuanto a quienes son donantes después de fallecer, estos tienen que haber muerto por un daño cerebral severo (muerte cerebral) o paro cardio-respiratorio. Eso sí, según el Instituto de Salud Pública (ISP), sólo del 2% de los fallecidos del país cumple con los criterios de muerte encefálica. Y tiene que ver también con que los fallecimientos tienen que producirse en un contexto que permita que los órganos sigan funcionando (como cuando se está hospitalizado). En otras palabras: el mito de que si tienes un accidente no te van a ayudar para poder usar tus órganos, no tiene ni pies de ni cabezas ¿ok?.
En los casos de muerte cerebral se pueden donar: corazón, pulmones, hígado, páncreas, riñones, intestino, córneas, huesos y piel. Cuando se trata de muerte por paro cardio-respiratorio, la legislación sólo permite la extracción de córneas.
Además, el proceso es anónimo. Está prohibida la entrega de información que permita identificar al donante de órganos, por lo que los receptores nunca podrán saber –en teoría- de quién proviene la donación.
Respecto a la distribución de los órganos, estos responden a las prioridades que contemple la lista nacional que se encuentra a cargo del ISP. El principal criterio es la gravedad del paciente: se priorizará a quien se encuentre en mayor riesgo de perder la vida en caso de no recibir un órgano cuanto antes. El segundo criterio es el tiempo que una persona haya estado esperando por dicho órgano.
Básicamente, creando conciencia, compartiendo esta historia y asegurándote de que tu familia conozca y respete tu decisión de ser donante de órganos.
Si tú o tus conocidos tienen más dudas o miedos sobre el tema, te invitamos a leer y compartir nuestro artículo sobre los mitos de la donación de órganos, y si quisieras saber qué políticas públicas deberíamos impulsar para mejorar la donación a nivel nacional, mira el caso de España, que lidera la lista de generosidad.