“Soy parte de la resistencia dentro de la administración Trump”, es el título de una columna anónima publicada el 5 de septiembre por el New York Times (NYT). La columna fue escrita por un alto funcionario o funcionaria del gobierno estadounidense, quien se mantiene anónimo para no poner en peligro su trabajo ni su vida, explican en el diario.
En ella, el autor ejemplifica sobre la manera de administrar del presidente, vista desde sus ojos: “La raíz del problema es la amoralidad del presidente. Cualquiera que trabaje con él sabe que no está amarrado a ningún principio que guíe su toma de decisiones”, dice. Además, afirma que existe dentro de la Casa Blanca un grupo de personas que protege a las instituciones democráticas de los “impulsos más equivocados” de quien está a cargo del gobierno.
Expresar este tipo de argumentos y opiniones públicamente, puede generar una ola de repercusiones. El NYT justificó su decisión diciendo que es fundamental que la ciudadanía sepa sobre los hechos expuestos, pero que debía ser publicado como anónimo para proteger a la fuente. Y acá es donde entran los análisis: ¿vale la pena informar sobre algo considerado trascendental por el medio en cuestión, cuando la fuente exige permanecer anónima?
Y no es la única opinión de este tipo. De hecho, hoy se publica un libro enfocado en la especial forma de gobernar del presidente, llamado Miedo: Trump en la Casa Blanca. El autor, Bob Woodward, periodista de investigación que ayudó a sacar a la luz el caso de Watergate (trabajo por el que ganó un Pulitzer en 1973 al ser publicado en The Washington Post), se basó en “cientos de horas de entrevistas con fuentes de primera mano, notas de reuniones, archivos, documentos y diarios personales”, dicen los críticos.
¿Sabes en qué consistió el escándalo Watergate?
Este controversial ambiente ha llevado a que durante la última semana se debata la legitimidad de la columna anónima, lo que de seguro ocurrirá también con el libro, que ya ha generado críticas, haciendo florecer la ira del presidente estadounidense.
The Woodward book is a Joke - just another assault against me, in a barrage of assaults, using now disproven unnamed and anonymous sources. Many have already come forward to say the quotes by them, like the book, are fiction. Dems can’t stand losing. I’ll write the real book!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 10 de septiembre de 2018
En la mañana del lunes 10 de septiembre twitteó: “El libro de Woodward es un chiste, es solo otro ataque en mi contra, en un aluvión de ataques, usando fuentes sin procedencia, sin nombre y anónimas. Muchos ya han dicho que las citas de ellos, como el libro, son ficción. Los demócratas no soportan perder. ¡Escribiré el verdadero libro!”.
El verdadero manejo de estas fuentes se conocerá una vez publicado el esperado libro, el que fue motivo de una conversación telefónica entre el mismo Woodward y Donald Trump. En su diálogo del 14 de agosto, hablaron principalmente sobre que el periodista trató de contactarse con él mientras escribía el libro, sin éxito, explicándole un poco también sobre su metodología. “Hablé con gente y los fui a ver a la Casa Blanca y fuera de sus oficinas, obtuve mucha información y documentación. Y es, ya sabe, una mirada dura al mundo, a su administración y a usted”, le dijo Woodward.
Se cree que la columna anónima del NYT muestra en parte lo que será el libro, una crítica a la forma de gobernar del presidente y una ejemplificación de esta “resistencia” que existe en la administración. “El dilema, que no comprende del todo (Trump), es que muchos de los altos funcionarios de su propia administración están trabajando desde adentro para cambiar partes de su agenda y sus peores inclinaciones”, dice el aún incógnito personaje, quien agrega que él sabe porque es uno de ellos.
Aclara que le gustaría que la administración tuviera éxito: “pero creemos que nuestro primer deber es con este país, y el presidente continúa actuando de manera perjudicial para la salud de nuestra república”.
El mismo NYT aclara en su columna que estuvieron dispuestos a hacer algo que raramente hacen, para que esta información saliera a la luz. Una de las consecuencias que generó la publicación, fue el comienzo de una búsqueda de la fuente en cuestión al interior de la Casa Blanca, bajo órdenes de Donald Trump.
Es muy difícil determinar si estuvo bien o mal publicar, y por lo mismo surgieron millones de opiniones al respecto, incluyendo autoridades, medios, profesores y comunes mortales.
Muchos llamaron a esta persona de cobarde por opinar públicamente como fuente anónima, uno de ellos fue Melania Trump. “Si una persona es lo suficientemente valiente como para acusar a la gente de acciones negativas, tienen la responsabilidad de defender públicamente sus palabras y las personas tienen derecho a ser capaces de defenderse. Para el escritor del artículo de opinión: no estás protegiendo a este país, lo estás saboteando con tus acciones cobardes”, dijo la primera dama.
Por el otro lado, el analista político y colaborador de CNN, Jorge Dávila Miguel, explicó que él también lo habría publicado, debido a la situación excepcional que hay en el país.
De la misma manera, el periodista de investigación de Ciper, Alberto Arellano señaló a El Definido que la decisión de publicar es completamente legítima. “Se decidió publicar esa carta por el valor de la información que está ahí y uno entiende, por la importancia del NYT, que el medio se cercioró completamente de saber quién era la fuente y certificar que era un alto funcionario de gobierno. Bajo esa perspectiva, me parece que la publicación es razonable”, aclaró. También cree que con esto se abre un debate: “Me parece que es un procedimiento periodístico poco ortodoxo, pero que en algunos casos se justifica. A mí me parece legítimo y a la vez entiendo por qué se está discutiendo”, agrega.
Sin embargo, la profesora de ética de la UC y miembro del Consejo de Ética de los Medios en Chile, María Elena Gronemeyer considera que habían mejores procedimientos para publicar esta información, según nos comentó. “Yo creo que si a ellos les parecía que era importante hacer público lo que decía esta persona, tendrían que haber hecho un tratamiento periodístico, procurando verificar las cosas que esta persona dice, las cosas factuales. Porque si dice que la raíz del problema es la falta de moral del presidente, eso me lo tienen que mostrar con hechos específicos. Por lo que creo que eso ameritaba una investigación periodística seria”, dice la experta.
El escándalo de Watergate es conocido como uno de los golpes más fuertes que ha dado el periodismo de investigación, que según Alberto Arellano: “es la herramienta principal que tenemos los periodistas y también los ciudadanos para poder proteger, defender, fortalecer la democracia y hacer más transparente el sistema”.
Se podría decir que Woodward y Bernstein salvaron a Estados Unidos de una crisis institucional aún mayor de la que el país se vio enfrentado después. Esto no habría sido posible sin su investigación rigurosa. Justamente, según el investigador de Ciper, ese es el valor del periodismo de investigación. “Poder contribuir o fortalecer la democracia al tener una supervigilancia respecto a los poderes políticos y económicos de un país determinado. Esa vigilancia es necesaria para que haya transparencia”, dijo.
El descubrimiento del escándalo de Watergate también fue posible, en parte, por su fuente anónima. Aunque la discusión de hoy no es en torno a si pueden o no usarse este tipo de fuentes, sino que si es que se justificó utilizarla en la columna publicada por el NYT. Y ahora con la publicación del esperado nuevo libro de Bob Woodward, también entra al debate el tema de hasta dónde llega la frontera de la libertad de expresión.
Muchos creen que con Donald Trump se pisa terreno peligroso. La profesora de ética de la UC, por ejemplo, considera que hoy en día hay que ser especialmente riguroso con la investigación y toda publicación que hagan los medios. “Aquí no se está acusando a cualquier persona, sino a una persona con un perfil muy específico y muy atípico. Por lo que amerita tener más cuidado aún, hay que ponderar y explicar las consecuencias que tenía la decisión de publicar esto, sabiendo que ahora Trump va a poder ser más crítico todavía. Es importante analizar si el daño es proporcionado al momento de ofrecer este espacio de comunicación anónima, porque podría ser sumamente riesgoso”, nos comentó.
¿Y en qué se refleja ese peligro?
“Peligro por cómo puede atacar a los medios, peligro por cómo está pidiendo que se cambien las leyes, que se prohíba la difamación de los políticos y todo este tipo de cosas que terminan amenazando a la libertad de expresión y el derecho a la información. Especialmente cuando se trata de una persona que está en un cargo de mando y que podría motivar a que otras personas empiecen a decir que se controlen los medios de comunicación, lo que sería un riesgo para todo el periodismo”, explicó la académica. Por lo que cabe preguntarnos, ¿quién debiese tener más miedo, los medios o Trump?
Expertos de otros medios también creen lo mismo. The Atlantic consideró que la columna anónima fue un golpe cobarde dentro de la administración, y que este podría aumentar la paranoia de Trump y poner en peligro la seguridad del país.
“La presidencia de Trump se encuentra a prueba de una manera en la que ningún presidente estadounidense moderno ha estado”, dice la fuente anónima en la columna del NYT. Sabemos que la razón de por qué está a prueba no surge en esta columna, pero sí que la prensa ha tenido un rol importantísimo en la percepción ciudadana (nacional e internacional) sobre la administración Trump, desde que fue elegido hasta hoy. Hay quienes creen que esta percepción ha potenciado la figura del actual presidente de EEUU, otros que la ha perjudicado. Lo que es real, es que hoy Trump está en la mira de los medios del mundo.