Un viejo tango que canta “Corrientes 348, segundo piso ascensor”, es el motivo para que varios turistas decidan visitar la tradicional, bulliciosa y comercial calle de la capital argentina y descubrir qué tiene de especial esa dirección millones de veces cantada.
De nuestra capital existen canciones que cantan algunos de sus lugares emblemáticos, como la Quinta Normal, Matucana, el Cerro Santa Lucía, pero no tengo recuerdo de haber escuchado alguna dirección exacta en algún tema de nuestro folclore. Sin embargo, lo que sí escucho —y mucho Lucho- es una dirección que después de visitarla dan ganas de hacerle un tango, bachata, cueca y hasta incluirla en una poesía. Esta es José Ramón 277, así nomás.
Esta dirección es el nombre de una sanguchería y chopería ubicada en una de las calles más hermosas, según yo, que tiene el hoy cultural y turístico barrio de Lastarria, y me atrevería a decirlo, de nuestra capital. Con ustedes la calle José Ramón Gutiérrez.
Esta angosta calle tiene mucho de magia por diferentes elementos que hoy no vienen al caso, pero que después de mi visita a esta acogedora sanguchería, se vuelve un “imperdible” de la ciudad y sus recorridos.
La fama de José Ramón 277 va creciendo y esto se observa con solo llegar al lugar. Ya hasta es característico ver a personas esperando la llamada de los anfitriones a las afueras del local, para tomar una de las mesas recién desocupadas.
Al ingresar, se respira la buena vibra de los felices comensales, porque no hay donde perderse con la carta y los platos —o pequeñas fuentes- que se ven en las mesas. La carta es precisa y salta la chilenidad de sus propuestas. En sus paredes, de forma bastante práctica, se ven las variedades de cervezas que ofrecen. Buenas y para diferentes gustos.
Sin más, les dejo tres opciones de sánguches y cervezas para que las combinen como quieran.
El clásico churrasco Italiano:
Esta opción se guió por el amor a un clásico, que particularmente me ayuda a distinguir la calidad de una sanguchería chilena. Podría ser un típico churrasco, o hacer de este un monumento para ponerlo en la entrada del local, como sucedió en este caso. La bandeja que contenía mi sándwich en pan marraqueta a medio cerrar, tenía una buena cuota de cada ingrediente y la generosidad hecha palta y mayonesa. Todo bien. Ojo piojo, que todos los sándwiches tienen la opción para elegir en marraqueta, frica o molde.
El cuasi clásico, sándwich de pescado frito:
Conocido en las picadas de la costa como el churrasco marino, en el José Ramón 277 se está convirtiendo en uno de los preferidos, destacando esa cuota de frescura que le da la lechuga, la ensalada chilena y esa “mayonesita al ajo” que envuelve todos los sabores y te hace aplaudir con los pies. Recomiendo comer esta joyita del pacífico con pan marraqueta para complementar lo crujiente del pescado. Si vas con pareja, te recomiendo elegir otro. ¡Hazme caso!
Sándwich de lengua:
Obvio que da que hablar, más aún si eres de los que te gusta descubrir nuevos sabores. Y aunque pensemos lo contrario, este sándwich va sumando adeptos que engrosan las filas de los fieles y avezados amantes del pan con lengua. Ellos lo prefieren en gran porcentaje con marraqueta, porque absorbe el sabor de la cebolla caramelizada. Junto al queso de cabra, una sutil salsa tártara y un fresco tomate, completan un sándwich que se está volviendo referente para este local.
El precio promedio de los sándwiches es de 7.000 pesos. Bien pagados. Y usando una frase para este particular, son de los lugares donde te vas pensando en lo que comiste y no en lo que pagaste.
Ir a una cervecería es algo muy agradable de por sí, pero José Ramón —hola, mucho gusto- tiene la particularidad de tener una variante dinámica que hace entretenido ir a visitarlo cada cierto tiempo. Este local trabaja con ocho de las mejores pequeñas cervecerías artesanales de Chile, que ponen a su disposición lo mejor de cada temporada y producción, haciendo que estas pizarras de las paredes vayan informando, cual pantalla de aeropuerto, el arribo de la siguiente elección. También están las “Ramonas”, las fijas, las cervezas que están allí por ser las favoritas.
Ramona – American Amber Ale (5,3° – IBU 30):
En cuanto a las cervezas, me fui por el típico Chop de 500cc de la primera Ramona que vi pasar. Olha, que coisa mais linda. Un toque dulzón en un principio y ese amargor rico al final, con opción de repetir el ritual una y otra vez si eres de los que te gustan las Amber Ale. Buena, buena.
Kross – Pils (5,1° - IBU 30):
Las Kross no tienen por dónde fallarte, y si la Ramona tiene ese dulce balanceo de sabores, esta nos mantiene con el paladar equilibrado y en un mismo tono, para disfrutar de su aroma por más tiempo del estimado en nuestra boca.
Ramona – Session IPA (4,5° - IBU 40):
Ahora, si eres de los que gusta de sesiones con cantidades pequeñas, para mantener la temperatura ideal e ir saboreando cada cuota de esta bendita bebida, la Ramona Session IPA es una buena opción. Una cerveza suave y combinable con un buen picoteo compartido, de los que también habitan en la carta.
Ya saben. “José Ramón 277, segundo piso ascensor…”, para los que conocen el famoso tango. No hay cómo perderse.