samurái, japón, asia, historia, mitos, guerra, cine
Imagen: Felipe Lira

Una historia de tierra y arroz: los samuráis eran mucho más que guerreros sangrientos

En sus armaduras impenetrables y siempre con una katana a mano, estos guerreros japoneses han inspirado un sinnúmero de libros, películas y mangas. ¿Qué tanto coinciden estos personajes con los samuráis reales?

Por Francisco J. Lastra @efejotaele | 2019-01-28 | 11:00
Tags | samurái, japón, asia, historia, mitos, guerra, cine
“A pesar de todo el romanticismo sobre los samurái, en verdad, su historia se trata de quiénes poseían la mayor parte de las tierras de cultivo. Esto hace que la historia del samurái sea una historia de la tierra y del arroz” (Antony Cummins, historiador).
Relacionadas

No sé si se habrán dado cuenta, pero aquí en El Definido nos encanta hablar de buenas noticias… y de Japón. En serio, échenle una revisada, porque hemos publicado en extensión sobre este pequeño pero cautivante país.

Es así como, ad-hoc a la niponofilia del diario, aquí nos explayaremos sobre esta famosa clase guerrera presente en incontables novelas, películas y mangas. ¿Qué calza y qué no entre la imagen pop de los samuráis y los reales?

El origen de los samuráis

Como se imaginarán, no es que un día un grupo de japoneses se levantó y dijo: “Oigan, ¿por qué no nos compramos unas katanas brígidas y conquistamos Japón?”. No señor, el surgimiento de esta clase guerrera y su consolidación está íntimamente ligada a la historia de la isla asiática y comienza mucho antes de su periodo de gloria.

Es finales del siglo VIII y el emperador Kammu, de la dinastía Yamato —la misma que hoy constituye la mayormente simbólica monarquía japonesa- fija Kioto como su capital luego de muchos traslados. Sin embargo, el emperador no se inmiscuye mucho en las provincias, dejando chipe libre a los clanes locales, varios de ellos parientes o servidores de la familia Yamato, que comienzan a fortalecerse.

En estos tiempos aún pululan por la isla grupos de “bárbaros” que constituyen un dolor de cabeza para el emperador. Previo a este periodo, Japón aplicaba el modelo chino de servicio militar aleatorio entre servidores hombres, pero estos inexpertos soldados-campesinos no eran realmente muy efectivos.

Es así como una clase guerrera comienza a surgir de tres distintas fuentes, señalan los historiadores Curtis Andressen y Milton Osborne, autores de A Short History of Japan: From Samurai to Sony. Primero están los guardias urbanos,que protegen a la familia imperial y a la aristocracia; luego los kondei, algo así como guardias fronterizos que, por orden imperial, son reclutados entre los hijos de los jefes locales; por último, están los guardias de los clanes provinciales, que son reclutados por estos para defenderse tanto de los bárbaros como de otros clanes e incluso de fuerzas imperiales, cuando meten mucho la cuchara.

El término samurái (“el que sirve”), sin embargo, recién surge en el siglo X. “Al principio se refería a los hombres que iban a la capital para proporcionar servicios de guardia, pero con el tiempo comenzó a aludir a militares que servían a cualquier terrateniente poderoso”, escribe Stephen Turnbull, especialista en historia de Japón, en su libro Samurai: The World of the Warrior.

Pero pronto la caracterización militar de los samuráis se queda corta. Gracias a su importancia, comienzan a acumular tierras, riquezas y lazos con la corte, hasta que la familia imperial tiene poco y nada que hacer frente al poder de estos clanes provinciales muy militarizados.

Desde el siglo XI al XIV, se considera la era clásica del samurái, periodo que también coincide con el Japón feudal, donde el emperador queda reducido a un adorno de pared y el poder real es ostentado por los clanes y sus ejércitos de leales samuráis. La máxima expresión es el “shogunato”, una dictadura militar con una de estas familias a la cabeza, una forma de dominio político y militar que se extenderá mucho más allá de este periodo, pasando la batuta nuevamente al poder imperial casi mil años después, en 1868.

Ahora que cubrimos su origen, contestemos algunas preguntas.

¿Eran los samuráis solo brígidos guerreros?

La cultura pop nos muestra a los samuráis casi siempre en el contexto de la guerra, porque obvio, ¿a quién no le gusta ver a un loco armado hasta las orejas piteándose a todos con una katana?

Es cierto que los samuráis surgieron como una especie de guardia privada de los grandes terratenientes de Japón, pero algunos de ellos, los más privilegiados, lograban escalar hasta el título de daimio, los señores feudales de Japón que controlaban grandes extensiones de tierra, gestionaban la producción de alimentos y el pago de impuestos al shogunato de turno. Los samuráis leales a un daimio también podían obtener como recompensa sus propios pequeños territorios.

Al respecto, Antony Cummins, autor de Samurai and Ninja, señala: “A pesar de todo el romanticismo sobre los samurái, en verdad, su historia se trata de quiénes poseían la mayor parte de las tierras de cultivo. Esto hace que la historia del samurái sea una historia de la tierra y del arroz”.

Sin embargo, ser samurái significaba lograr un dominio completo de las artes de guerra, por lo que, en el contexto de una batalla, eran considerados efectivamente tropas de élite (no las únicas, por cierto, los monjes guerreros o sōhei también caben en esta categoría), por sobre los ashigaru, que era la infantería, muchas veces mercenaria.

¿Eran los samuráis lo top de lo top?

Ser un samurái era definitivamente un privilegio, dado que se ubicaban sobre todos los estratos sociales de Japón, salvo por la familia real y la casta religiosa, que no eran ni considerados elementos terrenales.

Pero había samuráis y samuráis. Cummins equipara su rango con el de un oficial militar: “Algunos son de alto rango y manejan complejos militares con cientos de otros oficiales como subordinados. Otros son oficiales subalternos y tienen un pie en la clase baja. Sin embargo, de ninguna manera deben ser considerados pobres según estándares actuales”.

Pese a su estatus de elite, tanto en la sociedad como en el campo de batalla, el acceso a la clase samurái no fue restringido, salvo en el periodo Edo (1603-1868) ya en su ocaso.

De hecho, distintas fuentes censan a la población samurái en su periodo de gloria entre un 5% a un 10% de la población total, algo absurdo en nuestros días: el ejército estadounidense, el más grande del mundo, constituye el 0,4% de su población total.

Los samuráis proliferaban porque eran simplemente una necesidad de su época. Una sociedad en permanente guerra exigía que un gran grueso de la población se militarizara en distintos grados. El campesino que tomaba las armas un día, legaba a sus vástagos un cierto pedigrí militar que podía, perfectamente, terminar en una ramificación genealógica de ashigarus y samuráis.

Un ejemplo de la increíble movilidad social en el periodo del Japón feudal, es el caso de Toyotomi Hideyoshi, quien siendo proveniente de padres de campesinos (su padre habría sido un ashigaru) trepó en la jerarquía hasta ponerse a la cabeza del imperio, en 1585. Curiosamente, fue él quien limitó la posesión de armas solo a la clase samurái, restringiendo así a los campesinos.

¿Estaban obsesionados con la gloria?

Aunque los samuráis eran guerreros confiables que lo daban todo en el campo de batalla, sus motivaciones eran más bien individualistas, ya que la gloria personal y la de su linaje era su principal objetivo.

Turnbull menciona, por ejemplo, que en el duelo entre samuráis era parte del protocolo que cada guerrero nombrara a sus ancestros y las grandes proezas que habían logrado antes de intercambiar golpes. Como se imaginarán, era común que con el paso de las generaciones las proezas se comenzarán a exagerar un poquito.

Un ejemplo de esto es la historia del joven samurái Kamakura Kagemasa, de solo 16 años. En una batalla, Kagemasa recibió una flecha que atravesó su ojo derecho. De alguna forma, el joven se las arregló para romper la flecha, sacar una propia y matar a su atacante. En un momento de momentánea calma, un camarada se ofreció para sacar la otra mitad de la flecha de su ojo, señalándole que tendría que pisar su cabeza para poder hacerlo. Kagemasa se ofendió tanto por la idea de que alguien pisara su rostro, el de un samurái, que atacó a su colega con la espada. Al final se las arreglaron para quitar el resto de flecha desde una posición un poco más respetable, de rodillas.

Pocas generaciones después, Kagemasa sería mencionado por sus descendientes como aquel que recibió una flecha en el ojo y que, con esa misma flecha, mató a su enemigo. Como si el hecho de sobrevivir a un flechazo en la cara no fuese suficiente.

Posteriormente, la recitación de linaje se cambió por la forma escrita en banderas y estandartes.

¿Y eran honorables o “caballerosos”?

Quizá les suena el bushido (“camino del guerrero”), el conjunto de códigos de honor e ideales que debía guiar la vida del samurái y una de las razones, al parecer, por las que Tom Cruise quiso aparecer en El último samurái. Bueno, el bushido aparece en la última etapa histórica del samurái y, según algunos historiadores,habría sido influenciado por los conceptos éticos y morales de Occidente.

La historia de los samuráis no está exenta de traiciones y engaños, de hecho, era parte del entrenamiento de un samurái el preverlas en su entorno. “La deslealtad entre los samuráis medievales no siempre se consideró moralmente deplorable, ni tampoco se la consideró divergente a la conducta ‘normal’ de los samurái”, escribe el investigador Joshua Archer.

En un extenso análisis, Archer concluye que “una innegable desconfianza impregnaba las relaciones sociales y políticas entre samuráis”. El cambio de bandos podía ser una movida estratégica con grandes ganancias sociales y políticas para un samurái, de efectuarse con el timing correcto.

Tampoco nos podemos olvidar el tsujigiri o "corte en la encrucijada", una práctica samurái que consistía en matar a un transeúnte desprevenido con el objetivo de, no es broma, probar una nueva espada o técnica de lucha.

¿Peleaban siempre a pie con la katana?

El samurái surge como un arquero a caballo y, de hecho, la típica armadura que uno les asocia, llamada ō-yoroi, está diseñada para el combate montado. Con el paso del tiempo, sin embargo, las tácticas militares evolucionaron y los samuráis comenzaron a afincarse más en el combate a pie, usando espadas, cuchillos, lanzas, cañones e incluso sus propios puños.

En términos tácticos, usar la katana como arma principal no era una buena idea, sobre todo considerando que las batallas comenzaban con el uso del arco y luego la lanza.

La katana no era el arma que definía a un samurái, señala Cummins. Recordemos que, hasta el final de la era clásica de estos guerreros, cualquier Perico de los Palotes podía portar armas. La importancia simbólica de la espada surgió posteriormente, a finales del siglo XVI. Turnbull coincide, agregando que las katanas podían ser también de una calidad bastante charcha, y que en combate se rompían y se atascaban en el enemigo con frecuencia.

El despliegue militar samurái tampoco se limitó siempre a la tierra. Si bien los samuráis tenían suficientes dramas dentro de la isla como para buscarse problemas en alta mar, algunas de las victorias más épicas de la era samurái, como la victoria sobre los invasores mongoles, se lograron a bordo de barcos.

¿Y se suicidaban haciendo el harakiri?

El término preferido es seppuku, “corte de vientre”, aunque popularmente hoy se le conoce como harakiri. Esta fue la forma modelo de suicidio entre los samuráis. “En el mundo del guerrero, el seppuku fue un acto de valentía que era admirable en un samurái que sabía que estaba derrotado, deshonrado o mortalmente herido. Significaba que podía terminar sus días con sus transgresiones borradas y con su reputación no simplemente intacta sino incluso realzada”, escribe Turnbull. Cabe añadir que es en el abdomen donde se creía que residía el alma.

Hacer un seppuku, sin embargo, no era siempre posible. Así es como los samuráis, dependiendo del escenario donde se encontraban, se mataban con lo que hubiera a mano. Turnbull menciona el caso de Imai Kanehira, un samurái de finales del siglo XII que, al verse rodeado de enemigos en el campo de batalla, se tiró de cabeza desde su caballo… con su espada entre los dientes.

Las razones para cometer suicido variaban, señala el historiador. En ocasiones era para evitar ser capturado, pero también podía ser un “suicidio expiatorio”. Según una leyenda, el samurái Togo Shigechika no pudo capturar un castillo y eligió enterrarse vivo, totalmente armado y montado en su caballo, mirando en dirección al maldito castillo que no logró conquistar.

¿Qué otro grupo histórico o personaje te gustaría que desmitificáramos? 

¿CÓMO TE DEJÓ ESTE ARTÍCULO?
Feliz
Sorprendido
Meh...
Mal
Molesto
Comentarios
Ed Braik | 2019-01-28 | 22:09
0
The jew fears the samurai
responder
denunciar
apoyar
* Debes estar inscrito y loggeado para participar.
© 2013 El Definido: Se prohíbe expresamente la reproducción o copia de los contenidos de este sitio sin el expreso consentimiento de nuestro representante legal.