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Imagen: César Mejías

4 razones por las que el pianista chileno Vicente Bianchi será recordado por siempre

Producto de una neumonía y a la avanzada edad de 98 años, falleció el pasado lunes el legendario músico chileno Vicente Bianchi. Con una carrera de más de 80 años, su legado se extiende más allá de cualquier barrera generacional.

Por Martín Poblete @martin_poblete | 2018-10-01 | 12:00
Tags | músico, compositor, pianista, director de orquesta, bianchi, chileno.
Una de las cosas que más lamentó Vicente Bianchi durante su vida, fue lo mucho que tardaron en entregarle el Premio Nacional de la Música. Recién en 2016, con 96 años de edad y luego de haber postulado en 17 ocasiones, fue reconocido por el entonces Ministro de Cultura, Ernesto Ottone.
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“Nadie muere, en tanto alguien le recuerde”, solía decir mi viejo. Y vaya que le he encontrado razón con el paso de los años.

“Lo que haces es lo que te define”, le dijo Rachel a Bruce Wayne en Batman Begins (2005). Nuestras acciones, finalmente, son las que describen nuestra existencia: son las encargadas de construir nuestro legado y mantenernos presentes en el mundo después de que partimos.

Bajo esta premisa, entonces, podríamos decir que nadie muere realmente en el momento mismo de su fallecimiento, ya que nadie pasa absolutamente desapercibido por este mundo. Sin embargo, son pocos los que son capaces de convertirse en verdaderos inmortales. El personaje del que hablaremos hoy, logró convertirse en uno.

Francisco Vicente Germán Bianchi Alarcón, nació en Ñuñoa el 27 de enero de 1920 y falleció 98 años después, el 24 de septiembre de 2018, producto de una neumonía.

A lo largo de una carrera de más de 80 años, Bianchi construyó su fama como pianista, compositor, arreglista y director de orquesta. Y aunque su legado es parte fundamental de nuestro patrimonio musical, fueron muchos los que recibieron con cierto desconcierto la noticia de su muerte.

Si eres de los que se preguntan quién fue este hombre del que todos hablan, este artículo es para ti. Aquí van cuatro razones por las que Vicente Bianchi es inmortal.

1. Concilió música docta y popular

Se suele hablar de la música académica (clásica, docta, de concierto) y de la música popular como dos universos musicales distantes e incompatibles entre sí: que los músicos de conservatorio son demasiado cuadrados y no saben improvisar, que los músicos populares son demasiado poco rigurosos como para tocar una sinfonía, que esto, que aquello…

Vicente Bianchi fue capaz, contra todo pronóstico, de conciliar lo mejor de ambos mundos y crear un repertorio único en su tipo. Al mismo tiempo que se formaba para ser un concertista de piano (“para ser el segundo Claudio Arrau”, le diría su madre), Bianchi desarrollaba un fuerte interés por la música popular chilena.

Y aunque Bianchi llegó a conocer a Claudio Arrau y recibió sus felicitaciones luego de presentarse ante él en vivo, finalmente la improvisación, el folclor y la música popular que absorbió como pianista de radio, lo terminaron entusiasmando, reconocería años después.

Su formación clásica, sin embargo, penetraría en su obra popular y la enriquecería. Gracias a este bagaje es que creó algunos de los arreglos más reconocidos de nuestra música, tal como veremos a continuación.

2. Consolidó el repertorio tradicional chileno

La prolífica creatividad de Vicente Bianchi, fue quizá el más trascendental de sus aportes. Con alrededor de 150 composiciones para piano, canto y orquesta, y más de 300 obras grabadas, Bianchi es considerado uno de los más grandes compositores que nuestro país haya visto jamás.

Sin desmedro de lo anterior, hay que apuntar que su trabajo como arreglista en composiciones ajenas, es casi igual de sorprendente.

Canciones populares como Si vas para Chile y El corralero (ambas junto a Pedro Messone), encontraron en los arreglos de Bianchi su versión definitiva, por allá por los años 60. Sus arreglos de orquesta, ambiciosos pero respetuosos al mismo tiempo, llevaron al folklore a un punto de elaboración inédito hasta entonces.

Además de su trabajo con Pedro Messone, Vicente Bianchi fue durante varios años el arreglista de Los Huasos Quincheros, y fuera del folklore encontró la fama internacional gracias a su trabajo con Lucho Gatica y el dúo Sonia y Myriam.

3. Bajó a la poesía del podio

El trabajo de Vicente Bianchi como musicalizador de poemas, fue quizás uno de sus más notables aportes a la música chilena. De hecho, un concurso nacional de musicalización de poesía, organizado por la SCD en conjunto con la Fundación Pablo Neruda, Chilepoesía y el Consejo de la Música Nacional, lleva su nombre.

La relación de Bianchi y Neruda comenzó en los años `50, luego de que el compositor volvió tras cinco años de residencia en Perú. Motivado durante mucho tiempo con la idea de convertir la obra del poeta en música, Bianchi aprovechó una celebración en la casa del juez Jorge Pica en 1955, para presentarse ante Neruda y mostrarle la Tonada de Manuel Rodríguez que había compuesto a partir del poema Manuel Rodríguez, extraído del poemario Canto General (1950).

“Fue totalmente sorpresivo para él, porque no esperaba esto”, contó don Vicente en 2010 a The Clinic. “Era totalmente ajeno. Palideció. Se paró, me abrazó, y me dijo: ‘esto es lo que yo soñé toda mi vida, poder llegar de alguna forma al pueblo’”.

Durante las dos décadas siguientes, Neruda y Bianchi forjaron una amistad de admiración y respeto mutuo que los llevó a publicar obras esenciales como Música para la historia de Chile (1959) y Las noches de Chillán (1973). Esta última fue escrita por Neruda en su lecho de muerte, como un regalo para su amigo.

Pasaron 25 años para que Bianchi encontrara música para la obra. Y tal fue la calidad, que ganó con ella la Competencia Folklórica del Festival de Viña del Mar en su XXXIX edición (1998). La interpretación de la pieza estuvo a cargo del conjunto Santiago Cuatro, ensamble dirigido por su hijo, Alejandro Bianchi.

4. Un artista en múltiples plataformas

A lo largo de sus impresionantes ocho décadas de carrera, Vicente Bianchi fue siempre capaz de reinventarse y volver en distintas formas según sus inquietudes artísticas.

Luego de formarse como pianista de conservatorio, adoptado luego por la radio y convertido en arreglista de música popular durante su adultez temprana, Bianchi acabaría ganándose en los años posteriores, además de la poesía, el respeto de otros mundos tan difíciles como el teatro y la música religiosa.

Como arreglista, el trabajo que hizo con la música original de Francisco Flores del Campo para la obra La pérgola de las flores (1960), sigue siendo aplaudido hasta el día de hoy. De hecho, tal es la vigencia de su trabajo, que en la actualidad sus arreglos siguen siendo usados en los montajes de la obra.

Su trabajo más notable, sin embargo, vino de la mano de la fe. Luego del Concilio Vaticano II (1964), la Iglesia Católica comenzó una nueva etapa, dirigida a acercar la religión a las personas. Entre las medidas más notables de este encuentro, estuvo la abolición del latín como idioma oficial para las eucaristías, que a partir de entonces comenzaron a hacerse en el idioma local de cada región.

Pocos años antes de esta medida, Vicente Bianchi ya estaba tentado con la idea de adaptar la música de iglesia al folklore chileno. Inspirado por la Misa Luba y la Misa Bantu, ambas creadas por misioneros católicos para adaptar los cantos de la eucaristía al folklore tradicional de El Congo (África), Bianchi comenzó a preparar un repertorio religioso que se adaptara a nuestra identidad local.

“Los misioneros iban allá (a África) a concientizar sobre la religión desde Europa, y hacían cantar los rezos católicos con la música y ritmos propios de África. Yo pensaba por qué no se podría hacer en todos los países lo mismo”, contaría en una entrevista a The Clinic en 2010.

De este proceso, y con el visto bueno del cardenal Raúl Silva Henríquez, en 1965 saldría a la luz su célebre Misa a la chilena, una obra de cinco partes hecha para musicalizar la eucaristía a partir de ritmos nacionales: cuecas, cantos mapuche, danzas nortinas y más.

Por supuesto, la obra fue resistida durante años por sectores más conservadores, que veían en su obra un atrevimiento. Sin embargo, el apoyo y patrocinio de Silva Henríquez le permitieron seguir trabajando en combinar la fe con la chilenidad.

Le puse arpa, bombos, kultrún, cuecas y cantos mapuches [sic], porque había que demostrar que estaba trabajando en un ambiente nacional. Quise reflejar a Chile: un país tan largo, con tanta música y danzas diversas. Cuando se supo de este proyecto hubo gente que lo resistió, pero el cardenal Silva Henríquez me dijo 'yo soy el dueño de la Iglesia en este país. Usted no haga caso de ningún llamado en contra'. Así seguimos para adelante”, contó en 2016 a El Mercurio.

El valor de su obra finalmente prevaleció y pudo seguir desarrollándola. Así, a Misa a la chilena se sumó Misa de la Cruz del Sur (1970) y su célebre Te Deum (1969), la cual fue encargada por el mismísimo Silva Henríquez para las celebraciones ecuménicas, y fue la música oficial para estos encuentros desde 1969 hasta el año 2000.

Una de las cosas que más lamentó Vicente Bianchi durante su vida, fue lo mucho que tardaron en entregarle el Premio Nacional de la Música. Recién en 2016, con 96 años de edad y luego de haber postulado en 17 ocasiones, fue reconocido por el entonces Ministro de Cultura, Ernesto Ottone. Sin embargo, y aunque el premio fue merecido y entregado justo antes de que fuera demasiado tarde, creemos que después de su partida no hay reconocimiento que valga más que su imperecedera presencia en la memoria colectiva del país. Así sea que pasen los años, su obra difícilmente podrá ser olvidada.

Por eso es que Vicente Bianchi es un inmortal.

¿Cuál de sus obras destacarías?

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