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Imagen: César Mejías

Cómo Australia logró reducir sus tiroteos masivos a cero

Cuando hay problemas, es buena idea buscar en el mundo cómo otros los han solucionado. Australia puede darnos cátedra sobre medidas de control de armas. ¡Esto es lo que hicieron!

Por María Jesús Martínez-Conde | 2018-03-07 | 07:00
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“Hemos demostrado que una importante intervención política diseñada para detener tiroteos masivos, también ha tenido un efecto en otras muertes relacionadas con armas” (Simon Chapman, profesor de salud pública en Australia).
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Desde 1996, los australianos no hay sufrido ningún tiroteo masivo en su territorio. Por el contrario y de acuerdo a lo reportado por la organización Gun Violence Archive, sólo en 2018 ya ha habido 39 de estos ataques en suelo estadounidense. Gran parte de ellos han acabado con la vida de personas, pero no todos aparecen en los noticieros. Cada uno acarrea una dramática historia de violencia que despierta un acalorado debate sobre la tenencia de armas en el mundo entero.

¿Cómo lo ha hecho Australia? ¿Puede su legislación de armas ser un ejemplo para que ataques como estos no vuelvan a ocurrir en otras partes del mundo? En El Definido investigamos cómo llegaron a estas cifras y cuál es la historia legal que, al parecer, ha sostenido esta atmósfera de paz en el país de los canguros.

Así se pusieron todos de acuerdo

Era 1996 y los medios australianos y del mundo entero se impactaban con una noticia: en la prisión de Port Arthur en Tasmania (isla que es parte de Australia) –un lugar muy turístico- se había producido uno de los tiroteos más sangrientos de la historia. Martin John Bryant, un hombre de 28 años de edad, había asesinado a mano armada a 35 personas, resultando otras 23 heridas.

Prisión de Port Arthur.

En años recientes, los australianos habían sido testigos de otros 13 incidentes de este tipo, pero ésta era la gota que rebalsaría el vaso. El impacto nacional fue tal, que la sociedad completa se movilizó para que una masacre de esta magnitud no volviese a suceder.

Australia es un país federal en que cada estado tiene jurisdicción sobre su legislación, similar a lo que sucede en Estados Unidos. En palabras simples, en cada estado había una disposición distinta en cuando al control de armas. Pero el impacto de los hechos llevó a que tanto los políticos conservadores (Partido Nacional en alianza con el Partido Liberal) –reacios en general a toda prohibición de armas- como los más liberales (Partido Laborista), lograran ponerse de acuerdo y aprobaran una nueva legislación.

Un hombre fue clave en la decisión: Jhon Howard, Primer Ministro australiano desde 1996, perteneciente al Partido Liberal y, por lo tanto, con gran incidencia sobre los más conservadores, quienes en general vivían en zonas rurales. Él era crítico de la posesión desregulada de armas, y afortunadamente durante su gobierno se encontró en general con un clima empático con su opinión (a raíz de la masacre).

Sin embargo, tuvo que hacer un “trabajo de relojería” para convencer a cada gobernador de estado, muchas veces llevando chaleco anti balas pues tenía una oposición dura. De hecho, incluso un gobernador conservador que estuvo de acuerdo con Howard, pagó su decisión con una derrota en su estado en las votaciones siguientes.

En tres meses y con la colaboración de miembros de todos los partidos, Australia logró aprobar el National Firearms Programme Implementation Act 1996 (NFA), una legislación de armas uniforme para todos los estados.

El Programa Nacional de Armas australiano

Básicamente, el NFA consiste en tres disposiciones: control estricto de las armas automáticas y semi automáticas, registro nacional de los propietarios y un programa de recompra de armas. Gracias al programa, rápidamente los rifles de acción rápida y las escopetas fueron prohibidos, las autorizaciones para las licencias de armas se hicieron más rígidas y el resto de las armas fueron registradas.

Algo interesante del sistema, es que el gobierno federal realizó en dos ocasiones acciones de recompra de armas en manos de privados.

Para esto, primero creó un impuesto especial único que se les impuso a todos, recaudando 230 millones de dólares australianos (más de 104 mil millones de pesos chilenos). Con esta plata, el gobierno compró en dos tandas miles de armas en manos de australianos a precio de mercado, una gran medida, considerando que esos ciudadanos habían incurrido en un gasto al comprar su armamento de manera legal, y no estaban dispuestos a perder el dinero ahora que se habían vuelto ilegales.

Paralelamente, se entregó armamento al gobierno de manera voluntaria y a gran escala en todo el país, y se implementaron amnistías de armas a nivel estatal. También se prohibió la importación de nuevas armas automáticas y semi automáticas.

En total más de un millón de armas fueron recolectadas y destruidas por el gobierno federal australiano después de la masacre.

Los efectos 20 años después del NFA

Y la pregunta que viene de cajón: ¿sirvió realmente todo esto? Los estudios indican que sí, y mucho.

Investigadores de la Universidad de Sídney y de la Universidad de Macquarie, analizaron en un estudio de 2016 los datos sobre suicidios y homicidios causados por armas de fuego en Australia, para el período posterior a 1996. Paralelamente, estudiaron las tasas totales de suicidios y homicidios por cualquier causa, para así considerar a quienes habían sustituido las armas de fuego por otros medios mortales una vez que se prohibieron.

Los resultados son sorprendentes: en primer lugar, la disminución promedio en el total de muertes por armas de fuego, se ha acelerado. Si antes de 1996 ya se marcaba una disminución del 3% respecto a 1976 (debido, por supuesto, a otros factores), desde la aprobación del NFA esto se ha incrementado al 5%. Además, el promedio de muertes por suicidios u homicidios por causas diferentes a las armas de fuego, disminuyó desde 1996 en un 1,4%, lo que conduce a creer a los investigadores que quienes perpetran estos hechos, al no tener un arma a mano, se inclinan a desistir más que a cambiar de método.

Y lo que es más impactante: desde entonces no se ha registrado ningún tiroteo masivo. “Hemos demostrado que una importante intervención política diseñada para detener tiroteos masivos, también ha tenido un efecto en otras muertes relacionadas con armas”, señaló Simon Chapman, autor principal del estudio.

Pero este no es el único estudio que respalda los exitosos resultados. Elena Andreyeva y Benjamin Ukert de la Universidad de Pensilvania, publicaron una investigación el año pasado que sugiere que la NFA redujo los homicidios por armas de fuego en un promedio de 96% en todos los estados. También dicen que el efecto es más patente en el caso de los asesinatos que en el de los suicidios, y que resulta aún más evidente en los estados que, antes de la promulgación, tenían altas tasas de homicidios por armas de fuego.

Aunque claro, como estima el primer estudio, también existen otros factores asociados, como los avances en tecnología médica y una mejora general del problema de la delincuencia.

¿Podría aplicarse este modelo en Estados Unidos?

A pesar de que es tentador decir: “si los australianos pudieron, ¿cómo diablos los estadounidenses no?”, el tema es bastante más complejo. Hay cierto consenso respecto a que la aplicación de un sistema como el NFA, no sería tan fácil en Estados Unidos por varias razones.

En primer lugar, la historia de ambos países es totalmente distinta y, por lo tanto, tienen una tradición legal y unas costumbres muy diferentes. Según apunta el embajador australiano en Estados Unidos, Joe Hockey, Estados Unidos nació como una cultura de autodefensa, a partir de “una guerra civil brutal”, algo que nunca vivió Australia. Al contrario, el enorme país de Oceanía ha vivido bajo la premisa de “el gobierno me protegerá”, señala al embajador.

La Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos -nacida en el siglo XVIII y en el contexto descrito por el embajador- se mantiene vigente hasta el día de hoy y protege el derecho del pueblo a poseer y portar armas. ¿Cómo se lucha contra algo así? En Australia, los únicos “ciudadanos de a pie” que portan armas son quienes ejercen la caza como deporte, algo que es bastante común en el país.

En segundo lugar está la rapidez con que actuó el gobierno federal presidido por Howard, el que logró que los seis estados australianos aceptaran. ¡Pero en Estados Unidos son 50 estados! ¿Sería posible convencerlos? Olvidando por un momento incluso que es Trump quien está a la cabeza -quien claramente no echaría a andar una reforma semejante- suena algo complejo.

De hecho Obama impulsó durante su gobierno una serie de medidas legislativas en pos del control de armas, sin mucho éxito. Al parecer el negocio de las armas es demasiado potente y la NRA (Asociación Nacional del Rifle) tiene redes extendidas por todas partes.

Por último, hay una razón de índole cultural. Según Philip Alpers, profesor de la Escuela de Salud Pública de Sídney, en Australia existía previamente a la masacre de 1996, una “mayoría silenciosa” que quería un cambio. Por lo tanto, lo sucedido en Port Arthur fue sólo “la gota que rebalsó el vaso”.

Pero si bien hace algunos años era impensada una reforma a la legislación sobre el control de armas en Estados Unidos, hoy cada vez más ciudadanos se suman a un movimiento que exige cambios y que ejerce presión en los estados y en el gobierno federal. Y hubo una “gota” que en este caso acaba de encender a los más jóvenes: la masacre en la escuela Marjory Stoneman Douglas, en Florida.

Aunque “el vaso no se rebalsa” aún en Estados Unidos, gota a gota estos sucesos van sumando presión, enojo y estrategias que buscan una solución al problema de las armas. Si bien el sistema del NFA no podría replicarse de manera exacta, sirve como un buen ejemplo sobre cómo una intervención política jugada y en consonancia con los deseos del pueblo, puede mover montañas.

¿Crees que es Estados Unidos debiese haber mayor control sobre la tenencia de armas?

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Comentarios
Adrian Hurtado Escanilla | 2018-03-07 | 08:56
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Si bien las películas del oeste son entretenidas y es gratificante cuando el "jovencito" le gana al "malo"; en la vida real, tan estresante en todos los aspectos, el poseer armas de fuego es un riesgo constante. En Chile gran parte de las enfermedades mentales no son diagnosticadas ni tratadas y sería cosa de imaginarse como terminarían esas rencillas o peleas producidas en el tráfago de la vida diaria, si es que se le añade el ingrediente de las armas. Mas aún, para portar armas en nuestro país (ya sea como ffaa o como ciudadano que practica la caza) debiesen existir rigurosos exámenes psiquiátricos y sicológicos.
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