¿Te lo perdiste? Regularmente republicamos contenidos vigentes que pueden resultarte interesantes (este artículo fue originalmente publicado el 13 de octubre de 2017).
Muchos dirán que el propósito de cualquier vida es encontrar la felicidad. Y sí, todos apuntamos a eso, pero se trata de un concepto tan vago y sobreutilizado que pocos pueden definirla en concreto. ¿Eres feliz? ¿Por qué? ¿Qué tienes, qué falta y qué sobra?
Cada vez más, los expertos -psicólogos, filósofos y neurocientíficos- se dan cuenta que la sensación de plenitud es resultado de un proceso reflexivo, más que la consecuencia de estímulos externos. Hoy en El Definido te queremos contar dos fascinantes ideas respecto a ello, que demostrarán cómo darle sentido a una vida es mucho más importante que un simple “soy feliz porque tengo una pareja que amo y un trabajo que adoro” (excelente, ¿pero si te divorcias y te despiden?, ¿qué?). Cualquiera es capaz de lograrlo si se lo propone.
Emily Esfahani Smith es canadiense, hija de un carpintero y fue miembro durante toda su infancia de una comunidad sufí, un movimiento islámico que destaca los aspectos más místicos del islam. Ella está segura de que quien vive la vida persiguiendo la felicidad, suele ser infeliz, ¿por qué?
En una charla TED, relata cómo al salir de la casa de sus padres y entrar a la universidad, comenzó a sentirse desorientada y vacía. Entonces decidió estudiar psicología positiva y leer sobre filosofía y neurociencia para entender este sentimiento. Fue entonces que hizo un gran hallazgo que la cambió para siempre: tener un sentido en la vida es mucho más importante que ser feliz. Mientras la mayoría de la gente considera que ser feliz es estar tranquilo y cómodo –algo que puede durar horas o algunos días al mes- una vida con significado es un motor que ayuda a levantarse con ganas cada mañana, para desarrollar lo mejor de uno mismo. Y cualquiera es capaz de sentirlo si se lo propone, ¿cómo?
Desarollando estos cuatro pilares:
El ser humano se ha hecho esta pregunta una y otra vez: ¿de verdad la vida apunta en una dirección y todo cobra sentido en un punto, o es obra de nuestras mentes que lo interpretan todo? Y no se alarmen, pero probablemente la respuesta está en la segunda opción: tal como propone Emily, es obra de un trabajo reflexivo.
Joseph P. Carter es estudiante de doctorado en Filosofía Griega Antigua de la Universidad de Georgia, y escribió una columna en The New York Times (aquí la resumimos, pero les recomendamos que la lean).
En ella señala cómo tener un propósito en la vida ayuda a muchas personas a “superar adicciones a las drogas, sanar situaciones trágicas y pérdidas, así como lograr el éxito económico”. Sentir que nuestra vida carece de propósito, puede ser devastador para cualquiera.
Sin embargo, Joseph –después de mucho estudiar a decenas de filósofos y físicos- tiene la convicción de que el universo carece de sentido, pero que es eso mismo lo que lo mantiene en equilibro:
“La entropía es el grado de desorden en un sistema, por ejemplo, nuestro universo. El desorden físico tiene que ver totalmente con el equilibrio: todo en descanso aleatorio y uniforme”, señala.
Es decir, el universo es propiamente desordenado y caótico, pero es eso mismo lo que lo mantiene en armonía.
Esto puede llevar a muchos a sentirse vacíos, flotando en la nada y sin propósito alguno. Pero Joseph dice que debería ser al contrario, lo que nos hace propiamente humanos y nos da valor, es precisamente nuestra capacidad para hablar sobre nuestro entorno a escala humana (contarnos nuestra propia historia, como diría Emily). O sea, si bien físicamente nuestro universo podría carecer de sentido, el que nosotros encontremos un propósito, nos hace humanos. Y de eso hay que sentirse inmensamente orgullosos, porque es una “ventaja evolutiva” que nos hace especiales con respecto al resto de la naturaleza, dice Joseph.
El filósofo dice que no sólo somos cuerpo, sino un “cuerpo fantasma”, al que se le suman culturas, instituciones y mitos que significan nuestro paso por la Tierra, y permiten que la sabiduría popular, traspase generaciones. No somos sólo un conjunto de células, sino de células capaces de interpretarlo todo de manera dolorosa y triste, o inmensamente significativa y esperanzada. Y esto, según Joseph, no es más que una “reacción a la indiferencia del universo hacia nosotros”.
Obviamente esta es su visión, y puede que ustedes, queridos lectores, la compartan o no. Pero la conclusión a la que llega, toca a cualquiera: no existen finales felices o finales tristes en nuestras vidas, el universo no los juzga, nosotros lo hacemos. Por eso, más vale que nos contemos una linda historia, que por más capítulos dolorosos que tenga, sea significativa, nos haya transformado en seres mejores (probablemente a porrazos) y tenga un desenlace cargado del más profundo de los sentidos: la entrega de lo mejor de nosotros al resto.
¿Has descubierto tu propósito de vida? ¿Cuál crees que es?