“No se puede culpar a la gravedad de que la gente se enamore ¿Cómo piensan explicar en términos de la química y la física un fenómeno biológico tan importante como el primer amor? Pon tu mano sobre un horno por un minuto y parecerá una hora. Siéntate con esa chica especial por una hora y parecerá un minuto. Eso es relatividad” – Albert Einstein
(Pausa para limpiar de lágrimas nuestros ojos)
Con frases como esa, dan ganas de haber visto al físico alemán dedicado a escribir novelas juveniles. Lamentablemente se dedicó a cambiar nuestra perspectiva del tiempo y esas cosas. Distinto es el caso de académicos más modernos, que no han dudado en meter la cuchara en el fenómeno humano por excelencia, aquel por el que todos suspiramos.
Pero, ¿Cómo han investigado los científicos sobre algo tan amplio, tan vago y misterioso como el amor? En El Definido te mostramos los sorprendentes e insólitos descubrimientos a los que se ha llegado.
Un equipo de cinco académicos estadounidenses realizó un interesante estudio en 1997. Tomando como muestra un curso de estudiantes de psicología, pareados con compañeros que no conocían, pidieron que cada dupla se interrogara con preguntas específicamente formuladas por los académicos. Estas 36 preguntas habían sido divididas en 3 grupos, primero se partía con las más “fáciles”, por ejemplo: “¿Cómo sería un día ideal para ti?”; para luego terminar el ejercicio con preguntas como: “¿Cuándo fue la última vez que lloraste frente a otra persona? ¿Y solo?”
El estudio concluyó que, independiente de si se trataba de personas del mismo sexo u opuesto, estas 36 preguntas crearon un grado de cercanía mucho mayor que una conversación ordinaria (promedio de 4.06 contra 3.25, usando esta escala).
Los investigadores realizaron una segunda variante, donde se pareaban personas cuyas opiniones en temas importantes eran contrarias. El resultado no varió, por lo que se concluyó que el grado de expectación previa, de si se llevará bien o mal con su dupla, no afecta el grado de cercanía y atracción mutua generado luego del intercambio de preguntas y respuestas.
Si tienes ganas de ir al grano con una posible pareja o, simplemente, un nuevo amigo, puedes experimentar con este ejercicio. Las instrucciones y preguntas se encuentran en el anexo del estudio.
La psicóloga Stephanie Ortique, en 2010, realizó un estudio profundo de la literatura científica que ilustra las regiones del cerebro asociadas con las diferentes formas de amor.
La investigación dio algunos resultados interesantes, por ejemplo, que el amor activa hasta 12 partes distintas del cerebro y que, cuando vemos a ese “alguien especial”, los químicos que nos ponen eufóricos solo demoran 0.2 segundos en actuar. Sus efectos son similares al de una pequeña dosis de cocaína.
Ortique concluye el estudio diciendo que “en suma, estos resultados muestran que el amor es más que una emoción básica. El amor es también una función compleja que incluye apreciación, motivación dirigida a metas, recompensas, auto-representación e imagen corporal. Curiosamente, diferentes tipos de amor activan diferentes redes del cerebro que llevan una amplia variedad de mecanismos básicos y complejos”.
Amar es difícil y nuestros cerebros lo saben.
Puede sonar cursi, pero es científicamente cierto: el amor es el pilar fundamental para ser feliz. Un estudio de 75 años, que controló por décadas a 268 estudiantes de Harvard de las décadas de los 30s y 40s, concluyó que, de cierta forma, Los Beatles también eran visionarios en el ámbito científico.
El psiquiatra George Vaillant, quien lideró el estudio de 1972 a 2004, escribe en su libro, Triumphs of Experience: The Men of the Harvard Grant Study, sobre los pilares fundamentales de la felicidad: “Uno es el amor. El otro es encontrar una manera de hacerle frente a la vida sin negar el amor”.
Vaillant ejemplifica la máxima de la investigación con un caso específico. Godfrey Minot Camille era el sujeto en el estudio con el menor rating en estabilidad futura, y había antes intentado suicidarse. En sus últimos años de vida fue, sin embargo, uno de los más felices. El psiquiatra explica que fue debido a que “pasó su vida buscando el amor”.
El estudio tuvo algunas limitantes, siendo la más importante la ausencia de mujeres, pero las conclusiones de uno de los estudios longitudinales más largos de la historia no dejan de ser sorprendentemente simples.
¿Sabías que la distancia puede incluso fortalecer tu relación? El estudio de 2013, Absence Makes the Communication Grow Fonder, desmiente la popular creencia de que las relaciones a distancia no funcionan. Este estudio, que examinó a 67 parejas, encontró que el nivel de confianza e intimidad en este tipo de relaciones es igual o incluso más alto que en aquellas geográficamente cercanas.
Esto se explica, según Crystal Jiang, una de las autoras del estudio, debido a que las parejas distanciadas ponen mayor empeño en su relación, haciendo que exista mayor intercambio de información íntima e idealización de la pareja.
Las mismas conclusiones obtuvo otro estudio publicado en 2014. “Lo que parece ser más importante que la duración de la relación, es la certeza que uno tiene de que eventualmente estará con su pareja” dice Karen Blair, una de las investigadoras “esa certeza puede, potencialmente, sostener una relación a larga distancia – una que incluso dure años”.
En un estudio de 1987, Robert Zajonc, psicólogo de la Universidad de Michigan, le presentó a un grupo de personas fotografías de distintos rostros, masculinos y femeninos, y les pidió emparejarlos por parecido físico. El ejercicio fue realizado dos veces, primero con rostros de parejas recién casadas, y luego con fotografías de esos mismos matrimonios 25 años después (detalle que no fue comunicado a los participantes del estudio). Zajonc se sorprendió al notar un notable incremento de emparejamientos exitosos en la segunda oleada de imágenes, lo que lo llevó a concluir que, mientras más tiempo estamos juntos, más nos parecemos físicamente a nuestras parejas.
Zajonc barajó algunas teorías al respecto. Pensó en que el hecho de compartir la misma dieta y vivir en el mismo clima podría ser un factor, pero lo descartó en favor de la hipótesis de la empatía. Según el psicólogo, la gente usualmente copia, a veces inconscientemente, las expresiones de su pareja, lo que con los años hace que los rostros tomen una forma similar.
Esperamos que esta nota haya inspirado a los tórtolos que celebran este 14 de febrero para seguir disfrutando del amor. Y recuerden que los chocolates nunca fallan (porque si se los rechazan se los pueden, por último, comer en silenciosa protesta).