Hoy 4 de febrero se celebra el Día Mundial del Cáncer, fecha instaurada hace poco más de una década por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con la finalidad de crear conciencia sobre el esta enfermedad y fomentar su prevención, detección y tratamiento.
Lamentablemente los reportes más recientes indican que el cáncer va en aumento a nivel global. Para 2040 se estima un crecimiento del 63% en su incidencia y de un 71,5% en la muerte por esta enfermedad. Y para la región latinoamericana, se pronostica un escenario aún más grave. Chile no es la excepción, pues el aumento de la incidencia en la última década, prevé que el número de casos aumente en un 77,6% para 2040.
Sin duda que en esto inciden factores de fracaso a nivel político y carencia de recursos y políticas de salud pública. Sin embargo, en este artículo pretendo describir qué puede hacer cada uno de nosotros para evitar, con los medios posibles, llegar a sufrir cáncer, respaldado por la medicina y evidencia científica. Por otra parte, también señalaré cuáles son aquellos procedimientos y productos que se ofrecen en el mercado como “curadores” del cáncer, pero que no tienen evidencia a su favor.
El cáncer como tal es un conjunto de enfermedades relacionadas, donde algunas células del cuerpo se dividen de manera descontrolada (generalmente formando tumores) y se diseminan hacia otros órganos del cuerpo. Esto ocurre por cambios en el material genético que terminan afectando negativamente el ciclo de división y crecimiento de las células en algún tejido del cuerpo.
Estos cambios (o mutaciones en el ADN) pueden heredarse de los padres (no hay mucho que hacer en ese caso) pero también pueden ser causados por factores externos, y esto último sin duda genera preocupación en la gente cada vez que aparecen titulares y noticias simplistas que acusan a un nuevo compuesto de aumentar el riesgo de cáncer (o incluso de supuestamente reducirlo). Seguro ya han visto listas como estas, donde prácticamente todo lo que hacemos y comemos implica algún riesgo de cáncer, lo cual termina generando confusión y pánico en los lectores.
Por ejemplo, en 2013 se publicó una revisión de 264 estudios que analizaba el riesgo de cáncer de 50 ingredientes comunes usados en la cocina. El resultado primario en bruto mostró que un 80% de estos tenían algún estudio publicado que relacionaba riesgo de cáncer, sin duda, algo ideal para un titular tipo clickbait (anzuelo) a costas de generar temor injustificado. Sin embargo, al revisar la significancia estadística de todos los estudios, la cifra bajó al 20% y, de estos, muchos eran estudios únicos sin replicación (otros estudios que analizaran el mismo ingrediente), y 2/3 de los que sí habían sido repetidos, no mostraban resultados coherentes (generalmente reduciendo la magnitud del riesgo relativo).
En otras palabras, al “hilar más fino” y sumar una gran cantidad de estudios, las cifras de riesgo son mucho más bajas y/o hay poca o insuficiente evidencia de riesgo.
Les comparto otro dato con el que seguro se van a desayunar: un 99,9% de los pesticidas que ingerimos en la dieta, son naturales y provienen de las plantas que comemos (recuerden que las plantas provienen de ancestros silvestres que producían alta cantidad de venenos para que los herbívoros no se las comieran). Y esto no se queda allí: la mitad de los pesticidas naturales analizados en el estudio, mostraron causar cáncer en animales. Además, ingerimos alrededor de 1,5 gramos de estos pesticidas naturales por día, lo cual equivale a 10.000 veces la cantidad de residuos de pesticidas sintéticos ingeridos diariamente. Pero antes de sacar nuevamente un titular clickbait, el mismo estudio indica que por las bajas dosis de exposición en la dieta (tanto de pesticidas naturales como sintéticos) los peligros son insignificantes.
¿Quieren asustarse de nuevo? Cada vez que comen alguna masa que fue calentada a altas temperaturas (como el pan, empanadas, papas fritas, sopaipillas, arepas… y hasta el café), están ingiriendo un potencial cancerígeno conocido como acrilamida. En Chile, el producto vendido con mayor cantidad de este compuesto en pastelería es el famoso “berlín”. Pero tranquilo, no necesitas dejar tan delicioso dulce, ya que para tener un riesgo real deberías comer más de 1.100 berlines por día. Lo mismo se aplica a los demás alimentos con acrilamida, la exposición diaria es muy baja para generar un riesgo real.
Como consejo final en este segmento, desconfíen de los titulares sorprendentes o exagerados sobre riesgo o prevención de cáncer, y busquen si hay meta-análisis (revisión de una gran cantidad de estudios) que pongan en mayor perspectiva el alimento/producto en polémica.
Lamento desilusionarlos si andan buscando alguna “bala de plata” o elemento cuasi-mágico para evitar el cáncer, pero los elementos que debemos evitar para reducir nuestro riesgo de cáncer futuro, están bastante bien establecidos por amplia evidencia científica. Aquí les describo los centrales, aunque probablemente ya los hayas leído o escuchado:
Tabaco y alcohol: lo siento por si les agüé la fiesta, pero ambos están en el grupo 1 de riesgo de cáncer (que contiene alta evidencia de riesgo de cáncer) elaborado por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), perteneciente a la OMS. Tanto el alcohol como el tabaco generan un alto nivel de mutaciones en el ADN, que terminan en un alto riesgo de sufrir esta enfermedad para una variedad de órganos, por lo cual lo mejor es dejar el cigarro y moderar el consumo de alcohol.
Sol y rayos UV: la radiación ultravioleta producida por el sol (y el solárium), también es un cancerígeno del grupo 1. Al dañar el ADN de las células de la piel, implica que la exposición excesiva eleva el riesgo de cáncer de piel. Así que ya sabes, hazle caso al viejo consejo de tu médico en evitar el sol y usar protector solar.
Y estas conductas (respaldadas por la ciencia) se pueden seguir para tener menos riesgo de sufrir cáncer, o bien, actuar de manera más prevenida:
Actividad física: altas cantidades de grasa en el cuerpo han mostrado un mayor riesgo de cáncer, debido a desequilibrios hormonales e inflamación crónica que puede dañar el ADN. Para muchos no sonara entretenido, pero por el motivo anterior se recomienda evitar el sobrepeso y obesidad, y además, realizar actividad física vigorosa al menos tres días a la semana.
¡A comer frutas y verduras!: hasta el momento no existe una dieta ideal para evitar el cáncer, pero lo que se recomienda es incluir harta cantidad de frutas y verduras, así como granos enteros, y reducir el consumo de carnes rojas y procesadas, además de los alimentos curados en sal. Además, más allá del marketing, no existen superalimentos que eviten o curen el cáncer.
¡A ponerse las vacunas!: es algo menos conocido, pero existe un grupo de virus, bacterias y parásitos que pueden causar o aumentar el riesgo de cáncer. Algunos de ellos, como el virus de la hepatitis B y el del papiloma humano (VPH), son prevenibles con vacunas. El VPH causa cánceres de vagina, vulva, garganta, pene y ano, por lo cual ya se vacuna a las niñas desde 2014 y, desde este año, se incluirá a los niños. También se recomienda el sexo seguro para evitar contagio tanto de hepatitis B y VPH por vía sexual, así como del VIH que aumenta el riesgo de varios tipos de cáncer.
Hazte chequeos médicos: hay que considerar que ahora vivimos casi más del doble que hace apenas un par de generaciones, lo cual es un factor de riesgo importante en términos de cáncer. A mayor esperanza de vida aumenta el riesgo de cáncer, ya que el ADN acumula mayor cantidad de mutaciones que pueden afectar el ciclo de división de las células. Por este motivo, se recomiendan chequeos médicos anuales desde los 20 años en el caso de las mujeres, y cada cinco años (y anual desde la década de los 40) en el caso de los hombres. Gran parte de los cánceres tienen buen diagnóstico y tratamiento si son detectados temprano, no lo olvides.
Puedes hacerte un test genético: existen mutaciones genéticas causantes de mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, por lo cual, si hay una alta frecuencia de esta enfermedad en tu familia, puedes consultarle a tu médico sobre test genéticos para detectar si eres portador de alguna. Y para que no te derrumbes: portar una de estas mutaciones no significa que estés condenado a tener cáncer por defecto, pero sí de un mayor riesgo, y por ende, mayor necesidad de supervisión médica.
Compoundchem/Naukas |
Dejando de lado la prevención, y cuando lamentablemente muchos ya han sido diagnosticados con cáncer, lamentablemente hay pacientes que ya sea por desinformación, desesperación ante un mal pronóstico o ganas de utilizar sistemas “cercanos a lo natural y ancestral”, optan por terapias médicas alternativas (sin llevar un tratamiento médico convencional con base científica) o complementarias (un tratamiento alternativo en paralelo al tratamiento médico convencional).
Aunque a muchos les incomode, toda medicina que funciona se llama simplemente “medicina”, no necesita de adjetivos. Las terapias alternativas permanecen en un campo paralelo, ya que no han mostrado evidencia de utilidad médica más allá del placebo. Si bien algunas se plantean con potencial para aliviar efectos o síntomas del cáncer (o de los efectos secundarios de tratamientos oficiales), al momento de someterse a ensayos clínicos, los pacientes con cáncer que optaron inicialmente por un tratamiento alternativo en lugar de uno convencional, muestran un riesgo de muerte al menos cinco veces mayor.
Y la medicina complementaria no muestra un panorama mucho mejor. Primero, que algo sea “natural”, no significa que sea necesariamente saludable. Por ejemplo, hay hierbas que pueden interferir con los tratamientos tradicionales, e incluso plantas que son usadas para otros fines y pueden causar daño y cáncer en órganos. Un caso de ejemplo local: en 2013 se descubrió que una planta silvestre chilena usada con fines medicinales (la “oreja de zorro”) tenía un poder cancerígeno mayor al del tabaco y rayos UV. E incluso altas dosis de vitaminas (como la vitamina C usada en tratamientos alternativos) interfieren con la quimioterapia y radioterapia.
Una de las diez investigaciones que más atrajo la atención de los medios en 2018, fue precisamente un estudio con casi 2 millones de pacientes con cáncer que estaban usando tratamientos complementarios. Los resultados mostraron que estos tenían una mayor probabilidad de abandonar los tratamientos médicos convencionales, y un doble de riesgo de muerte que los pacientes que no usaban medicina complementaria.
No me cabe duda de que gran parte de quienes practican estas terapias alternativas tienen la mejor de las intenciones con la salud de sus pacientes, sin embargo, al aplicar tratamientos y prácticas que aún no tienen validación médica (e incentivar a veces indirectamente el abandonar las que sí lo tienen), pueden terminar generando un daño mayor.
El año pasado se dieron tristes casos de personas con cáncer que fueron noticia internacional por haber muerto tras haber seguido solo tratamientos alternativos, rechazando la medicina científica. Entre ellos se cuenta una mujer con cáncer de mama que murió con el seno putrefacto y una youtuber que murió después de afirmar haber curado su cáncer con dieta vegana; en Chile tuvimos el caso de René O’Ryan, ex instructor del programa Pelotón, que también falleció de cáncer a pesar de afirmar que lo había vencido con una dieta sin azúcar.
Lamentablemente, casos como estos (que alcanzan a tener cobertura en prensa) no son aislados, y existen contadores con los cientos de miles de muertes por usar medicina alternativa en lugar de medicina comprobada.
No se puede dejar este famoso cliché de conspiración fuera de análisis. Primero, hay que dejar en claro que no existe “la cura del cáncer”, ya que son distintos tipos de enfermedades (más de 100 tipos para ser más exactos), con pronósticos, comportamiento y evolución distinta, según el tejido afectado. Sin embargo, la medicina ha logrado avances con tratamientos como quimioterapia, radioterapia y cirugía, que llevan décadas de refinación en su efectividad y reducción de efectos secundarios (logrando mayor sobrevivencia de los pacientes, y reducción de la mortalidad).
Este gráfico compara la sobrevivencia a cinco años en personas con diversos tipos de cáncer en el período 1970-1977 y 2007-2013. En términos generales, si en 1970 sobrevivía el 50% de los pacientes, hoy lo hace el 67%. OurWorldInData. |
Desde al menos inicios del siglo XX se viene hablando de supuestas “curas del cáncer” que terminaron siendo nada más que estafas sin utilidad. Por otro lado, al igual que a los tratamientos convencionales modernos les tomó décadas de desarrollo llegar a su efectividad actual, cualquier tratamiento prometedor nuevo debe pasar por largas etapas de investigación y desarrollo antes de salir al mercado, sin contar que muchos productos o tratamientos se quedan en el camino ya que los resultados positivos vistos en cultivos celulares o animales no siempre se replican en el ser humano.
La comunidad científica que trabaja en cáncer es enorme, repartida por todos los países del mundo, no solo en empresas, sino también en centros públicos y estatales, un sector que anteriormente ha desarrollado innovaciones disruptivas como la vacuna contra la poliomielitis. No pongo las manos al fuego por ninguna industria, pero acallar a toda la comunidad científica que investiga el cáncer, sin duda que sería un trabajo titánico de represión internacional con altos costos, y ni siquiera las petroleras con su tremendo capital e influencia, lograron acallar el consenso científico sobre el cambio climático. ¿No sería más rentable para una farmacéutica simplemente patentar esa supuesta “cura del cáncer”? Posiblemente se asegurarían el monopolio.
La buena noticia es que en este momento se están desarrollando nuevas técnicas prometedoras, como inmunoterapia (con enfoques llamativos como las células T-CAR), terapia dirigida, medicina de precisión, y hasta nuevas técnicas de edición genética que ya permiten corregir las mutaciones causantes de ciertos tipos de cáncer. Quién sabe si estos y otros avances venideros le signifique a la generación de nuestros hijos o nietos que tratar cualquier tipo de cáncer no sea más complicado que tratar una gripe o intoxicación estomacal en la actualidad.