Lamentablemente todos y todas hemos estado en un velorio. En ese espacio nebuloso lleno de pena, dolor y carga; que nos ahoga y deseamos que termine. Bueno, la experiencia de Hereditary (o El Legado del Diablo, como llegó a Chile) es lo mismo, pues parte en un velorio, termina en un velorio, y es imborrable como un velorio. Donde llegas en silencio, te sientas y el miedo te susurra, estando entre el asombro y la angustia.
Es cuático que las películas de suspenso u horror mejores criticadas, no sean éxitos de taquilla, esas que llegan con aplausos de prestigiosos festivales y causando incluso polémicas. Más pensando que en Chile las cintas que más se ven son las que buscan gritos y sobresaltos. Pelis como El Conjuro, Insidious, Actividad Paranormal o El Juego del Miedo, sirven para pasar el rato, pero son eso, para pasar el rato. ¿Son recordables, tienen un más allá? No, y seamos honestos, responden a una fórmula y fábrica hollywoodense en serie de momentos sangrientos, apariciones repentinas e historias similares. Fin.
Por eso Hereditary (estrenada la semana pasada) no entra en estas ligas, va por el camino independiente que toma riesgos y se la juega por un cine de autor de algo tan difícil como es hacer terror.
Se sienta en su velorio con otras alucinantes viudas y deudos como son The Witch, The Babadook, Te sigue, Raw, Get Out, Viene de Noche o la más reciente, Un lugar en Silencio; films que no la rompieron en butacas, pero han ido marcando, desde el cine independiente, propuestas únicas en el manejo del suspenso y el drama oscuro. Que se toman sus tiempos, que indagan en sus personajes, que crean atmosferas intrigantes y tenebrosas por sobre el susto solitario y gratuito.
En definitiva, cine de calidad, que puede ser masivo, si se saben sus enfoques y rumbos. Unos que busca contar buenos relatos, con personajes profundos y con personalidad propia. Sin duda, como todas las de este listado de nuevos clásicos del género.
Hereditary es un dramón familiar satírico paranormal. Corta. Es una película que nos cuenta qué sucede cuando la abuela de una atribulada familia fallece y su hija, Annie (Toni Collete), literalmente empieza a ver cómo sus fantasmas internos o del pasado empiezan a proyectarse en su hija menor, Charlie (Milly Shapiro). Adentrándonos en este hogar solitario en las montañas, que lidia con una misteriosa abuela, vemos cómo esta hija-madre nota que están pasando cosas raras en su entorno, mientras necesita terminar diferentes maquetas en miniatura que prontamente exhibirá en una galería de arte.
Apoyada en una fotografía y montaje maravilloso, poco a poco vas cayendo en esta sombría y asfixiante experiencia fúnebre. Que cuando crees que va por una ruta predecible, ¡paf!, te corta el rumbo. Donde cada personaje de este clan familiar se configura como un diminuto muñeco en una maqueta a gran escala, donde sus hilos y destinos ya están escritos, avanzando sigilosamente en un auto que aunque sabes será terrible, deseas ver igual su recorrido. De morbo o de lo alucinantemente lúgubre que es. Planteándote preguntas que surgen en todas las familias pero no se verbalizan: ¿Cambiaría alguna de las cosas que he hecho? ¿Siento realmente culpa? ¿Es terrible que no pueda llorar o tener pena por la muerte de un ser “querido”? ¿Las herencias son sólo objetos y buenos momentos?
Para hablar de lo tremenda que es Hereditary hay que detenerse en sus individualidades y conjunto, por eso el nombre de su creador y director, Ari Aster, cobra fuerzas oscuras con tintes de que el tipo incluso tiene pacto con el diablo. Porque con sólo 31 años y en su debut con largometrajes, logra este resultado que se disfruta en su narración y buen manejo de los ritmos y planos. Sospechosa la cosa. Buscando con sutilezas y detalles cómo perturbarnos en todo momento, en los diálogos, la música o en una tenue pieza de poca luz.
Y como buena familia clásica, detrás (o delante en verdad) de este progenitor, está la madre, la soberana y gran artífice de esta novela demoníaca: la gran Toni Collete. A quien ya vimos en otros registros “maternales disfuncionales”, como es el caso de Pequeña Miss Sunshine, o la también tenebrosa, Sexto Sentido. Si los Oscar fueran hoy, créanme que éste y otros premios recaerían en la tía Toni. Con una interpretación que en segundos pasa por todos los estados de ánimo, manejando silencios, suspiros y gritos que configuran su personaje en un sinfín de capas y lecturas.
Galardón Revelación para la niña perseguida de este maligno cuento, Milly Shapiro, que con rasgos sumamente particulares y un tono ido, distante, melancólico y profundamente raro, logra resonar y quedar en la retina. Menciones honrosas al esforzado y resiliente Gabriel Byrne, quien personifica al papá del grupete; y al hijo mayor, el silente y atormentado Alex Wolff.
Ya dijimos que la profesión de Annie es sumamente importante en la gran construcción del film, pues ella proyecta recuerdos y momentos íntimos en sus pequeñas instalaciones. Idea que sirve para armar un puzzle, emulando una fábula o cuentacuentos griego, por sus fatalidades y perfección estética. Una herramienta que nos habla de indagar un poco más al momento de elaborar un guión y sus giros, y desde el corazón de este fanático del cine de terror y suspenso, se agradece profundamente.
Aprovecho de pedir más cintas de género cómo ésta, que disfracen dramas o comedias bajo el velo de lo escabroso y sobrenatural; además de hacer un llamado a que vaya al cine y le den una chance, que se vistan de negro y sean parte de este velorio, entendiendo que será algo diferente, atípico, que responde a otros tiempos en pos de una película abrumadora, inquietante, potente y novedosa.