“La dignidad se pierde totalmente, porque ahí uno… yo sentía que no era nada, no era nadie…”. Esta frase es parte del testimonio de una persona acerca de su experiencia como hospitalizado. Fue una de las vivencias recogidas en los focus group del estudio sobre satisfacción del paciente de la Superintendencia de Salud del Minsal. Participaron pacientes que habían estado hospitalizados en centros médicos que son representativos de toda la realidad del país, como el Hospital Salvador, el Hospital San José, la Clínica Dávila, la Clínica Arica y la Clínica Las Condes.
Durante los meses de trabajo, el equipo a cargo de la investigadora Marcela Pezoa se dio cuenta de que las personas recuerdan todos los detalles de una hospitalización -como olores y colores- incluso hasta seis años después. También, que tanto en hospitales como clínicas, las variables que las personas consideran más relevantes y que más influyen durante la estadía en el centro de salud, son la presencia de un personal cálido, humano y cercano, la entrega de información con lenguaje claro y directo, y el apoyo y rapidez en la atención.
Respecto de la figura del médico, en todos los pacientes se vio que la calidez humana es fundamental para sentirse satisfecho. En el caso de las clínicas, se valora conocer al profesional y tener confianza en él; y en los hospitales, los usuarios ven al médico como un padre y esperan que los haga sentir protegidos.
Lamentablemente, los participantes dijeron no haberse encontrado con esa calidez humana en los médicos. Por el contrario, en clínicas y hospitales describieron la actitud de los médicos como “diostores”. Según los participantes, esa actitud se notaba, principalmente, en el lenguaje formal y técnico que aleja a los pacientes de la posibilidad de entender su propia situación. Manifestaron que eran conversaciones que hacían revivir la inseguridad y la sensación de vulnerabilidad.
El estudio mostró que en casos aislados se hizo referencia a doctores que han ejercido un trato personalizado y han abierto canales de comunicación directa con los pacientes y su familia. Eso, cuando se presentó, generó un sólido sentimiento de seguridad y confianza en los pacientes, y se dio principalmente en médicos jóvenes y pediatras.
Por supuesto, el trato con el médico y los demás profesionales de la salud no fue el único ámbito visto como relevante en la experiencia de la hospitalización. Los tiempos de espera, la calidad de la ambulancia, la eficiencia en el papeleo en el mesón de admisión, la limpieza del lugar y la tecnología de los equipos también fueron nombrados. Pero en el nº1 se lo llevó por lejos la variable “Calidez humana y preocupación” y, desde la perspectiva de los pacientes, es el principal atributo diferenciador entre un centro asistencia y otro.
En este punto no se referían sólo a los médicos. Respecto de los auxiliares de enfermería, por ejemplo, los participantes del estudio describieron un perfil ideal que incluye: calidad humana, empatía frente al dolor, confianza, buena disposición al apoyo físico y ayuda, y delicadeza en los gestos no verbales. El estudio afirma que “transversalmente, los entrevistados perciben a los auxiliares de enfermería como personajes importantes e influyentes en su satisfacción”. No fue algo que expresaran literalmente, sin embargo, en sus relatos muestran que dependen de ellos en los aspectos más íntimos de necesidades básicas, de dolor y vulnerabilidad. Se les percibe como personas con un “poder” (en especial en hospitales públicos), que gira en torno a la situación que viven, marcada por la sensación de dependencia y miedo.
La necesidad de avanzar en este ámbito a nivel país es lo que motivó a que hoy se exija por ley el buen trato a los pacientes. Lo contiene el 2º párrafo de la Ley 20.584, que regula los derechos y deberes que tienen las personas en relación con acciones vinculadas a su atención en salud, y se llama “derecho a un trato digno”. De acuerdo a la ley, ese trato digno debe manifestarse en el uso de un lenguaje adecuado a cada paciente, actitud cortés y amable, llamar a las personas por su nombre, y respetar la vida privada y honra de los pacientes.
Desde el mundo de los médicos, esta exigencia legal en un principio no tuvo muy buena acogida, pues se considera innecesario tener que formular una ley para algo que es un imperativo del ejercicio de la medicina. Sin embargo, se está empezando a reconocer que si la sociedad percibe que hace falta mejorar el trato en la atención de salud, algo de cierto tiene que haber en ello. Por eso, actualmente muchas personas pertenecientes a directivas de centros de salud y de universidades están pensando cómo fomentar la empatía de sus médicos y su capacidad para llegar al paciente. Como lo afirmaban los entrevistados en el estudio del Minsal, hoy no es algo que se trate de manera explícita, por lo tanto los pacientes quedan a la suerte de la formación, personalidad e intuición de cada médico.
Algunas ideas y reflexiones que han aparecido y que podrían replicarse en esta intención de mejorar el trato a los pacientes:
En la siguiente tabla se comparan las visiones de los usuarios que participaron en los focus group del estudio con las visiones de médicos y directores de centros asistenciales entrevistados para la misma investigación. El estudio completo “¿Qué elementos de la atención de salud son, desde la perspectiva del usuario los que más contribuyen a que se sienta satisfecho?”, se encuentra en este link.