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No sería justo hablar de Xerox, sin mencionar lo que hoy nos parece tan rápido y sencillo: copiar un documento. Antes del despertar de las máquinas, la copia era un proceso artesanal, largo y tedioso. Nuestros abuelos conocían las técnicas de ese extinto arte, junto a muchos otros “rituales” que simplemente fueron sustituidos por el toque de un botón.

El problema de “copiar un documento”, por simple que pueda parecer, era tan, pero tan importante en ese momento (a finales de los ‘60), que quien lo resolviera se llevaría millones de dólares en ganancias. Ese fue justamente el tremendo acierto de la empresa Xerox y lo que hace que hoy su nombre sea conocido a lo largo del orbe. Resolvieron un problema que afectaba directa o indirectamente a millones de personas.

Xerox creó un aparato ampliamente conocido y utilizado: la fotocopiadora. Este producto llegó a aliviar el pesado trabajo de las secretarias y trajo a la empresa Xerox reconocimiento mundial junto a “toneladas” de estúpido y sensual dinero. Un dato curioso de este producto, es que venía con un pequeño extintor: la mezcla de papel y altas temperaturas podía generar algo más que una buena copia. La Xerox 914 fue la primera fotocopiadora exitosa comercialmente y el preludio del error más grande de la historia de la tecnología.

En 1970 Xerox creó un centro de investigación en Palo Alto, California llamado Xerox PARC. Aquí se hicieron los más grandes avances en lo que respecta a hardware y software, literalmente se inventó el computador personal, junto a ideas tan buenas, que siguen vigentes hasta el día de hoy ¿te suena conocido el mouse, una ventana o la programación orientada a objetos? Todo comenzó allí.

Buenísimas ideas, malas decisiones

Para lograr innovaciones de ese calibre, se tuvieron que poner a trabajar en un mismo lugar, personas excepcionales. La ventajosa ubicación del centro le permitió “extraer cerebros” desde la Universidad de Stanford, la Nasa, DARPA, etc. Siendo dirigido por un físico experto en resonancia nuclear magnética, con un equipo de investigadores de primer nivel y recursos prácticamente ilimitados. El centro funcionaba con gran independencia y estaba a miles de kilómetros de la casa matriz de Xerox.

Según el director del centro Xerox PARC, pasarían alrededor de 5 o 10 años antes de que se pudiesen cosechar resultados de la investigación. La empresa podía invertir y esperar lo que hiciera falta, pues había vendido miles de millones de dólares en fotocopiadoras y consideraba la investigación como parte fundamental de su identidad. Hasta aquí, parecía difícil imaginar que los logros del centro, serían desaprovechados y hasta entregados en bandeja a la competencia.

En 1973, cuando las bibliotecas eran lo más parecido al Internet y la gente aún no caía rendida a los encantos de una omnipresente pantalla… Xerox tenía en sus laboratorios un aparato que estaba adelantado en más de una década y que parecía traído por un viajero del tiempo: un moderno computador. Por moderno, quiero decir que no era solo un montón de leds o textos aburridos. Sino que tenía su mouse, ventanas, gráficos, conectividad por red, procesador de texto, impresión láser, etc. Esta maravilla se llamaba Xerox Alto y tuvo un rol fundamental en la revolución de los computadores personales: le pateaba el trasero a cualquier otro computador de la época.

Apple hizo un acuerdo con Xerox, que le permitía conocer los avances realizados en su laboratorio. Según Steve Jobs, le bastaron 10 minutos en los laboratorios de Xerox para saber que así funcionarían los computadores a lo largo de todo el mundo. No tardó en traer a todo el equipo de desarrollo de Apple a conocerlo y extraer las más innovadoras ideas del momento. Aunque no todo el personal de Xerox estaba de acuerdo con mostrar sus avances a Apple, no les quedó más remedio que acceder.

Pasó el tiempo y los avances creados en el maravilloso laboratorio, en lugar de ser utilizados por Xerox para crear un producto sin precedentes, fueron ignorados. Mientras que empresas como Apple, IBM y Microsoft no dudaron en dominar el mercado, aplicando muchos de los conceptos que nacieron del eficiente centro de investigación. Este error estratégico terminaría siendo conocido como el más grande de la historia de la tecnología. Si bien Xerox es hoy una empresa exitosa y siempre tuvo productos muy rentables, pudo haber sido decenas de veces más grande. En los ‘70 era una empresa gigante al lado de Apple, que estaba recién comenzando. No obstante, Apple vio la oportunidad que Xerox estaba desaprovechando: eran los computadores y no las fotocopiadoras quienes iban a dominar el mundo.

Computadores "incomprables"

Las patentes le habían traído muy buenos dividendos a Xerox en el mercado de las fotocopiadoras, sin embargo, no aplicó esta experiencia a sus numerosas invenciones en el computador personal, donde pudo haber cobrado a sus competidores por usar su tecnología. Por otra parte, sus computadores eran extremadamente caros, escapando totalmente de los precios que tenía la competencia: el Apple I costaba 666 dólares (unos CLP $440 mil), posteriormente el PC costaría alrededor de 1.600 dólares y el Xerox Alto unos abultados 16.000 dólares (CLP $10,6 millones). Su precio lo posicionó como un equipo accesible solo para universidades y centros de investigación, y solo se fabricaron alrededor de 2.000 unidades antes de su desaparición.

Habiendo tenido varios años de ventaja frente a cualquier competidor y una tecnología increíble, Xerox pudo haber sido la empresa de tecnología más grande del mundo. Su gerente sabía que el futuro estaba en el manejo de la información y no en la copia de documentos, sin embargo no pudo traducir esa lectura a acciones efectivas en el plano comercial. La empresa que comenzó todo, quedó fuera del negocio del computador personal. Las innovaciones creadas en su tremendo laboratorio no recibieron la atención necesaria para convertirse en éxitos comerciales. Mientras tanto, otras empresas trabajaban para arrasar en el mercado del computador personal.

El éxito que Xerox tenía con sus fotocopiadoras, paradójicamente, no le permitió ver con claridad que el premio mayor se escondía en sus propios laboratorios. Su nombre no quedó asociado a su invención, que resultó ser la fuente de inspiración necesaria para hacer del computador personal uno de los inventos más impactantes del siglo XX.

¿Qué lecciones podemos aprender de Xerox?