Desde hace tiempo que me vengo preguntando por qué en Chile no nacen empresas del calibre de Intel, Apple o Samsung. La tecnología llega rápido a nuestro país y es común ver a la gente con aparatos electrónicos de última generación, pero no nos engañemos: aquí difícilmente nacen herramientas de impacto mundial, somos meros usuarios de las maravillas que provienen de otros países. ¿Qué habría pasado si unos emprendedores chilenos hubiesen creado Facebook?, ¿habría sido posible lograr el mismo éxito?
He tenido la oportunidad de discutir esto con científicos, empresarios y empleados públicos. He encontrado diversas perspectivas, pero no una respuesta que me deje tranquilo. Somos los líderes mundiales en producción de cobre, eso indudablemente nos ha permitido “quedarnos en los laureles”, pero si el cobre comienza a bajar nos ponemos nerviosos ¿acaso no aprendimos de lo que nos pasó con el salitre?
Un país con ciudadanos inteligentes, crea riqueza y prosperidad; hay países que con escasos recursos naturales, como es el caso de Japón o Singapur, logran mucho más que otros “ricos” en petróleo y cobre. En estas economías el mayor capital es el conocimiento: un recurso que no se agota y que crece como el interés compuesto.
Alrededor de la mitad de lo que exportamos corresponde a cobre; mientras que los países que admiramos exportan vehículos, aviones y computadoras. No menosprecio el quehacer de la minería, pero creo que es una pésima estrategia poner todos los huevos en esa canasta. Si para el año 2050 el sueldo de Chile sigue siendo principalmente el cobre, nos habremos farreado una oportunidad. En paralelo a la explotación de los recursos naturales, tenemos que sentar las bases para que el país pueda exportar mucho más que materias primas en el futuro.
En países como Corea del Sur, Japón, Alemania, Estados Unidos y Finlandia se gasta entre el 2 y el 4% del producto interno bruto en investigación y desarrollo. En Chile, un tímido 0.4%. A esto sumemos que tienen una mejor infraestructura, y su población una mejor formación. En estos entornos hay también más redes de apoyo, se crea una atmósfera en la que, gracias a casos de éxito previos, hay una mayor disposición a invertir grandes sumas de dinero para hacer escalar una empresa tecnológica y asumir los riesgos que este tipo de inversiones conlleva.
En los países más avanzados, hay aproximadamente entre 4.000 y 8.000 científicos por millón de habitantes, en Chile apenas 427. Además de que son pocos, les pagamos mal y terminan yéndose a los países líderes - fuga masiva de cerebros -. Este es uno de los factores que hace que en nuestro país sea tan difícil que nazcan empresas de la talla de Intel ¿quién aportaría el conocimiento duro que se necesita? Las personas más idóneas, probablemente se fueron a hacer un doctorado o directo a trabajar a EEUU y lo más probable, es que no regresen.
Si revisamos rankings de las mejores universidades del mundo, los países más avanzados, nuevamente figuran en la lista. Pareciera que hay una correlación entre el nivel de sus invenciones y la calidad de su educación. Las empresas más innovadoras, necesitan de buenas universidades de donde conseguir a las personas que las componen. Por ejemplo Google consigue a gran parte de sus empleados de la Universidad de Stanford, una de las mejores universidades del mundo que - claro está - forma a personas altamente calificadas. Lo mismo ocurre con Apple, que atrae a profesionales de la Universidad de Berkeley, nuevamente una universidad líder a nivel mundial conectada a una empresa innovadora. Esto no es una coincidencia, es una relación necesaria. Crear productos de impacto mundial, es más fácil si tienes a las universidades de elite cerca tuyo.
Si tuviésemos en Chile o Sudamérica universidades de la talla de Stanford, serían muy distintas las cosas. Porque cuando muchas personas bien preparadas se concentran en un mismo lugar, comienzan a aparecer empresas, productos y nuevas fuentes de trabajo.
Las empresas a su vez, muchas veces reúnen las condiciones para que las personas desarrollen al máximo su potencial. Por ejemplo, Apple debe parte de su éxito a que existía otra empresa genial llamada Hewlett-Packard, que tenía el ambiente propicio para que un joven Steve Wozniak pudiese desarrollar el talento requerido para crear un computador.
Otro caso notable es el de Nokia, empresa que tuvo tal nivel de importancia en Finlandia, que sus movimientos representaban un 4% del PIB y un 21% de las exportaciones del país. Algunos podrán argumentar que es un país demasiado pequeño, pero exporta cantidades comparables a Chile. Nokia tuvo un gran impacto económico, pero no solo se limitó a ello, se integró con el país a fin de satisfacer la creciente mano de obra que necesitaba. Creó centros de entrenamiento para formar a los técnicos más capaces que su país podía brindar - si bien la empresa perdió su liderazgo - dejó el nombre de Finlandia posicionado en todo el mundo.
Formar grandes profesionales es un proceso lento y para qué hablar de los científicos. Por ello una parte de la ecuación está en la capacidad de atraer gente preparada desde otros países. EEUU es un gran ejemplo de la fuerza que pueden traer las grandes mentes a un país, independientemente de su procedencia. Desde el año 2000, según Forbes, un 40% de los premios nobel norteamericanos son científicos inmigrantes. Existe ya un antecedente histórico algo oscuro: terminada la segunda guerra mundial, EEUU integró a varios científicos alemanes a sus filas. En este caso, ni siquiera se consideró el pasado de algunos de ellos; una decisión éticamente cuestionable.
Si queremos que algún día Chile tenga empresas generando tecnologías de alto calibre, vamos a tener que atraer a gente muy preparada desde otros países y además, crear las condiciones para que los chilenos más capaces se quieran quedar acá.
Hoy es la tecnología el eje central que mueve al mundo, la automatización avanza a pasos agigantados y la población tiene una relación cada vez más estrecha con los computadores. En consecuencia la prosperidad de un país depende cada vez más de su capacidad para generar y aplicar el conocimiento. Para aumentar esta capacidad, sirve la misma estrategia que se usa para crear un gran equipo de fútbol: te traes a los mejores jugadores del mundo. En este caso los jugadores son los científicos y especialistas; los equipos son las universidades y los goles son las empresas de alto impacto mundial.
La buena noticia es que en nuestro país ya comienzan a aparecer organizaciones que buscan justamente eso, potenciar y atraer talento. Un ejemplo de ello es Start-Up Chile: que busca posicionarnos como un polo de emprendimiento tecnológico y de innovación a nivel global. Teniendo sus puertas abiertas, no solo para chilenos, sino que para emprendedores de todo el mundo. Necesitamos más iniciativas en esta línea para algún día exportar tecnología. Además, hay que reconocer que hoy Chile destaca a nivel mundial por su inversión en emprendimiento y cantidad de startups.
Si queremos asegurar el futuro de Chile, tenemos que mejorar la calidad de la educación. En ese contexto, Singapur es un ejemplo: en solo una generación logró pasar de un país subdesarrollado a contar con unos de los mejores sistemas educacionales y un próspero desarrollo económico (pueden leer más al respecto aquí).
Pasamos más de una década de nuestra vida abocados a estudiar, años durante los cuales nuestras capacidades físicas e intelectuales están en su mejor momento. Lo que ocurre en ese período de nuestra vida, determina directa o indirectamente lo que hacemos en las décadas restantes. Si lo llevamos a nivel país, lo que ocurra con los millones de estudiantes que hoy se forman en el sistema educacional, determinará en gran medida las fortalezas y debilidades de los millones de trabajadores que harán este país funcionar. Por eso es tan importante que elevemos la calidad de la educación.
Los estudiantes chilenos no obtienen buenos resultados en relación a otros países y al igual como nos ocurre con las horas de trabajo, tenemos promedio elevado de horas de clases, pero un bajo rendimiento. Acorde a las brechas que tenemos con los países de la OCDE, parte del trabajo pendiente es:
No basta con destinar los recursos, también hay que trabajar para que se gasten eficientemente y realmente lleguen a impactar lo que ocurre en la sala de clases.
La prioridad del país debe estar en potenciar las capacidades intelectuales de sus ciudadanos, creando mejores condiciones para la educación, atrayendo y reteniendo el talento. El país ha avanzado montones en muchas materias, hoy podemos decir que tenemos más oportunidades que las que tuvieron nuestros abuelos. No obstante, aún queda bastante por avanzar en educación. Sobre todo en este momento de la historia, cuando el conocimiento se convierte en el recurso más importante y estratégico.