Años atrás mis amigos me preguntaban por qué insistía tanto en esperar la boleta después de pagar la cuenta en un pub, o a veces en conversaciones sociales, por qué no compraba libros u otras cosas en la calle. Que “entretenido” el tema, podrán pensar, pero por increíble que suene, hay gusto para todo. Por lo mismo, me animé a escribir esta columna para explicar simplificadamente la importancia que tiene pedir la boleta cuando pagamos por algo, y por qué cuando no la exiges se están quedando con tus impuestos y otros efectos que probablemente no habías advertido.

Las personas, sean naturales o jurídicas -como las sociedades-, cuando venden habitualmente alguna cosa en un local o por internet (sí, Mercado Libre u otro portal de compras no los hace exentos), o realizan ciertos servicios que consistan en prestaciones, como corretaje, industria, comercio; materializan operaciones gravadas con el Impuesto a la Ventas y Servicios: el famoso IVA, cuya tasa es de un 19% sobre el valor que tengas que pagar. ¿Y de qué sirve entonces exigir una boleta?

1. Asegura que el impuesto que tú pagaste vaya a arcas fiscales y no al bolsillo del vendedor

Ese impuesto, a diferencia de otro –como el Impuesto a la Renta-, es un impuesto indirecto, y se llama así porque quien lo paga realmente es el consumidor final, es decir, todos nosotros cuando pagamos la cuenta en un restaurant, supermercado, compras por internet, etc. Sin embargo, como sería imposible y un total despropósito que se exigiera a los consumidores pagar el IVA directamente en arcas fiscales cada vez que compraran o contrataran servicios gravados con dicho impuesto, la Ley establece que el vendedor/prestador de servicios debe cobrar el IVA y retenerlo para enterarlo posteriormente en arcas fiscales (esto se llama débito IVA). A este fenómeno se le denomina traslación.

Ese monto recibido por concepto de IVA retenido, se advierte, no forma parte del patrimonio del agente retenedor, sino que es un impuesto ya pagado y por lo tanto de propiedad del Fisco, siendo la boleta la prueba de que tu impuesto será enterado posteriormente (con el monto de la compra marcada por el calco, si es boleta manual. Si el monto está marcado con lápiz pasta directamente sobre la copia que te dan, la boleta está mal dada, pues en el talonario podrían cambiar/reducir la cantidad y por ende el monto del impuesto que pagaste en realidad).

Así, por ejemplo, si compras una bebida cuyo valor es de $1.000, y te entregan tu boleta, el 19% correspondiente a $190, deberá ser entregado al Fisco el 12 o 20 del mes siguiente. Bueno, esta es una idea simplificada, ya que en verdad se hace un cálculo entre el crédito IVA y el debido IVA, calculándose la diferencia. ¿Cómo dice que dijo? Por ejemplo, el panadero, del pan que vendió –débito- descuenta el IVA que pagó al comprar la harina –crédito-, enterando la diferencia.

Entonces, si no te dan boleta, esos $190 no sólo no se irán a manos de su dueño (el Fisco) con posterioridad, sino que quien lo retiene se quedará con el impuesto que tú pagaste y que no era parte del precio por aquello que compraste. Ahora bien, ¿podrías negociar el precio, y así, pedir que la bebida cuyo precio es de $1000 te la vendan en $810? Suena tentador y “justo”, pero no lo es, indistintamente que no creo que un comerciante acepte sin más rebajar sus precios. Y no lo es, por una parte, porque es ilegal –nadie puede vender habitualmente sin dar boleta, es decir, sin retener el IVA del consumidor- y su no cumplimiento puede ser castigado mediante una infracción o multa por parte del SII, tanto para el vendedor como para el comprador coludido. Por otra, porque no es justo para otros consumidores que sí pagan sus impuestos, ni para otros vendedores y prestadores de servicios que sí enteran el IVA que retienen, y que ofrecen un precio competitivo sin necesidad de echar mano a tus impuestos para obtener ganancia en desmedro de su competencia.

2. Asegura la procedencia y calidad de los productos

Además podemos ver un segundo efecto: exigir tu boleta permite controlar el comercio ilegal, cuyo mayor problema, junto con ser una competencia desleal, es la venta de bienes cuya procedencia y calidad no se conoce. En un local establecido, para la autoridad correspondiente es posible saber el origen de aquello que se vende pidiendo las facturas de compra de los mismos. Así, se evita no sólo la reducción de especies robadas, sino que se asegura la calidad de lo que venden, evitando como salió hace poco en los noticieros, se comercialicen pollos sin cadena de frío, o juguetes con pintura con plomo –entre muchos ejemplos. El IVA nada tiene que ver en esto último, cierto, pero para que alguien puedan ejercer una actividad comercial determinada, a veces no basta con dar boletas, sino que debe tener ciertas habilitaciones previas, como podría ser un permiso de la SEREMI de Salud para la venta de alimentos. Así, la exigencia de boleta coopera además con un circulo virtuoso de consumo más seguro.

3. Asegura que quienes vendan/presten servicios, declaren la cantidad real de sus ingresos y paguen sus impuestos correspondientes

Exigir boleta tiene otro efecto positivo, pues permite que el impuesto a la renta de los trabajadores independientes sea justo. Los dependientes la pagan sí o sí, pero quienes "no tienen jefe" pagan tasas distintas dependiendo del monto total de sus ganancias anuales. Por ejemplo, si un trabajador independiente, como retenedor de IVA enteró $1.900.000 por ventas del mes pasado, se puede saber que obtuvo al menos $10.000.000 de ingresos (por la tasa del 19%). Esto permite manejar un parámetro objetivo como punto de partida para dilucidar sus verdaderos ingresos. Aquí el detalle de la tasa, según cada tramo de ganancias:

4. Asegura un uso justo de los beneficios sociales

Con el punto anterior, se surge automáticamente el beneficio de que las ayudas sociales se focalicen en quienes realmente las necesitan y no en quienes burlan el sistema. A fin de cuentas, contribuye al bien común.

¿Qué pensarías si, por ejemplo, alguien que ejerce el comercio ilegal y recibe cuantiosos o “buenos” ingresos (comparado la realidad nacional), obtiene un subsidio habitacional, es atendido gratis o a menor precio de lo que le corresponde en los consultorios u hospitales, recibe bonos, etc., quitándole el “cupo” o la oportunidad a otro que sí paga sus impuestos? ¿Qué pasa con quienes en verdad no tienen otra opción más que la ayuda pública? No es tan extraño oír de personas que aprovechan de recibir beneficios de entidades públicas, porque ante el sistema aparecen como necesitados.

Muchas veces quienes no dan boleta no son comerciantes o prestadores de servicio que se asemejen a la caricatura de la pobre señora que vende hortalizas de su huerta, sino que son medianos o grandes locales establecidos, o grandes redes -cuando no mafias- que ejercen el comercio ilegal o callejero. Si dieran boleta, quizás si se podría demostrar que obtienen ingresos como para pagar impuesto a la renta y mejorar los servicios deficientes de recursos. Serviría para focalizar programas sociales de ayudas en gente que realmente se ve imposibilitada de obtener ingresos reales, y no en quien engaña a las encuestas.

En conclusión, nuestras opciones de consumo no son neutras ni dan lo mismo, pues pueden contribuir a la protección y fortalecimiento del bien común, o a desprotegerlo y atrofiarlo.

Los impuestos, nos gusten o no, permiten que exista la institucionalidad base de la sociedad en que vivimos y cuyos beneficios son mayores a su inexistencia (pensemos, por de pronto, en la salud, justicia o seguridad). Todos vivimos en el mismo país, disfrutando de lo bueno y sufriendo lo malo. No basta con exigir a las autoridades o a los funcionarios públicos que fiscalicen y hagan bien su trabajo, sino que todos debemos colaborar. El bien común o interés general no se conserva a punta de leyes, sino con acciones concretas e individuales de cada uno de nosotros. Pedir tu boleta y evitar el comercio ilegal no te hará merecedor de un premio Nobel u otro reconocimiento en lo inmediato, pero ciertamente será un aporte concreto –y no retórico- a la sociedad de la que formas parte.

Dos datos importantes (para no hacer el loco) 

Hay algunas ferias libres autorizadas por las respectivas municipalidades, donde no se entrega boleta, y cuyo IVA es “tasado” por el SII ante la imposibilidad de su control real. Para que les creamos en esos casos cuando no nos entreguen boleta. 

Por otra parte, desde hace algún tiempo, los locales establecidos no dan boleta cuando se paga con tarjeta de crédito o Redcompra. Ahí, en general, el recibo hace las veces de boleta. Para más información sobre esto, pueden entrar aquí.

¿Es común que no recibas la boleta cuando compras? ¿La pides en esos casos?