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Hace muy poco tiempo cuando alguien me preguntaba el por qué no hacía deporte, yo respondía muy suelta de cuerpo “Es que con cuatro hijos, pega y marido, no tengo tiempo”. Y era raro porque en el mismo día más de alguna de mis amigas me decía con mucha curiosidad “¿A qué hora tienes tiempo para twittear o ver series?” Y ahí, como una revelación divina, descubrí que todos nos compramos frases clichés para justificar ciertas formas de vivir que nos acomodan y nos mantienen en nuestra zona de confort. Entonces me puse a pensar en cuáles son las excusas más recurrentes que he escuchado y les aseguro que al menos una de las siguientes la han ocupado para arrugar en la vida.
Eso es una mentira más grande que el accidente del Cóndor Rojas.
Uno no tiene tiempo solo para lo que NO le gusta. Porque finalmente, si te apasiona el deporte y hasta el día de tu matrimonio juegas una pichanga; prefieres no tener agua a que te corten Netflix; amas más que a tus hijos ordenar los clósets, o la felicidad para ti se llama Xbox, eso demuestra que todos tenemos tiempo para hacer lo que tanto nos alegra el día. Y la pasión nos obliga a ser ingeniosos, buscar la manera, dormir seis horas menos, dejar de hacer lo que todo el mundo asume como obvio y así libremente poder gozar de ese hobby que te hace parecer en un eterno 14 de febrero. Entonces FUERA ese argumento de la falta de horas en el día. Di que no quieres o no te gusta hacer algo, pero no le echemos la culpa al tiempo.
¿Y? El que algo se haya repetido sostenidamente en el tiempo no quiere decir que sea lo mejor, ni siquiera bueno. Hay veces que las cosas se mantienen de cierta manera por falta de creatividad, espíritu crítico e incluso una de las peores plagas del mundo actual: la flojera. “Está en el reglamento”, “Si lo cambiamos la gente se puede confundir”, “Desde 1765 lo venimos haciendo así” no son razones poderosas para mantener una forma de actuar. Una cosa es la tradición, justa y necesaria, otra es la rigidez. Es importante estar dispuesto a repensar, a mirar con humildad algo que tal vez necesita un cambio y tener la valentía para darse una vuelta de carnero sin asco. Para mí un gran ejemplo de esto es la competencia folclórica del Festival de Viña… o digámoslo sin vergüenza, el momento en el que el Monstruo se para a comprar lomitos y la gente en la casa va a hacer pipí. Asumámoslo. No estamos más conectados con la música chilena por ese segmento que va a las 5:43 de la mañana. Ya no funciona y la bolsa mundial no se va a caer si lo cambiamos.
TODOS PODEMOS FALTAR AL TRABAJO. Bajémonos del pony un ratito y miremos las cosas en contexto. Que tu jefe te tenga convencido que eres más importante que Obama y que si no vas a la oficina la Onemi levantará las alertas puede ser gratificante para tu ego, pero nada más. Todos somos reemplazables y tal vez los procesos presenten dificultades si un día no estás. Pero la paz mundial está salvaguardada si te tomas un fin de semana largo y te aseguro que nadie va a morir. Así es que reserva con tranquilidad en ese hotel, yo te doy permiso.
Tinder no financia esta columna. Es más… no me gusta Tinder y creo que más de algún sicópata va a terminar matando a alguien gracias a esa red social. Pero sí creo en las citas a ciegas y sobre todo sí creo en mis amigos. Cuando me las he querido de dar de Cupido con ese pobre compañero de universidad que está comiendo pizza helada un sábado en la noche y viendo por sexta vez Terminator, no falta el que ha mostrado su escepticismo con mi iniciativa y me ha tirado el titular “es que encuentro freaks las citas a ciegas” o “prefiero conocer a alguien espontáneamente”. En buena, si en los últimos 2 años estás más solo que cobrador de peaje y ya estás chato de bailar con tus primas en los matrimonios, abre tu mente y dale una oportunidad a esta alternativa. Porque además, hoy todo es mucho menos riesgoso en términos de expectativas: con Facebook puedes saber hasta el vestido que ocupó la lola en la fiesta de graduación. Lo mismo para ustedes chiquillas, si les queremos presentar a un candidato, confíen en que no les mandaremos a uno que le guste Arjona o al que se saca una selfie contigo en la primera cita para mandársela a su mamá. Buscaremos a la persona que creemos que te puede hacer feliz o al menos una noche entretenida. Y si resulta ser un fiasco ¿qué importa? No pasa nada y siempre te puede venir esa jaqueca repentina que te obligará a volver a tu casa temprano. Pero ¿si resulta ser un éxito? Más vale correr el riesgo, digo yo.
Me asombra mucho que a los 30 años una persona declare que no quiere tener más amigos. Es como decir “En los próximos 40 años iré siempre al mismo restaurant” Con esto no quiero decir que un amigo te termina aburriendo o hastiando como un plato de machas (confieso que jamás me aburriría de ellas). Si no que a los 30 años (o la edad que sea) es fuerte no querer aumentar los vínculos emocionales, conocer otras visiones de mundo y contar con más amigos a los que puedas llamar ante un problema o una buena noticia. Porque los amigos antiguos también pueden ir alejándose y lo que te gustaba hacer con ellos en el pasado hoy lo encuentras francamente fome o simplemente ya no viajas por el mismo carril de ellos. Mis grandes amigas son del colegio, con ellas bailo en llamas cuando suena Roxette, nos reímos de nuestros peinados terribles de los '90 y siempre están ahí incondicionalmente. Pero también se han ido sumando nuevas y potentes amistades que me han hecho muy feliz. Que me han dado una mirada distinta y enriquecedora de la vida, a las que les puedo dar mi clave de mail con total confianza, con las que no tengo que urgirme si me pongo traje de baño y a las que les puedo decir con honestidad brutal que se están equivocando. Entonces vivan las nuevas amistades, no nos cerremos en nuestro pequeño y confortable mundo y agreguemos más contactos buena onda en el celular.
Buscando frases para cerrar de una manera inteligente esta columna (algo que probablemente no lograré) encontré muchas que me gustaron. Sin embargo ésta es la que plasma de manera más completa lo que intento transmitir y que me encantaría poder tatuarme en la mente “El optimista siempre tiene un plan, el pesimista siempre tiene una excusa”. Así no más… sin anestesia.