Los papás de Agustín (dos años y medio) no saben qué hacer. El pequeño se acuesta muy tarde pese a sus esfuerzos por que siga la rutina que tienen establecida. Apagan la televisión dos horas antes de dormir, come, lo bañan y a la cama. Le leen un cuento, apagan la luz, lo acompañan unos minutos y luego lo dejan en su pieza con la luz apagada. Pero Agustín no se duerme, sino que se levanta de la cama, prende la luz y se pone a jugar. Otras veces simplemente va a la pieza de sus padres, quienes se pasan horas tratando de que el niño concilie el sueño.
Les sugirieron que eliminen o acorten la siesta, pero no están convencidos por que todavía es muy pequeño. Despertarlo es una misión imposible que lo deja el resto del día mal genio y cuando no duerme siesta, la irritabilidad lo acompaña hasta la noche. Y en las oportunidades que no duerme siesta, también le cuesta quedarse dormido.
Alrededor de los dos años, los niños están descubriendo por sí mismos el mundo que los rodea y quieren explorarlo, por lo que a muchos de ellos, dormir les parece una pérdida de tiempo. Así mismo, la ansiedad de separación, las ganas de estar despiertos con su papá o mamá y la tendencia a llevar la contra, propia de la edad, hace que situaciones como la que vive Agustín se repitan con frecuencia.
Que él no quiera dormir no significa que no lo necesite, por lo que sus padres tendrán que evaluar bien si es el momento para que deje de dormir o si es que tienen que reestablecer la rutina de siesta.
La siesta es importante porque el niño durante su primera infancia experimenta un acelerado desarrollo físico y mental, y dormir durante el día le permite al cuerpo y mente el tiempo de descanso que necesita para crecer y reponer fuerzas. Así mismo, evita que los niños lleguen a estados de agotamiento que repercuten negativamente en su estado anímico y en la noche les hace aún más difícil conciliar el sueño.
Sin embargo, a pesar de que la siesta es muy importante para los niños, sobre todo hasta los 3 años, hay que considerar que cada niño es diferente y tiene necesidades particulares, por lo que no hay que tomarla como una norma absoluta, sino como una respuesta a las necesidades del pequeño.
Cualquiera sea la decisión que tomen los padres, es importante considerar que la transición para dejar la siesta requiere tiempo y paciencia, por lo que no basta con uno o dos días. Se requiere de consistencia y paciencia, esperando a que el niño se adapte a las nuevas rutinas, lo que puede tardar hasta varias semanas.
La palabra siesta viene de la expresión de los romanos 'hora sexta' que utilizaban para identificar el periodo entre las 14 y las 16 horas donde descansaban.
Cada niño es diferente, por lo que no existe una receta universal que indique la cantidad de horas de sueño que se requiere a cada edad. Solo existen estimaciones. Por lo tanto, es fundamental conocer bien al propio hijo y su comportamiento, para ser capaces de leer cuándo está bien descansado.
Otro factor a considerar es la cantidad de horas que el pequeño duerme en la noche. Un niño que duerme de 8 de la noche a 8 de la mañana, tal vez necesitará menos horas de sueño durante el día, que un niño que duerme de 9 de la noche a 6 de la mañana.
A pesar de que no hay una cantidad exacta, se pueden establecer algunas aproximaciones de cuántas horas de sueño requieren los niños en cada edad:
Existen ciertos indicadores que pueden ayudar a discriminar si nuestro hijo no está teniendo la cantidad de horas de sueño que efectivamente necesita. Deberíamos preocuparnos cuando observamos que el niño:
Si su hijo presenta alguno de estos comportamientos, considere la posibilidad de modificar su horario de sueño. Si realiza dichos cambios y el pequeño sigue presentando los síntomas, se sugiere pedir ayuda al pediatra para que lo oriente. Tal vez tenga un trastorno del sueño.
Si tras evaluar la situación, los padres estiman que el niño requiere aún de la siesta, es recomendable que implementen las siguientes medidas:
Si su hijo ya dejó la siesta por completo, procure que tenga durante el día algún momento para descansar después de almuerzo. Pasar una hora sin participar en juegos muy activos les hace muy bien. Esto puede ser dejándolo en su pieza con luces bajas o con menos juguetes a su alcance.