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Requiem por una retroexcavadora: 9 lecciones del primer año y medio de gobierno

El gobierno de Michelle Bachelet dio por cerrado un ciclo marcado por el entusiasmo reformista e inició otro, bastante más moderado, para frenar una fuerte caída en popularidad y una abrupta reducción presupuestaria. ¿Qué lecciones se pueden aprender de este período?

Por Marco Canepa @mcanepa | 2015-07-15 | 15:00
Tags | economía, política, gobierno, retroexcavadora, Piñera, Bachelet, Estado, país, leyes, reformas, impuestos, educación
"El secreto para andar rápido no está en pisar fuerte el acelerador, sino en saber cuándo y cuánto frenar para tomar las curvas"
Claves
1. Demandas no son soluciones.
2. Objetivos no son resultados.
3. Evolución es mejor que revolución.
4. Los acuerdos no son optativos.
5. No se puede andar siempre rápido.
6. Las expectativas hay que superarlas, no inflarlas.
7. Concentrar el esfuerzo.
8. Hacer las pérdidas rápido.
9. La economía es indispensable.
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Hace poco más de un año y medio, Michelle Bachelet y la Nueva Mayoría celebraban el triunfo más rotundo de la historia reciente de Chile en una elección presidencial y parlamentaria. Por primera vez desde el retorno a la democracia, contaban con la Presidencia, una mayoría abrumadora en ambas cámaras del congreso, una oposición completamente desarticulada y una sonora demanda ciudadana por una serie de transformaciones estructurales que calzaban maravillosamente bien con el ideario de los partidos que conforman el bloque de gobierno. No parecía existir, por lo tanto, nada que impidiera avanzar con facilidad en la serie de profundas, pero necesarias reformas a la educación, seguridad social, impuestos, trabajo y otros, que integraban el grueso del plan de gobierno.

Pocos en el oficialismo habrían predicho, en ese momento, que tan solo un año y medio después, ellos mismos estarían aplicando los frenos -y en algunos casos, incluso la reversa- a estas transformaciones; con el bloque, su presidenta y las reformas mostrando niveles de apoyo históricamente bajos; con las calles una vez más rebosantes de manifestaciones, marchas y paros, y con economistas moderados liderando una vez más el comité político y económico de La Moneda, hablando de "realismo" y "priorizar", ante un evidente enfriamiento de la economía.

Aún quedan muchas incógnitas sobre este nuevo período de "realismo sin renuncia" que ha inaugurado el gobierno: si se abrirá una etapa de más diálogo o se seguirá privilegiando el uso de las mayorías; si se seguirá intentando avanzar en todo, pero con plazos más largos y alcances más limitados, o se escogerá sólo aquellas reformas más fundamentales para concentrarse en ellas, o se dará un giro y se repensarán las soluciones propuestas. Pero cualquiera sea la opción escogida, es de esperar que se tomen en consideración algunas lecciones de la etapa previa, que me ha parecido prudente resumir aquí:

Lección 1 - Demandas no son soluciones

Todo paciente tiene síntomas y una teoría de lo que le pasa, pero si los médicos dejaran en manos de los pacientes el determinar cuál es su afección y su tratamiento, los primeros no tendrían trabajo y los segundos estarían bajo tierra. Un buen médico sabe escuchar los síntomas de sus pacientes, pero realiza su diagnóstico en base a los conocimientos y experiencia de su disciplina, para finalmente prescribir un tratamiento apropiado, ojalá lo menos invasivo posible.

Así mismo, la ciudadanía tiene muy claros sus problemas (síntomas) y tiene demandas muy válidas que se expresan en una visión ideal del futuro; pero dada la complejidad de la realidad, rara vez tiene claridad sobre las verdaderas causas de sus problemas o el modo apropiado de resolverlos y transitar hacia esa visión ideal de la vida. De hecho, los políticos tampoco tienen las respuestas. Y es precisamente por eso que estos últimos, que son los que "prescribirán" la solución, debiesen mostrar tanto o más rigor y cuidado que un médico al generar un diagnóstico y determinar un tratamiento apropiado, no desde sus propias suposiciones, sino desde el conocimiento disponible: encargar estudios, consultar expertos, revisar experiencias internacionales, hablar con todos los involucrados y llegar a consenso. La OCDE provee manuales de "buenas prácticas" para casi todos los problemas que un Estado debe enfrentar, bueno sería que aprovecháramos más sus informes.

De haber aplicado "oído médico" al clamor ciudadano por una gratuidad educativa, fin al lucro en educación, estatización de la seguridad social, eliminación del FUT, etc. ¿qué hubiésemos descubierto?. Probablemente, que más allá de las soluciones específicas propuestas desde la calle, y más que la "igualdad" que propone la izquierda o la "libertad" que defiende la derecha, la verdadera aspiración de la gente es la de "seguridad(es)": Seguridad de que no perderán el trabajo arbitrariamente. Seguridad de que no se irán a la ruina por enfrentar un problema médico. Seguridad de que jubilarán con una pensión digna. Seguridad de que sus hijos tendrán una educación que les abra puertas y que no se endeudarán de por vida intentando obtenerla. Seguridad, en el fondo, para construir desde ese piso sólido la vida que ellos deseen, con total libertad.

Así, era más importante ofrecer soluciones viables que apuntaran a entregar esas seguridades, ojalá al menor costo y de la manera menos conflictiva y traumática posible, que comprometerse prematuramente a realizar los cambios maximalistas que se habían popularizado durante la campaña y que, al intentar llevarse a cabo, empezaron a mostrar todos los costos y efectos colaterales que implicaban. Lo que nos lleva al siguiente punto...

Lección 2 - Objetivos no son resultados

Un popular dicho afirma que "En teoría, la teoría y la práctica son lo mismo; pero en la práctica no es así". En pocas palabras, la teoría lo aguanta todo y en su abstracción es muy fácil establecer reglas generales que aplican a todo evento y de las que se obtendrán resultados ideales. Pero es en la cancha de la realidad, que es donde debe jugarse el partido de las políticas públicas, la cosa es mucho más enredada, y es allí es donde los grandes planes tecnocráticos suelen mostrar la hilacha, como ya probó la puesta en marcha del Transantiago, cuyos efectos seguimos sintiendo hasta hoy.

Creer, por ejemplo, que se podía hacer un alza y reestructuración significativa de impuestos que recaudara varios miles de millones de dólares más, sin que tuviese ningún impacto en los precios que paga la clase media, el empleo, la inflación o el crecimiento (y por tanto, en la recaudación), demuestra el nivel de abstracción sobre el que se estaba operando. Irónicamente, la reforma que tenía que dar combustible al programa de gobierno, terminó siendo la que le puso la lápida, al frenar en seco la economía. Así mismo, otras reformas en curso podrían (si le creemos a sus detractores) provocar efectos contrarios a los deseados, como una mayor segregación en educación (si se provoca una masiva salida de colegios subvencionados y universidades para convertirse en particulares pagados, producto de las rigideces que impone la gratuidad universal) o una precarización del empleo (si la reforma laboral lo rigidiza demasiado).

Por supuesto, no se trata de no atreverse a hacer cambios, incluso grandes, o de solo escuchar las voces catastrofistas que defienden el statu quo, sino de tener la humildad de reconocer que no se manejan todas las variables ni se puede reducir la complejidad de la realidad a una explicación simplista y unidimensional de causas y efectos. Si se reconoce eso, se pueden tomar medidas para hacer los cambios de manera tal de disminuir el riesgo de equivocarse. Lo que nos lleva al siguiente punto.

Lección 3 - Evolución es mejor que revolución

Mencioné anteriormente el concepto de "seguridad" como uno que está enclavado en lo más profundo de las aspiraciones humanas. Pues bien, ¿qué resultaba más amenazante para esa seguridad, que un repentino, profundo e incierto cambio en casi todas las áreas de la vida de los chilenos? (salud, educación, pensiones, impuestos, trabajo, etc.). De ahí que el símbolo de la "retroexcavadora", acuñado por el senador Quintana al afirmar que se destruirían "los cimientos del modelo neoliberal", se haya vuelto tan tóxico para el gobierno y haya terminado siendo usado como arma favorita en su contra.

Cierto, la promesa es que esas reformas proveerán mayores seguridades para la gente que los sistemas existentes. Pero el hecho es que se está reemplazando lo conocido por lo incierto (no por nada, la "incertidumbre" ha sido la razón número uno para explicar la caída de la inversión privada y el consumo). La gente puede haber apoyado los objetivos finales de las reformas que se planteaban, cuando era un concepto abstracto y el camino para llegar a él aún no era tema; pero en la medida que ese cómo se fue dibujando, y sus costos y efectos colaterales se fueron haciendo evidentes, la preocupación empezó a crecer hasta el punto que el rechazo superó el apoyo a las reformas.

Y no se trata sólo de un problema emocional de la gente, sino de un aprendizaje de vida. Una y otra vez hemos debido reconocer a la fuerza que, como seres humanos y especialmente como chilenos, nuestra capacidad de planificación es bastante limitada; como lamentablemente probó el Transantiago o nuestra escasa preparación para el terremoto del 2010, y nuevamente para el aluvión del norte. Dado nuestro historial, parece bastante lógico construir sobre lo avanzado, haciendo las correcciones de una en una, en lugar de pretender dar, de golpe, con un nuevo sistema infalible.

Lección 4 - Los acuerdos no son optativos

La repentina desaparición de la oposición como contrapeso político, eterno chivo expiatorio para explicar por qué durante dos décadas la Concertación optó por administrar y perfeccionar el modelo heredado de la dictadura en lugar de reemplazarlo por otro; creó la ilusión para algunos en el nuevo bloque de gobierno, de que ya no era necesario buscar consensos más allá de las propias huestes para llevar adelante los trascendentales cambios que se habían planteado, y dada la premura, no había mucho tiempo para discutir nada. De seguro esperaban un pataleo del empresariado y "los poderes fácticos" (sea lo que sea que eso signifique), pero siendo estos una minoría bastante impopular con la cuál llegar a acuerdo sería "imposible" sin transar el "corazón" de las reformas, no había que preocuparse mucho de ellos. La "gente" estaba con los cambios.

No pasó mucho tiempo para que se dieran cuenta de que este diagnóstico era erróneo y que habían muchos más grupos de interés y de presión que los que habían identificado, y escucharlos hubiese sido valioso. Los primeros golpes llegaron desde donde menos lo esperaban: primero la ASECH (asociación de emprendedores) se mandó un video bastante duro en contra de la reforma tributaria, advirtiendo que mataría a todos los pequeños emprendedores de Chile. Luego vinieron los padres y directores de colegios particulares subvencionados advirtiendo del cierre de colegios; los rectores universitarios y desde ahí, no pararon de aparecer nuevos grupos de presión a poner contrapeso a las demandas que durante el gobierno anterior habían prácticamente monopolizado los estudiantes. Incluso estos últimos, sumados a los profesores, terminaron alzándose también contra las mismas reformas que habían solicitado (aunque por causas completamente distintas, como veremos más adelante).

Queda claro que cuánto más compleja y profunda una reforma, mientras más posibles ramificaciones y efectos tenga esta, más importante es identificar e involucrar tempranamente a tantos actores relevantes como sea posible (incluso los de la otra vereda ideológica), escucharlos de verdad, explicarles claramente el alcance de las propuestas, tomar en cuenta sus observaciones, acordar cambios y repetir el proceso una otra vez hasta llegar a un nivel de consenso razonable, tomándose el tiempo necesario; incluso si uno tiene el poder suficiente para no necesitar hacerlo. Es un proceso lento, tedioso y frustrante, que sin duda no calza con el entusiasmo revolucionario de algunos, pero que es indispensable para el éxito de cualquier reforma significativa en democracia. Y esto nos lleva a la quinta lección.

Lección 5 - No se puede andar siempre rápido

Lo primero que descubre un piloto amateur cuando lo llevan a una pista de carrera, es que el secreto para andar rápido no está en pisar fuerte el acelerador, sino en saber cuándo y cuánto frenar para tomar las curvas de manera óptima, sin perder tracción ni desperdiciar energía, cosa de volver a acelerar lo antes posible. No bajar la velocidad a tiempo implica un frenazo mucho mayor más tarde, y el no despreciable riesgo de terminar contra un muro.

Desgraciadamente, esto último fue precisamente lo que ocurrió. Producto de la sensación de "ahora o nunca" que se apoderó del bloque de gobierno, la urgencia pasó a llevar toda prudencia, al punto que, por ejemplo, la reforma tributaria se aprobó en la cámara baja casi sin discusión e ignorando todas las advertencias y solo recibió correcciones de última hora en el Senado, que terminaron creando un engendro que ya no pocos llaman a rediseñar apenas un año después de aprobado. Como dicen, "el que trabaja mal, trabaja dos veces".

Se podrá decir que el gobierno de Piñera también hizo del "sentido de urgencia" su modus operandi, pero sus reformas eran harto menos ambiciosas y su piloto tenía bastante más experiencia en eso de conducir a alta velocidad que la Presidenta, que es de un carácter más cauto y reflexivo. 

La lección, entonces, es clara: a cada proceso hay que darle el tiempo que merece, y mientras más complejo sea este y menos acuerdo haya en cuanto a cuál es la mejor solución, más tiempo debe dársele. El costo de hacer las cosas mal es mucho mayor (en dinero, tiempo y daños) que el de tomarse el tiempo en diseñar bien. "No se debe ahorrar en ingeniería" dicen los constructores.

La buena noticia es que, en todo caso, sí se tomaron ciertas precauciones, no tanto en el diseño, pero sí en la implementación de las reformas: varias de ellas consideraron un proceso gradual de instalación, que ha permitido identificar sus falencias antes de que el grueso del daño haya ocurrido, lo que abre la posibilidad de introducir correcciones oportunas. La pregunta es si existirá la voluntad política de hacer los cambios antes de que sea demasiado tarde.

Lección 6 - Las expectativas hay que superarlas, no inflarlas

Otra característica compartida por los dos últimos gobiernos, y que resultó muy dañina para ambos, fue el no saber manejar las expectativas. En ambos casos se optó por inflarlas más allá de lo manejable, el primero con la idea de un "gobierno de excelencia" donde la improvisación y los errores pasarían a la historia (por eso el fiasco del "mejor censo de la historia" fue tan vergonzoso); mientras el segundo ofreció la ingenua promesa de que el Estado pasaría a hacerse cargo de todas las demandas sociales en un período de cuatro o seis años, promesa que muchos advertimos rápidamente que sería imposible de cumplir. Para peor, el gobierno siguió ampliando la lista de beneficios a medida que perdía apoyo, en un intento de recuperar el favor popular, pero logrando justo el efecto contrario: mientras los detractores veían sólo nuevas amenazas en el horizonte, los partidarios se impacientaban ante la creciente lista de pendientes por cumplir y la dispersión de los recursos que esperaban llevar a sus propias causas.

Gobiernos que han sido más discretos y que han navegado crisis económicas (como fue, de hecho, el anterior gobierno de Bachelet) donde las expectativas eran mucho más acotadas, han logrado con mucho mayor éxito mantener el apoyo popular, pues han priorizado cumplir más allá de lo que podían prometer, en lugar que prometer más de lo que podían cumplir. 

Esto parecen finalmente haberlo entendido en La Moneda, iniciando un proceso de moderación de expectativas que sin duda tendrá un costo en popularidad inicial, pero que en el largo plazo puede ser el salvavidas que devuelva a la administración Bachelet a la línea de flotación.

Lección 7 - Concentrar el esfuerzo

Un ex comandante del ejército con el que hablé alguna vez, me explicaba a propósito de un tema comercial de la empresa que gerenciaba, que la primera regla de la guerra es "concentrar el esfuerzo". Es decir, ocupar todos tus recursos, energía y concentración en lograr un único objetivo estratégico valioso y alcanzable, antes de moverte al siguiente; en lugar de dispersar tus fuerzas en una veintena de objetivos simultáneos. La lógica detrás de esto es evidente: si intentas hacer todo a la vez, no harás nada bien, y la multitud de frentes te abrirá a ataques desde todos los flancos.

Ahora bien, un gobierno no puede darse el lujo de avanzar sobre una sola área, dada la infinita cantidad de problemas que debe abordar, pero ciertamente no le conviene transformar cada una de sus áreas de acción en un campo de batalla, como intentó este gobierno, ni diluir su acción en un millar de pequeños avances imposibles de comunicar, como hizo el anterior (de ahí que a Piñera se le acusara de "falta de relato" o una idea fuerza y reforma emblemática que pudiese simbolizar la totalidad de la gestión).

Una forma de avanzar en múltiples frentes a la vez, es tomar el camino de menos resistencia, que rara vez es el más directo o rápido, pero que a la larga permite llegar más lejos y conservar mejor las energías; eligiendo las batallas cuando sea más conveniente darlas. En este caso, ese camino era el del diálogo sincero y amplio con todos los actores, llevando los proyectos al Congreso solo una vez que tuvieran mayoritario respaldo. 

Lección 8 - Las pérdidas hay que hacerlas rápido

Tanto en los escándalos que involucraron directamente al ejecutivo (los negocios de la nuera de la Presidenta y las boletas de Peñailillo), como en el caso de la desaceleración económica que ponía en riesgo las reformas, lejos lo más criticado fue la resistencia de La Moneda a reaccionar oportunamente a las crisis que se le generaban e intentar seguir como si nada pasara. Mismo problema que vivieron los partidos políticos con sus propios escándalos, muy especialmente la UDI, intentando justificar lo injustificable y victimizarse en lugar de reconocer sus errores. Los silencios, omisiones y excusas abrían amplio espacio a interpretaciones, sospechas y críticas de contrincantes y aliados, empeorando la situación en lugar de mejorarla.

Como resulta obvio, un factor elemental de la confianza de la población en sus autoridades, es la honestidad y sinceridad, y aquello no se puede sostener si uno no admite sus errores oportunamente (y no cuando ya no queda otra salida). Es cierto que en el mundo político cualquier oportunidad es tomada por los rivales para patearte en el piso, por lo que la reacción natural es intentar jamás demostrar debilidad ni admitir errores que se puedan ocultar o minimizar; pero en una era en que la información fluye como el agua y ya no es dominio de los medios, sino de las redes sociales, y los políticos tienen cada vez menos credibilidad, se hace progresivamente menos relevante lo que digan tus adversarios y mucho más importante lo que diga la gente común. Y ese es un partido que se juega con una estrategia totalmente diferente.

Además, no reaccionar a tiempo ante un problema -tal cual ocurre con una enfermedad que el paciente se niega a reconocer- solo le permite crecer hasta hacerse inmanejable. El mejor momento para extirpar un tumor es cuando aún es pequeño y así mismo debe ser con cualquier metida de pata que ose minar los esfuerzos de un gobierno. 

Lección 9 - La economía es indispensable

Tal vez la lección más dura, especialmente para aquellos que siempre han mirado al empresariado con desconfianza, es que el impacto en la economía y las perspectivas empresariales, guste o no, es un factor inescapable a la hora de evaluar cualquier plan gubernamental, especialmente aquellos que tienen directo impacto en los tributos y el empleo.

Sin crecimiento no hay torta que repartir; sin presupuesto no hay programa gubernamental que sea sostenible, y sin creación de empleos no hay programa social que sea capaz de sacar a la gente de la pobreza, como ha quedado dolorosamente claro una vez más. Alzar impuestos permite más ingresos sólo si la economía sigue su curso, pero cuando el alza interrumpe ese crecimiento, anula sus beneficios y hasta resulta contraproducente. Una economía estancada le pone la lápida, tarde o temprano, a cualquier proceso reformista que requiera de la billetera fiscal para llevarse a cabo.

"Discutámoslo todo, pero que la economía funcione" decía Edgardo Boeninger, ministro secretario general de la presidencia durante el gobierno de Patricio Aylwyn, y ese parece un buen criterio para considerar de aquí en adelante, si queremos sacar adelante las transformaciones que Chile tanto necesita.

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Comentarios
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Claudio Lorca | 2015-07-15 | 16:01
5
Un muy certero análisis de la realidad, ojalá los llamados líderes de opinión tomen en cuenta estas lecciones y dejen de lado el cálculo político de la chimuchina en términos de los votos que podrán ganar. Ojalá también pongan énfasis en la lección 7 y concentrar los esfuerzos en lo que realmente "necesita" la gente y no necesariamente en lo que más "grita". No deja de ser inaceptable que lo primero que se pusieron de acuerdo en hacer con su mayoría en ambas cámaras es tener más Diputados y Senadores.
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Axeel Campos | 2015-07-15 | 16:47
8
Notable articulo, mis felicitaciones al Sr. Marco Canepa.
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Rafael Fribla Castro | 2015-07-15 | 18:02
5
Muy bueno el articulo.

Me acorde de un comentario que leí hace un tiempo en el que decía que la clase política esta totalmente desconectada de la realidad. Por lo expuesto en este articulo parece que es así.

Saludos.
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Mauricio Melo | 2015-07-16 | 10:59
3
Marco; tu analisis me parece excelente y refleja claramente lo que siempre he pensado, y es una de las razones por las que me gustaria participar en una nueva politica, orientada a las personas y no a los partidos, que busca mejorar la calidad de vida de todos los integrantes de la sociedad, buscando acuerdos.. no el tipico "yo gano, tu pierdes" que es el tema que existe en estos momentos.
Siempre es un agrado leer tus publicaciones, tanto asi, que no hare ninguna broma, lo cual es raro en mi!, saludos!
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Sebastián Guerrero C. | 2015-07-16 | 16:39
4
Felicidades Marco Canepa, otro artículo tuyo que sumo a mis favoritos del Definido (como el de las AFP con cotizaciones al nacer).

Una lección que me queda y he sentido, es que no es necesario destruir para hacer algo mejor, si en casi 200 años de República hemos construido una gran nación, debemos usar lo hecho para corregir y avanzar, no destruir los pilares que sostienen nuestra Sociedad (Como bien dice la lección 5).

Además es interesante que un gobierno que se hacía dueño de las inquietudes de la Sociedad fue la misma Sociedad Civil la que le reclamó con fuerza, como las pymes, los estudiantes, los profesores y los rectores. La falta de oído y la ceguera del idealismo ha cobrado cuenta. Solo mencionar que desde la democracia los ministros de Hacienda de Chile destacaban como los mejores de la región y hayamos tenido que destituir a uno luego de 26 años intachables.

Espero que el gobierno sea sabio, porque finalmente no importa que partido esté en el poder, ya que es una institución republicana, que como todos, quiere lo mejor para el país. Esperemos que obre con prudencia y diálogo.
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Katherina Gallardo | 2015-07-16 | 18:10
2
¡Excelente artículo! Espero que nuestros políticos tengan estas cosas tan claras como las tienes tú.
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Francisco Javier Pérez Hofmann | 2015-07-19 | 12:07
1
Canepa, te las mandaste, muy certero tu análisis.
Me quedaría hacerte una pregunta, ¿Crees que se trata sólo de un fallo en el hacer, o crees que inexorablemente hay un nivel de ineptitud en los participantes del gobierno?
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Marco Canepa | Editor | 2015-07-20 | 12:01
0
Eso solo lo podría saber si los conociera en persona. Además, siento que el quedarnos en la discusión de quiénes son los culpables o si son ineptos o no, no nos ayuda a resolver los problemas.

Mejor fijarnos en las lecciones, aprender de ellas y ojalá generar estructuras que impliquen mayores obligaciones y responsabilidad a los políticos, porque hoy en día, sin importar el tamaño del error o negligencia, las consecuencias para ellos son mínimas: la mayoría de las veces se ven a lo sumo obligados a hacer un "reconocimiento" público (oops, arruiné su vida. Sorry.) y en el peor de los casos pierden el cargo.

Soy de la idea de que toda persona que esté en un cargo público, debería por obligación atenderse en los mismos servicios que le toca administrar.
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Francisco Javier Pérez Hofmann | 2015-07-20 | 21:01
1
Pucha, ahí discrepo completamente contigo, una falla en el proceder versus una falla en el individuo que procede no puede ser indistinto.
Como en el ejemplo que pusiste de las carreras profesionales, uno puede tener la mejor estrategia de detenciones y cargas de combustible, pero si el tipo que maneja va y se planta contra una muralla por no escuchar, todo se va al carajo.
No lo veo como una discusión menor.
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Marco Canepa | Editor | 2015-07-22 | 10:50
0
Obvio que no es menor y que ambas cosas están intimamente ligadas, pero no puedo juzgar a una persona sin conocerla (al menos no publicamente). No me quería meter a apuntar dedos, porque no en este diario no buscamos culpables (eso ya lo hacen todos los demás). Además, si cambias la gente pero mantienes la mala estrategia, igual terminarás mal.

Evidentemente se tienen que elegir los equipos apropiados para cada tarea, pero ojo que históricamente gente extraordinariamente inteligente ha cometido errores brutales, no por incapaz, sino porque se les encargo o quisieron cambiar cosas que superan las capacidades de cualquier individuo o equipo de expertos, y no hay casos más evidentes que en los intentos megalómanos de inicios del s.XX de crear ciudades "perfectas", ciudadanos "virtuosos" y nuevas sociedades, que terminaron en el más absoluto fracaso.
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Eduardo Muñoz | 2015-07-19 | 21:59
1
Un excelente artículo, con un análisis bastante profundo y acertado sobre nuestra realidad. Ojalá más algún político lea esto, pues nuestros "honorables" necesitan una cachetada de realidad.
¡Saludos!
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Fernando Retamales | 2015-07-20 | 13:02
0
Habría que agregar el éxito de la publicidad negativa: la Oposición tuvo mucho más éxito en asustar a la población con respecto al impacto negativo de las reformas que el Gobierno en explicar por qué eran necesarias y qué habría de pasar antes que rindieran frutos. Estamos mucho más abiertos a vaticinios catastróficos que a explicaciones lógicas; es por eso que 20 años después todavía hay gente que cree que las vacunas causan autismo por el "mercurio". Y los desastres políticos Penta/Caval/SQM no hicieron más que profundizar el desastre de RRPP para la política chilena.

A todo esto, ¿a qué te referías con que "(...)los estudiantes. Incluso estos últimos, sumados a los profesores, terminaron alzándose también contra las mismas reformas que habían solicitado (aunque por causas completamente distintas, como veremos más adelante)"? Creo que me desconcentré, pero no vi la continuación con este punto. Gracias.
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Marco Canepa | Editor | 2015-07-22 | 10:40
2
Hola Fernando,

Respecto a lo primero, si bien es cierto que las malas noticias y augurios pegan más fuerte que los buenos (¡no lo sabremos nosotros, que llevamos años luchando contra eso!), creo que igual hay que preguntarse por qué la oposición, que ha sido completamente inepta durante años para enfrentar a Bachelet o a las ideologías de izquierda, repentinamente "tuvo éxito" en su "campaña del terror" como le dicen.

Yo creo que la explicación es que la oposición ¡no tuvo éxito!. La oposición no ha hecho nada más que tratar de escapar del aguacero del caso Penta y sigue con tanta o más baja credibilidad que nunca. La anticampaña no surgió de la oposición, sino de la gente misma: directores, padres, trabajadores, especialistas, emprendedores. Por eso tuvo impacto, porque surgió de gente con credibilidad, con gente que sabe lo que hace, que lleva años trabajando en los temas que se pretenden modificar o que sufrirá las consecuencias.

Por eso digo que el gobierno se hizo la zancadilla solito y por eso lo de "salir a explicar las reformas" no ha tenido ningún resultado. No hay una "campaña del terror", lo que hay es miedo legítimo y transversal ante la abundante evidencia de que las cosas se estaban haciendo mal.

Sobre lo segundo, la parte en que me refiero a la oposición de los profes y alumnos viene en el punto 6, sobre las expectativas:

"Para peor, el gobierno siguió ampliando la lista de beneficios a medida que perdía apoyo, en un intento de recuperar el favor popular, pero logrando justo el efecto contrario: mientras los detractores veían sólo nuevas amenazas en el horizonte, los partidarios se impacientaban ante la creciente lista de pendientes por cumplir y la dispersión de los recursos que esperaban llevar a sus propias causas."

Los estudiantes son los partidarios, en mi teoría. Porque no se oponen a la idea, sino que la encuentran insuficiente.
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Fernando Retamales | 2015-07-22 | 12:18
0
Gracias por la aclaración. Y es cierto, nuevamente se le sprometió a los estudiantes (y profesores) escuchar sus inquietudes para luego hacer algo completamente distinto; la diferencia es que esta vez dichos estamentos no se confiaron.

Con respecto a lo primero, creo que varios de los opositores con "credibilidad" tenían intereses creados en que las reformas no se llevaran a cabo o estaban conectados de alguna forma con la Oposición; la asociación de apoderados de colegios subvencionados es el mejor ejemplo. No es que encuentre que sus preocupaciones e intereses sean ilegítimos, para nada, pero sí creo que, en algunos casos, la lucha era por privilegiar un interés propio antes que velar por el bien del país en conjunto.
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Alejandro Carrasco | 2015-07-20 | 15:33
1
No se pueden tener políticas del primer mundo en un país tercermundista
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Marco Canepa | Editor | 2015-07-22 | 10:33
1
Depende de tu definición de "política del primer mundo".

Si hablamos de políticas redistributivas bien pensadas y bien ejecutadas, no solo podemos, sino que debemos.

El problema, es justamente que fuimos muy "tercermundistas" en la manera de enfrenar un cambio tan grande: a la rápida y sin discutirlo bien.
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Sergio Ossa | 2015-07-21 | 11:49
0
Muy bien Marco!
Excelente columna!Se agradecen las miradas sin sesgo.

La frase "Es cierto que sin crecimiento no hay mas torta que repartir" me parece que es lo que ha llevado al país a la situación de desigualdad actual.
Creo que la torta ha sido lo suficientemente grande por mucho tiempo, pero hay personas que no saben repartir.

Saludos
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Marco Canepa | Editor | 2015-07-22 | 10:31
1
¡Hola Serio!

Creo que estás confundiendo creación de ingresos con redistribución de ingresos. Lo que ha provocado la desigualdad es lo segundo, no lo primero.

100% a favor de redistribuir, pero sin sin dejar de crecer, porque cuando la economía se reduce, los primeros que se quedan sin pega y sin plata son los más vulnerables, y ahí la desigualdad empeora, no mejora.
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David Aránguiz | 2015-07-26 | 19:21
0
Llegué un poco atrasado, pero en fin. Un par de comentarios:

Me parece que uno de los principales problemas es la ineptitud del gobierno. Está logrando la genialidad de no dejar casi a nadie contento, salvo los sectores conservadores de la NM y gran parte del empresariado. La izquierda no está contenta porque las reformas son timoratas y la derecha tampoco porque en el fondo quiere más bien el statu quo, sin cambios profundos. A eso se suma el desorden, improvisación y "venta de humo".

Ojo con la idea de que las reformas puedan frenar el crecimiento. Muchos expertos rechazan ese concepto. De hecho, Chile está creciendo más que el promedio de Latinoamérica. Incluso el programa original de la NM era bastante moderado, ni siquiera se acercaba mucho a un sistema socialdemócrata (tipo sistema de bienestar europeo) ni al resto de América en términos de carga impositiva, etc. La misma ONU recomienda inversiones fuertes en educación y OOPP en respuesta a desaceleración.

Saludos
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