Nos tienen rodeados. La publicidad está en todas partes: nos llega por la TV, por la radio, los diarios, en la calle, en Twitter, Facebook… dentro del Metro, en las micros, en los portales de noticias, en las revistas, algunas películas utilizan placements para que la publicidad “pase piola”, he visto carteles promocionando productos en los urinarios de restaurantes y discotheques. ¡Si hasta nos llaman por teléfono para ofrecernos seguros de vida y planes de celular!
Aunque no lo queramos, es un hecho: somos sometidos a diario a un bombardeo de marcas, logotipos y slogans. Son miles de invitaciones a consumir, una lluvia de ofertas y tentaciones. Los publicistas –los he visto trabajar, sentados alrededor de una mesa, frente a un pizarrón-, se devanan los sesos buscando la forma de destacar en medio de una jungla de afiches, pantallas LED y luces de neón. ¿El objetivo? Lograr que sus productos se conviertan en una necesidad, en parte de tu propia identidad: que no quieras una bebida, sino una Coca-cola, que no salgas a comprarte unas zapatillas, sino unas Converse… y así las marcas se cuelan en nuestro vocabulario y billetera.
¿Cómo sobrevivir a este “acoso” publicitario? Les quiero proponer un juego que, al menos a mí, me ha servido de técnica para convertir la publicidad en una herramienta para ser una mejor persona (aunque no siempre lo consiga). Lo he bautizado como “El juego de los slogans”.
El sistema consiste en aplicar los slogans de las marcas a nuestras propias vidas, invitándonos a reflexionar en torno a la forma en que nos relacionamos con los demás. Déjenme ilustrarlos con un par de ejemplos: vas en bicicleta por un parque y te topas con una enorme gigantografía de Entel… ¿El slogan? “Vivir mejor conectados”. Entonces en lugar de pensar si tu plan de celular es el apropiado, haz un poco de introspección: ¿cuán conectado estoy con mi familia?, ¿hace cuánto que no hablo con mis amigos? Puede sonar cursi, pero me parece más sano que el estrés que puede generar la publicidad y ese subliminal “necesitas algo innecesario”.
Otro ejemplo: Entras al banco y lees en la puerta “hablamos mirándote a los ojos”. Un buen slogan del banco Falabella para pensar sobre nuestro comportamiento con aquellas personas que no conocemos, pero con las que interactuamos a diario (la cajera del supermercado, el chofer de la micro, el garzón, etc.) ¿Miramos a la gente a los ojos, con amabilidad?
En lugar de andar “paveando”, el juego de los slogans puede ser entretenido y edificante. Les quiero dejar algunos slogans para que se vayan ejercitando: Santa Isabel “te conoce”, Hábitat “me explicó y yo entendí”, Coca-cola “la felicidad tiene un color”, Claro “que tienes más”, Homecenter “tu hogar en las mejores manos”, Copec “primera en servicio”, Fantasilandia “la diversión total”, Jumbo “te da más”, BBVA “adelante”, McDonald´s “me encanta”, El Mercurio “diariamente necesario”, Sprite “las cosas como son”, Apple “think diferent”, Movistar “compartida, la vida es más”, L´Oréal “porque yo lo valgo”, LG “life is good”, Starbucks “descubre, disfruta”, Mall Plaza “hay vida en tu plaza”, Adidas “nada es imposible”…
Recuerdo que hace un par de meses decidí volver a mi casa caminando desde el trabajo. Estaba decidido a ir a pie desde el metro Los Leones hasta el barrio Lastarria… me fui a buen ritmo, jugando con los slogans que me aparecían en el camino. Pero a la altura del Puente del Arzobispo me comencé a sentir cansado y dije “mejor tomo el Metro”. Cuando iba bajando las escaleras me topé de frente con una publicidad de Johnnie Walker que decía “keep walking”. La señal fue tan potente que no me quedó otra que “seguir caminando”. Fue así como un whisky consiguió que hiciera ejercicio.
“El juego de los slogans” puede disfrutarse en familia y generar interesantes conversaciones. Imaginen una sobremesa respondiendo a la pregunta ¿qué otras cosas, como el Milo, “te hacen grande”?
Si tuvieras que ponerle un slogan a tu nombre, ¿cuál sería?, ¿qué slogans inspiran tu vida? Los invito a desconectar de las propuestas publicitarias e imaginar un mundo en el que los slogans funcionan de verdad y mejoran nuestra calidad de vida. Y si te da vergüenza hacerlo o lo encuentras ñoño… te respondo como Nike: Just do it.