Cuando estamos ofuscados o frustrados, es fácil pensar que el mundo es una mierda. Y hechos para justificar nuestra apreciación nos sobran. Frente a esa perspectiva, lo único que nos queda es conformarnos con la mugre de mundo que nos tocó vivir y tratar de pasarlo lo “menos peor” posible. Personalmente creo que ese tipo de juicios tienen mucho más que ver con el tipo de vida que estamos viviendo que con una visión objetiva del estado del mundo actual, ya que dudo que alguien pueda tener una visión objetiva de algo tan inmenso. La gracia es que si entendemos eso, las herramientas para cambiar el mundo, nuestro mundo, están en nuestras manos. Solo necesitamos saber cómo.
Entrevistaban a un diseñador en su casa súper estilosa y le preguntaban cuál era la clave para tener un hogar tan cool. La respuesta podría sonar obvia por simple, pero en la práctica nos cuesta tener esa visión. Él explicaba que lo importante era no pretender adornarla completa de una vez, sino poco a poco, sin apuro, atento cada día a los pequeños detalles que se podrían cambiar. Y el resultado es que vivía en un lugar increíble, en que cada detalle era genial y en el que se notaba que todos los objetos tenían una historia. Planteado de la forma que él lo hacía, no parecía una meta tan difícil de alcanzar. Y si aplicáramos el mismo método para nuestra vida… ¿No creen que podríamos, con el tiempo, llegar a cambiar por completo el mundo en el que vivimos? Yo creo que sí, y sin mayor esfuerzo.
A continuación les presento el “método Barbón” para cambiar el mundo en 5 pasos:
Paso 1: Piensa por un segundo en cómo es el mundo en el que te gustaría vivir. Las condiciones son solo dos: no puedes pedir ser quien no eres y no debe depender de cambiar lo que tienes. No te enfoques en cómo son las cosas, sino en cómo te gustaría que la gente, que tú mismo, se relacionara con ellas. En la forma en que nos tratamos mutuamente, en la forma en que se hacen los negocios, en la forma en que nos comunicamos, que nos relacionamos con los animales, con la ecología, en qué gastaríamos el tiempo. No pienses en “lo correcto y lo incorrecto”, sino en qué crees que nos haría bien a todos para el espíritu.
Paso 2: Olvídate por completo de que aquello que pensaste es válido para el resto. Esa visión que acabas de tener es válida para ti e imponérsela al resto es agresivo y estéril, pero no por eso debes desistir de caminar en esa dirección, ya que es tu camino. ¿Demasiado trabajo para una sola persona? ¡Tranquilo! Vamos paso a paso.
Paso 3: Teniendo en cuenta el cómo visualizaste el mundo, mira la vida que llevas actualmente. Hazlo de la forma menos crítica posible. Tu vida es como tenía que ser, porque tu historia te llevó ahí. Ahora, mirando tu vida, piensa en el cambio más pequeño que podrías hacer para incluirle una ínfima porción de ese mundo en el que te gustaría vivir. ¿Te parece difícil? Entonces estás pensando en demasiado grande, busca algo más pequeño, mucho más pequeño, algo que sea tan fácil de hacer que te resulte inexplicable el no estar haciéndolo ahora mismo.
Paso 4: Lleva a cabo ese cambio. Si no te resulta hacerlo, busca otro más pequeño, hasta que encuentres un cambio que puedas implementar.
Paso 5: Una vez implementado el cambio, consolidado en tu vida, vuelve al Paso 1. Ojo, no vuelvas al Paso 3, porque cada vez que hacemos cambios en nuestra vida, nosotros también cambiamos y nuestras necesidades, opiniones y visión cambian con nosotros.
Puede sonar ingenuo, pero no, de verdad que no los estoy estafando. Hacer cambios pequeños en la vida personal realmente cambia el mundo. Si eliges metas fáciles de alcanzar, en poco tiempo habrás acumulado muchas pequeñas modificaciones, que te aseguro implicarán un gran cambio en tu vida. Lo que pasa es que perdimos la fe en las repercusiones que tienen los pequeños actos. Estamos demasiado preocupados de cambiar las grandes injusticias universales y pretendemos que se solucionen con grandes actos heroicos que somos incapaces de realizar. No nos damos cuenta de que el camino es gradual y requiere pequeños actos mucho menos gigantescos de lo que parecen: regalar algo que te sobre, saludar con una sonrisa en el ascensor o al chofer de la micro, disminuir el consumo de plástico, twittear algo positivo cada día, llamar a alguien con quien no hablas hace tiempo, agradecer a tus papás por ser tus padres.
Y un cambio en nuestra vida no solo repercute a nivel personal. Todo nuestro entorno se verá afectado. Son actos muy pequeños, pero que tienen un impacto mucho mayor del que imaginamos y, más importante aún, de lo que somos capaces de ver. Porque son actos mínimos que, sin darnos cuenta, en muchas ocasiones tocan el corazón de otras personas. Y no hay acto más potente que tocar el corazón del otro, porque su impacto es geométrico.
Por eso yo les aseguro que es posible, pero para que resulte tenemos que recuperar la fe en los pequeños cambios. Porque para cambiar el mundo tenemos que partir por nuestra vida, y para cambiar la vida tenemos que hacerlo con pasos pequeños, liberándose de las expectativas exageradas y las imposiciones culposas. Así podremos hacerlo sin esfuerzo y con mucha, mucha alegría y pasión.