Guía para padres, mentira, niños, enseñar, ejemplo
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Guía para padres: La paradoja de Pinocho

¿Cómo puede un niño aprender que no debe mentir, cuando le enseñamos a no hacerlo diciéndole que de lo contrario le crecerá la nariz, lo cual es en sí mismo una mentira? Cuando se trata de las mentiras infantiles, la mayoría de las veces, los culpables son los padres.

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2013-10-17 | 21:45
Tags | Guía para padres, mentira, niños, enseñar, ejemplo

José y Marta están tremendamente angustiados ya que no saben qué hacer con su hijo Carlos de 9 años que miente en forma permanente, tanto en la casa como en el colegio. Cada vez que él rompe algo o saca algo que no le pertenece, la mamá pregunta quién fue y él culpa a su hermano menor. En el colegio inventa historias para justificar sus faltas de responsabilidad, tales como no haber traído sus tareas porque le robaron el cuaderno o no tener los materiales porque su mamá no se los pudo comprar, cuando la realidad fue a él a quien se le olvidó pedírselos. A su vez, inventa historias para impresionar a los compañeros, diciendo que se va a ir a un viaje o que en su casa tiene una iguana de mascota.

La importancia de la verdad

Enseñar a decir la verdad a los niños es parte fundamental de la educación valórica que los padres deben entregar a sus hijos. La honestidad es un principio fundamental sobre el cual se basa la confianza y, por ende, sustenta la convivencia humana. Esta dimensión comienza a educarse desde edades tempranas y una de las principales formas de inculcarla es a través del ejemplo y la actitud de los padres. 

Los niños entre los 2 y 6 años aún pueden confundir la realidad y la fantasía, por lo que es necesario ir poco a poco ayudándoles a discriminar qué cosas son reales y cuáles pertenecen al ámbito de su imaginación.

Muchas veces los padres exigen al niño que diga la verdad, pero no se dan cuenta de cómo ellos son modelos negativos en relación a este tema. Una situación que se da con frecuencia es que llaman por teléfono al padre y éste no tiene ganas de contestar, por lo que le dice al niño que mienta diciendo que no está. O cuando un pariente invita a la familia a almorzar y los padres no quieren ir, contestan que ya tenían un compromiso previo, cosa que no es cierta y que el niño escucha. Así va aprendiendo que en vez de ser sincero, puede decir una mentira para ahorrarse un mal rato.

Del mismo modo, hay muchas enseñanzas que sustentamos sobre mentiras, como por ejemplo, cuando le decimos al niño que no mienta porque si lo hace le crecerá la nariz. Este inocente dicho encierra una gran contradicción, ya que por una parte le exige al niño que diga la verdad, pero por otro lado, se sustenta sobre una mentira, de manera que el niño queda atrapado en una paradoja. Desde que es bastante pequeño puede constatar, en su vida cotidiana, que cuando falta a la verdad su nariz no sufre ningún tipo de cambio. Lo único que le queda del dicho es que sus padres le piden que diga la verdad, pero ellos no la dicen

Predicar con ejemplo

Para enseñar al niño a decir la verdad, es fundamental que en la familia se viva un clima de sinceridad y transparencia. Tenemos que tomar conciencia de que lo decimos y hacernos responsables de ello. A su vez, tenemos que ser capaces de transmitir al niño que más vale asumir las consecuencias de nuestros actos que inventar una mentira para evitar las propias responsabilidades. Es necesario mostrarles que al mentir a otros, a la larga sólo nos engañamos a nosotros mismos. A su vez, es importante mostrarles que las personas que mienten tarde o temprano son descubiertas, por lo que el resto deja de creer en su palabra y pierden la confianza.

Mentiras: ¿Síntoma de algo más grave?

Es importante tener claro que a partir de los 7 años, los niños ya poseen la capacidad de diferenciar la fantasía de la realidad, por lo que es poco esperable que sigan inventando muchas historias y mentiras. Si esto ocurre en forma reiterada y exagerada y no cede frente a las intervenciones de los adultos, será necesario preguntarse si hay algo en la vida del niño que pueda estar generándole sufrimiento, ya que este tipo de conductas puede ser un síntoma de algún problema emocional o un sentimiento de falta de afecto. De ser así es necesario pedir apoyo a un especialista. 

Cómo enfrentarlo

José y Marta reflexionaron respecto a cuál podía ser su responsabilidad en relación a las frecuentes mentiras de Carlos. Tomaron conciencia de que muchas veces ellos inventaban pequeñas mentiras, las que denominaban “piadosas” para tratar de quedar bien frente a alguien o para evitar un problema. De este modo, Carlos había ido aprendiendo que la mentira era un camino válido y fácil para solucionar problemas. Por otro lado, los padres se dieron cuenta que con su actitud de excesiva exigencia tampoco ayudaban a Carlos a decir la verdad. Cada vez que él, por descuido o accidente rompía algo y los padres preguntaban quién había sido y él respondía con la verdad, se llevaba un reto o castigo tan grande, que el niño fue aprendiendo que era mejor inventar una mentira

Cuando los padres entendieron que las faltas de honestidad de su hijo tenían que ver con sus propias actitudes, se propusieron realizar las siguientes acciones para ayudar a Carlos a decir la verdad:

- Se preocuparon de eliminar de raíz las mentiras dentro de su familia, incluso aquellas que pudiesen parecer muy benignas, ya que se dieron cuenta del impacto de su ejemplo. Cuando no querían ir a almorzar a la casa de un pariente dejaron de decir que tenían otro compromiso y respondieron dando las gracias, pero explicando que en ese momento preferían quedarse en su casa. 

- Regularon el nivel de exigencias en la vida diaria, ya que se dieron cuenta que el ambiente de excesiva crítica y rigidez estimulaba al niño a mentir como una forma de evitarse castigos o reprimendas.

- Felicitaron al niño por decir la verdad en situaciones complicadas. Cuando Carlos fue capaz de decir la verdad al haber sacado y perdido una linterna de su padre, éste se dio cuenta que la sinceridad de su hijo era mucho más importante que el error cometido. Por esto le dijo “estuvo mal haber sacado mi linterna sin mi permiso, pero para mí es más importante que hoy me hayas dicho la verdad y te felicito por eso”. Así el niño se dio cuenta de que la honestidad era realmente algo valorado en su familia. 

- Conversaron con el niño mostrándole que si bien la mentira le podía servir en forma momentánea para salir de un problema, al final lo llevaba a sentirse mal consigo mismo porque le hacía sentirse “malo”, culpable e incómodo.

- Se preocuparon de transmitir una aceptación incondicional. Marta se dio cuenta de que muchas veces su hijo inventaba historias ya que no quería perder el afecto y la aprobación en su casa o con sus compañeros. Se preocuparon de dar los espacios para que Carlos pudiera decir lo que pensaba o sentía, aún cuando esto no coincidiera con la opinión de sus padres. De este modo, el niño empezó a sentirse genuinamente valorado y aceptado y tuvo menos necesidad de inventar historias falsas. 

- En las ocasiones en que el niño volvía a decir una mentira, se preocuparon de no seguir etiquetándolo como “mentiroso” y menos de avergonzarlo y dejarlo en evidencia frente a otros. Por el contrario, decidieron hablar con él en forma privada y tranquila, mostrándole las consecuencias de faltar a la verdad.

Es muy importante que como padres seamos ejemplo de honestidad, mostrándoles que la verdad, por más doloroso o difícil que sea enfrentarla en algunas situaciones, a la larga nos da la libertad de desenvolvernos tranquilos por la vida.

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Comentarios
den l | 2013-10-19 | 21:50
1
¡Qué difícil es predicar con el ejemplo! Muchas veces los papás son doble estándar, y retan por cosas que ellos mismos hacen.
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