El Reino Unido se encuentra sumido en la crisis política que rodea al contencioso proceso del Brexit ante la fecha límite del 29 de marzo. A pesar de que esta tragicomedia de teatro político lleva varios años desarrollándose, el drama llegó a su nivel máximo la semana pasada. En la política, como en la negociación, a veces se hacen amenazas con la esperanza de que el miedo motive a la contraparte a actuar. Veamos cómo estas tácticas de presión han marcado el tono de las últimas semanas en Londres.
El 12 de marzo, la Primera Ministra Teresa May intentó revivir el plan de salida de la Unión Europea (UE) que su gobierno negoció con los líderes de la Unión durante los pasados dos años. Sin embargo, por segunda vez, el plan May fue derrotado en la Casa de los Comunes del Parlamento británico. La mayoría que votó en contra su plan, estuvo compuesta —por segunda vez- tanto por miembros del Partido Laborista como por miembros del Partido Conservador.
May se encuentra abatida, pues se enfrenta a fuertes disidencias dentro de su propio partido, particularmente frente a quienes opinan que el Reino Unido debería darle un portazo a la Unión Europea y no mirar hacia atrás. Como les hemos contado en publicaciones anteriores, los sectores más euroescépticos del Partido Conservador británico son partidarios del llamado “Brexit duro”, y opinan que el plan May representa un “Brexit blando” e incompleto, particularmente con respecto a la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte.
Aun así, May intentó resucitar su ya rechazado plan de salida utilizando la inminente fecha del 29 de marzo como mecanismo de presión. Pero esta táctica no funcionó, ya que algunos parlamentarios están en contra de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, mientras que otros consideran que el plan May mantiene demasiados lazos con la Unión.
Acto seguido, la noche del 13 de marzo, el gobierno de May presentó ante el parlamento una medida preguntado a los parlamentarios si estos estaban en contra de que el Reino Unido entrara en la incertidumbre de salir de la Unión Europea el 29 de marzo, sin la ratificación de un plan de separación. Naturalmente, la esperanza del gobierno era que la mayoría de los parlamentarios votarían a favor de esta medida ya que, al eliminar la opción de marcharse sin plan de separación, la única posibilidad de divorcio sería el moribundo plan de la Primera Ministra May.
Sin embargo, un grupo de parlamentarios moderados le impuso una enmienda al texto de ley presentado por el gobierno, conocida como la enmienda Spelman. El texto enmendado declara que bajo ninguna circunstancia y en ningún momento el Reino Unido se separa de la Unión Europea sin un plan mutuamente negociado. A pesar de que el gobierno de May se opuso al texto enmendado, el parlamento aprobó la medida por un margen de 321 contra 278.
A pesar de que esta votación le da tranquilidad a muchos en el Reino Unido que temen por el peligro de una separación abrupta y accidentada, May insiste en que una salida sin acuerdo sigue siendo una posibilidad real. El gobierno de May avanza esta idea principalmente porque el miedo de una salida sin las garantías que provee un acuerdo, es lo único que puede motivar a la opinión pública y a los parlamentarios a apoyar al impopular plan May.
Por último, el 15 de marzo, el parlamento votó a favor de solicitar una extensión del famoso articulo 50 ante la Unión Europea para que la salida del Reino Unido no ocurra el 29 de marzo, sino que más adelante. Intencionalmente, la resolución aprobada por el parlamento no especifica un margen de tiempo para la extensión, sino que declara que será “corta” (semanas) si hay un plan de salida, mientras que será “larga” (meses) si no hay acuerdo. Esta ambigüedad estratégica es producto de un último intento por parte del gobierno de May de resucitar su impopular plan.
Si el plazo es “largo” y se extiende más allá del mes de mayo, el Reino Unido tendrá que participar en las elecciones generales de la Unión Europea y elegir a sus diputados ante el Parlamento Europeo en Bruselas para un periodo de cinco años. Naturalmente, este ejercicio electoral y lo que representaría tanto política como económicamente, asusta a los antieuropeos en el Reino Unido, que tan solo quieren deshacerse de una vez de todo aquello relacionado a la Unión Europea. Ante esta realidad, se espera que la semana del 18 de marzo, la Primera Ministra May busque revivir su rechazado acuerdo por tercera vez al presentarlo como una posibilidad de que la extensión solicitada a la Unión Europea sea “corta”.
Otra movida de Theresa May para que su plan obtenga el apoyo necesario entre los escépticos del Partido Conservador, sería pactar su retirada del puesto de Primera Ministra dentro de un plazo determinado. Esto, con la promesa de que el puesto de jefe de gobierno será ocupado por uno de los líderes euroescépticos del Partido Conservador. Así, ella podría intentar por última vez revivir el moderado acuerdo que su gobierno negoció intentando conciliar a todo el espectro político.
Entre los cabecillas euroescépticos del Partido Conservador que podrían aspirar al puesto de Primer Ministro, se encuentra el exalcalde de Londres y exministro de relaciones exteriores, Boris Johnson, al igual que el exministro encargado del Brexit, David Davis. Tanto Johnson como Davis fueron miembros del gobierno de Theresa May y ambos renunciaron en el 2018 como protesta ante lo que consideraban las posturas “tibias” de la primera ministra frente a la UE.
Parecería que ahora, con la garantía de que una salida sin acuerdo no será aprobada por el parlamento y con el plan May rechazado en dos ocasiones, sería natural que el próximo paso sea regresar a la mesa de negociación en Bruselas. Sin embargo, si algo hemos aprendido en los últimos meses, es que los líderes políticos en el Reino Unido nunca se rinden.
Por un lado, los máximos impulsores del Brexit todavía creen en que una salida sin un plan negociado es posible e incluso preferible. Por otro lado, los líderes del Partido Laborista y de la oposición al Brexit están impulsado la idea de un segundo referéndum, parecido al que se celebró en junio del 2016, con la esperanza de que esta pesadilla termine con un pueblo británico reconciliado y decidido a permanecer en la Unión Europea.
Las próximas semanas prometen ser las más convulsionadas que el proceso del Brexit ha vivido hasta ahora. La inhabilidad de la Primera Ministra May de proveer una alternativa creíble y popular para la salida de la Unión Europea, podría provocar un segundo referéndum, un voto de desconfianza en contra de la Primera Ministra o incluso una moción parlamentaria solicitando la organización de nuevas elecciones generales. Hasta el momento, las maquinaciones de los que desean un Brexit duro conjugadas con las de aquellos que se oponen al gobierno de May y los que se oponen a la salida de la Unión Europa, han logrado paralizar cualquier avance sustancial respecto al Brexit y poner en jaque al gobierno de Theresa May.
Desde la sorprendente votación del pueblo británico en junio de 2016, la saga del Brexit no ha dejado de sorprender y todo parece indicar que queda bastante por ver.