*Esta nota fue publicada originalmente en 2017.
Aunque en la constitución Chile se define como un Estado unitario, y a pesar de que predomina en el imaginario colectivo la tradición folklórica de la zona central, no podemos negar que, gracias al mestizaje y al intercambio con nuestros vecinos, Chile es un país culturalmente diverso.
Más allá del huaso y la cueca campesina típica, son muchas las danzas y ritmos que forman parte de nuestra tradición. Expresiones que reflejan el carácter mestizo de nuestra nación y las distintas formas de hacer chilenidad.
Hoy, en el día mundial del Folklore venimos a contarte de tres ritmos que forman parte de nuestra raíz y que debes conocer. Para hacerlo, contamos con la participación de dos destacados músicos nacionales que nos aportaron con su visión sobre cada uno de ellos.
Se trata del músico y docente Óscar Latorre, líder del conjunto folklórico Así e’ la cosa y autor del libro Guitarra chilena: método de ritmos tradicionales, que condensa diez años de investigación y estudio del folklore chileno con cultores de todo el país. Te contamos de él en este artículo que puedes leer aquí.
Junto a él, nos aportó con su conocimiento el percusionista y gestor cultural Francisco “Panchote” Bascur, que es intérprete de música latinoamericana, reconocido por su rescate de la música de raíz mapuche con la banda Kalule y con el cantautor Colelo Hueche. Actualmente se encuentra trabajando en la producción de un documental titulado El llamado de Ulkantün, que investiga las diversas formas de canto mapuche a lo largo del territorio conocido como ngulumapu, que comprende todo el territorio mapuche al oeste de la Cordillera de Los Andes.
Si bien es un baile originario de Bolivia (y estamos futbolísticamente enojados con ellos), el caporal merece reconocimiento por ser una danza ampliamente difundida en el Norte Grande de nuestro país y parte importantísima de la fiesta de La Tirana y del carnaval andino “Con la fuerza del sol” de Arica.
Óscar Latorre nos cuenta: “el caporal refleja lo que fue el periodo de la esclavitud en América Latina. Esta danza, hermana de la saya que practicaban los afrobolivianos, representa lo que fue el trato negrero del ‘patrón’ con sus peones o sirvientes. El maltrato fue un acto cotidiano que tenían que soportar los esclavos y esclavas y que vemos hoy en día reflejados en esta danza donde los hombres bailan con un látigo, machete y con cascabeles, para mostrar los utensilios que eran utilizados contra ellos, y también para protestar contra ese dictador. La mujer en esta danza no llevan utensilio: esto se puede atribuir a que su labor era la de servir a los peones y al patrón, sin dejar de lado el hecho de que el maltrato y abuso también caía sobre ellas.”
Precisamente, caporal era el nombre que recibía el capataz de los esclavos negros durante los tiempos de la colonia en Bolivia.
El baile es dirigido por un bailarín que representa al capataz, al que los hombres y mujeres responden con tono desafiante, un poco más violento de parte de los bailarines hombres. Mientras todo esto ocurre, grandes bandas de bronces acompañan con música.
“Como te contaba, el caporal es un danza hermanada con la saya, por lo que el caporal no existe como ‘canción’. El caporal se baila con saya”, aclara Latorre.
Inspirado en los movimientos del ñandú y concebido para fines ceremoniales, el choike purrün es uno de los ritmos más potentes y conocidos de la cultura mapuche. Sus intérpretes visten un poncho sobre los hombros y danzan dando saltos con los brazos extendidos, tomando las puntas del poncho con las manos en simulación de alas.
“Hay un acento en el choike purrün que está basado en el sonido del cultrún, y es una base rítmica súper ligada al trance. Es una forma rítmica que está pensada para que vaya con danza, por lo tanto tiene que tener una consistencia, un peso, y ciertos acentos que generen esa danza, ese trance. Si tú tocai candombe, después de media hora ya no eres la misma persona. Lo he visto con compañeros que tocan percusión, y yo creo que el choike en ese sentido tiene lo mismo”, explica Francisco.
El choike purrün es una danza ritual que forma parte importante de la ceremonia del ngillatun, en la que la comunidad se conecta con el mundo espiritual para pedir fertilidad y bienestar. Es un baile grupal, y se realiza alrededor del rewe o altar sagrado.
“El choike se distingue harto por sus acentos, sobre todo en el primer tiempo, y por la apoyatura (nota de adorno) previa a la llegada del primer tiempo. En esa apoyatura va un golpe abierto, pero presionado, que le da la onda al choike.
Nosotros ahora con el documental nos hemos dado cuenta de que, por ejemplo en San Juan de la Costa, usan banjo, usan bombo, usan clarines en otros lados… Y claro, tú le preguntas a una persona que no es del territorio y te va a decir que eso no es mapuche, pero tú les preguntas a ellos y te dicen que sí. Tuvieron que adaptarlo por las circunstancias, porque se les prohibió tocar los instrumentos y tuvieron que tocar con los instrumentos que las mismas misiones de la Iglesia les dejaban. Y es el mismo relato que tiene el blues, que tiene el candombe, que tiene la música peruana. Son reciclajes culturales: hacer la música que tienes con la hueá que tengai a mano.”
Al igual que el caporal, el chamamé es un género musical nacido fuera de Chile, pero ampliamente apropiado por los pueblos de nuestro país. Nacido en la provincia de Corrientes, en el nororiente de Argentina, el chamamé se caracteriza por su ritmo ternario, con compases de 3/4 o de 6/8, por el protagonismo de la guitarra y el acordeón y por su vigorosa danza, que lo han llevado a ser apropiado como parte del folklore de Paraguay, Bolivia, Uruguay y de la Patagonia Chilena.
Nos explica Óscar: “a mi juicio, el chamamé es uno de los géneros más lindos que tiene la Argentina, dadas las características de su composición como género, donde se unen lo índigena con lo europeo. Si bien es un estilo nacido en el país hermano, se ha extendido por gran parte de América Latina, adoptándolo y adaptándolo cada pueblo según la localidad y/o país donde se cultiva. En Chile, precisamente en la Patagonia, se cultiva el chamamé de forma muy similar en su conformación al chamamé argentino, pero con características propias que lo diferencian: las melodías, el tipo de raqueteo (rasgueo) y una de las características más notorias, la velocidad. Esto es porque son en su mayoría instrumentales, tocados a una velocidad rápida. En Argentina es distinto, allá hay chamamés instrumentales y cantados, lento y rápidos.”