Roxana lleva 7 años esperando. Por mientras, su sobrina nació en el living, porque la ambulancia tardó más de dos horas, su campamento está en emergencia sanitaria y 1 de cada 4 personas no sabe leer. Un escenario común para más de 30 mil familias chilenas que esperan y buscan mejores oportunidades de vida, mientras no paran de trabajar.
"Todos dicen que llegamos al campamento a vivir por una cosa de que ah, vas obtener tu vivienda. No es así, no es lindo vivir en un campamento, no es lindo vivir con las carencias que tiene un campamento. Las familias que están ahí juntan su ahorro y quieren optar a una vivienda. O sino, no nos organizaríamos con los comité, queremos surgir y queremos que sus hijos tengan un futuro mejor; pero yo creo que es la falta de oportunidades, no crean oportunidades para las familias de los campamentos. Somos poco reconocidos. A lo mejor somos un número muy pequeño y para las elecciones no somos muy atractivos, entonces no somos tomados en cuenta", dice Roxana.
Nos sentimos increíbles por nuestros avances respecto al contexto latinoamericano, sin embargo, a pesar de todo lo bueno, tenemos esta gran piedra en nuestros zapatos. Aun cuando Chile se ha enriquecido como país, aun cuando sectores de las ciudades se embellecen y cuando se avanza en una serie de políticas, siguen existiendo miles y miles de familias que viven en asentamiento ilegales, en condiciones precarias, con escaso acceso a los servicios más básicos.
Por primera vez alguien se hizo cargo de un catastro real y detallado de los campamentos en Chile. TECHO dio a conocer los resultados de su Primera Encuesta Nacional de Campamentos 2015 y los números hablaron: lejos de estar a punto de eliminarse, los campamentos son una realidad creciente.
34.195 familias están hoy en la misma situación que Roxana, es como si la ciudad completa de Valdivia viviera en un campamento. El 76% de las viviendas no cuenta con acceso a la red de agua potable, 48% no tiene acceso formal a la electricidad, 91% de las viviendas de campamentos no tiene alcantarillado.
Esta situación no existe porque las personas lo hayan escogido así o sean "poco movidos", sino porque todo lo que los rodea bloquea la posibilidad de surgir y heredarles a sus hijos una vida mejor. La problemática no es solo habitacional, tiene muchas dimensiones.
"La discriminación va tomando los afectos y va tomando también los presupuestos en el imaginario social y se criminaliza a la gente que vive en campamentos, se habla de que son incapaces, que no sirven para no sé qué o que están ahí simplemente porque son flojos y eso no es así", asegura Juan Cristóbal Beytía, capellán de TECHO Chile.
Roxana Toro es dirigente del campamento San Francisco, uno de los más grandes de la Región Metropolitana y sus tres razones para hablar de los campamentos vienen de la propia experiencia: ahí se vive la pobreza más cruda, aunque Chile crece económicamente, la pobreza no disminuye y todavía los campamentos no son prioridad en la política de nuestro país.
"Muchas personas son 'mediocres' en el campamento no porque no tengan vivencia, no porque no sepan trabajar y se esfuercen, sino porque no se les ha dado la oportunidad y no han tenido tiempo", explica Roxana.
En el seminario donde se presentaron los resultados de la encuesta, se habló desde el parlamento, el SERVIU, la mirada urbana y desde el mismo TECHO sobre la manera de cambiar esta realidad, donde todos aportaron los enfoques que se deben tener en cuenta para mejorar el proceso de erradicación de los campamentos en Chile. Estas fueron las principales claves:
La perspectiva de las familias debe integrarse al diseño de las estrategias habitacionales, es lo primero, sino ¿cómo se van a solucionar sus necesidades? Es lo que acusan quienes han trabajado con ellas y a la vez de las mismas familias de los campamentos.
Todavía se subestima a quienes viven en los campamentos, por eso las políticas se diseñan con poco conocimiento de su situación y resultan muchas veces inefectivas.
"Tenemos que darles el rol, no solo el que se merecen, sino que el que necesitan tener en la formulación de soluciones a su situación (…) porque quién mejor que ellos saben cuáles son las cosas que van a resultar y aquellas cosas que no van a resultar", insiste Beytía.
No basta con una vivienda definitiva, porque la vulnerabilidad no está solamente en la cáscara habitacional, sino en el corazón de esas familias.
"Hay que tener en cuenta que un dueño de casa o una ama de casa tiene que trabajar para mantener a sus hijos y le es casi imposible estudiar, cómo mantienen a tres, cuatro niños, en un campamento que está en situación de riesgo (…) si estás viendo cómo mantener a tu niño en el colegio, ¿cómo te capacitas tú para obtener un trabajo con un sueldo que sea arriba del mínimo?", se pregunta Roxana.
Jaime Bellolio, diputado UDI, recalcó la importancia de la capacitación psicosocial para que esas personas puedan salir del campamento de manera definitiva y no vuelvan a ellos: "Superar su situación de vulnerabilidad y especialmente aquellos que llevan más tiempo, son la primera prioridad", apunta.
Cada campamento, dependiendo de su situación social y de su espacio territorial, tiene diferentes necesidades, para esto es fundamental la coordinación con los municipios, proceso que hoy funciona, pero que hay que fortalecer aún más.
"Diseñar y aplicar un plan de intervención. Diagnósticos hay para el mundo, pero en cada localidad hay que aplicar un buen programa de intervención", aseguró Alberto Pizarro, Director del SERVIU en la Región Metropolitana.
Iván Poduje, además de destacar que los campamentos debiesen ser una prioridad política, enfatizó la importancia de que los asentamientos definitivos para cada campamento estén ubicados en el mismo lugar o, al menos, cerca de las redes que la comunidad ha construido.
Es más lento, es más caro, pero es una solución efectiva. Si se trasladan a las personas a zonas marginales de la ciudad, sin conexiones y lejos de todo lo que han construido, es probable que no se queden viviendo en esas nuevas viviendas y que no puedan desarrollarse para superar su vulnerabilidad.
Aunque todos quieran acabar con los campamentos y trabajan para superar la pobreza, hay diferencias y a veces son muy fuertes, haciendo que se anulen los esfuerzos de unos y otros.
Es necesario trabajar no solamente con las autoridades del gobierno local, fortaleciendo esa coordinación, sino con las ONG, empresas inmobiliarias y todos los actores involucrados en el proceso.
"No podemos vernos enfrentados como nos ha pasado en algunos casos por nuestras visiones contrapuestas", comenta Pizarro. "Estamos todos, somos compañeros y la coordinación oportuna va a permitir que ese proyecto, que tiene una solución definitiva, sea más pronto que tarde".
Los campamentos no se van a acabar, es inevitable que vuelvan a surgir, porque la pobreza es dinámica y constantemente aparecen grupos de personas que no tienen otra alternativa para subsistir. ¿Qué hacer entonces? Disminuirlos y evitar su proliferación a través de tres aspectos:
a. Acortar el tiempo de estadía
Si bien no pueden eliminarse por completo, el foco debe estar en que las personas que comienzan a vivir en los campamentos estén el menor tiempo posible ahí. Hoy los procesos son prácticamente "eternos" para una familia, 4, 6, 8 años esperando por una vivienda definitiva con trámites que a menudo se le hacen cuesta arriba.
b. Proyecto de cierre definitivo
Para los campamentos ya existentes, es muy importante formular un buen proyecto de cierre, para que no se vuelvan a repoblar.
"Que el lugar a donde se llevan las familias, si no es el mismo, sea una oportunidad de reconversión para la ciudad. Hacer una devuelta de este espacio al barrio, a la ciudad, es tremendamente importante", subrayó Pizarro.
c. Atacar la vulnerabilidad
"Las familias de campamentos, tal como dice la encuesta nacional, han tenido un denominador común importante, que viene de situaciones de vulnerabilidad muy grandes. Por lo tanto, es importante que podamos medirla y atenderla, porque son las familias actualmente vulnerables que no viven en campamentos, las que pueden pasar a situación de campamento", destaca Beytía.
Una de las propuestas más discutidas en el seminario de TECHO fue la de los subsidios de arriendo, donde el Estado entrega un monto mensual a las familias para que puedan arrendar el hogar que mejor les acomode en ubicación, barrio y condiciones, algo que combate los problemas de desarraigo que tienen gran parte de los condominios de vivienda social.
Este aspecto es importante, ya que por el mercado de suelos, los proyectos suelen hacerse en zonas periféricas de la ciudad, solucionando solamente el problema puntual de vivienda, pero no el de redes y acceso a servicios. Incluso se dan numerosos casos en que las personas que han obtenido su vivienda la arriendan ilegalmente y se vuelven a sus campamentos, por sentirse ajenos a ese nuevo espacio urbano o también por necesidades monetarias.
El problema que se plantea con esta medida, es que el precio de los arriendos es tan variable, que una política pública que se define en torno a esto tiene poca estabilidad en términos de costo. Además al estar atada a los precios del mercado de arriendo inmobiliario, puede afectar el poder de decisión de las familias.