La semilla más antigua del mundo descubierta hasta ahora tiene 32.000 años y fue encontrada cerca del río Kolimá (Siberia). ¿Qué hacía allí? Habría sido enterrada por una ardilla en plena Era de Hielo.
No era una bellota eso sí, sino una Silene stenophylla y su planta luce así:
Silene stenophylla |
Las condiciones ambientales, básicamente el frío del permafrost, permitieron que se conservara perfectamente por siglos y una vez rescatada, pudo ser germinada, crecer como planta y generar nuevas semillas.
Esa planta tuvo “suerte”, no así otras muchas que se han extinguido. Por eso, desde hace décadas estamos guardándolas, para proteger no sólo la variedad de las especies, sino nuestro futuro alimenticio.
Conservar las millones de especies de plantas que habitan nuestro mundo actual e investigar sus características, es el rol de los llamados “bancos de semillas”. Algo especialmente importante en tiempos en que el calentamiento global es una amenaza creciente.
En el mundo hay más de 1.700 centros dedicados a esta tarea de salvaguardar la vegetación y quizás el más popular sea la llamada “bóveda de fin del mundo” en Noruega.
Alberga actualmente más de 890.000 semillas de 231 países, la colección más diversa de todo el planeta, las que podrían ser utilizadas en caso de catástrofe mundial para recuperar todo el capital alimenticio de la vegetación.
Foto: Multiconsultgroup |
El centro, oculto a 120 metros de profundidad en una montaña del archipiélago de Svalbard, mantiene una temperatura de -18°C y está construido para resistir el paso del tiempo y desastres naturales o provocados por el hombre, como una guerra nuclear (aunque tuvieron que repararlo para enfrentar el dramático deshielo).
Se trata, a fin de cuentas, de una red de seguridad para los bancos de semillas nacionales alrededor del mundo. Y Chile ya depositó las suyas en él.
"Dentro de este edificio hay 13.000 años de historia agrícola", señala Brian Lainoff, coordinador principal de asociaciones de Crop Trust, la organización detrás del proyecto, que se enfoca en proteger el material genético de los alimentos.
Aaslaug Marie Haga, director ejecutivo de Crop Trust, comenta: "La biodiversidad es la piedra angular para desarrollar nuevas plantas y, debido al cambio climático, tenemos una terrible necesidad de desarrollar rápidamente nuevas variedades (…) El clima está cambiando más rápido de lo que las plantas pueden soportar".
Al igual que en Svalbard, aunque no bajo una montaña tapada en hielo, Chile tiene sus propias bóvedas para salvar sus especies de flora, reuniendo más de 60 mil muestras de semillas y germoplasma (polen, esqueje, bulbo o papa) de especies frutales, hortícolas, forrajeras, leguminosas, papas y cultivos, además de todas las especies no alimenticias.
El 40% de las plantas en Chile son endémicas (se encuentran solo en nuestro país), por lo que si se extinguen se habrán perdido para siempre. Ni siquiera estamos hablando de desastres nucleares o cataclismos que puedan acabar con ellas, sino de la situación ambiental actual que cada vez es una peor amenaza.
“Se sabe que el cambio climático es uno de los principales causantes de la pérdida de la biodiversidad, por lo cual conservar los recursos genéticos en bancos de germoplasma, de manera ex situ (fuera de su hábitat natural), es una estrategia fundamental para contribuir a la conservación de las especies, evitando la pérdida de ellas”, comenta a El Definido Carolina Pañitrur, encargada del Banco Base de Semillas de Vicuña, el más importante de Chile.
Este banco, perteneciente al Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), resguarda el material genético de especies extintas o en peligro de extinción, endémicas, y de importancia alimentaria para el país, dentro de una cámara de almacenamiento a -18°C y 35% de humedad relativa.
Además de conservar y estudiar las semillas, realizan ensayos de germinación, pruebas de viabilidad y evaluaciones de respuesta al almacenamiento.
Imágenes cortesía INIA. Banco Base de semillas de Vicuña. |
Carolina nos explica que el INIA cuenta con cinco bancos de recursos fitogenéticos (semillas y materiales para la siembra) en el país, donde cada uno se especializa en distintas variedades: Santiago en hortalizas y frutales; Chillán y Temuco en leguminosas y gramíneas; Osorno en papas; y Vicuña en especies nativas y endémicas de Chile, pero este último recibe un duplicado de las semillas de todos los otros bancos.
Ya desde sus primeros años, fue considerado por la FAO (1996) como uno de los bancos más estables de Latinoamérica.
Parñitrur agrega que el objetivo es evitar que catástrofes, climáticas o humanas, provoquen una pérdida definitiva de las especies chilenas. “Además, el hecho de conservar estos recursos, es también una especie de garantía a la seguridad alimentaria para las futuras generaciones, tanto de Chile como del mundo. Ello debido a que en la diversidad natural de los cultivos (hoy en día en riesgo debido a problemas como el cambio climático), se pueden encontrar plantas con genes y características especiales, que permiten crear variedades de cultivos, por ejemplo, mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas”, señala Carolina.
Lo último que ha estado desarrollando el Banco Base, es investigar en terreno las condiciones ambientales que se necesitan para poder hacer restauraciones ecológicas efectivas en zonas afectadas, a partir del cultivo de especies con las semillas protegidas.
Imágenes cortesía INIA |
Dentro de las semillas que más le llaman la atención a Carolina, están las de las especies del desierto, porque pueden permanecer largos períodos bajo el suelo en un estado “dormante”, en condiciones extremas, esperando un ambiente climático específico para poder germinar. Son ellas las responsables del fenómeno del desierto florido, por ejemplo.
Estuvo a punto de desaparecer de la isla, pero fue resguardado por un botánico sueco. Carl Johan Fredrik Skottsberg, salvó el último sándalo del archipiélago de Juan Fernández. Hoy, el recién estrenado banco de semillas de la zona fue nombrado en honor a él y es liderado por la CONAF. ¿El objetivo? Proteger y rescatar la vegetación del territorio más endémico de nuestro país; de las 213 especies vegetales, 137 sólo existen ahí.
Víctor Lagos, jefe del departamento de planificación y desarrollo de áreas silvestres protegidas de CONAF, cuenta a El Definido que el objetivo es “conservar el material genético de las especies de Juan Fernández en este banco de semillas, resguardando la genética de las poblaciones y, en segundo lugar, se busca la propagación de especies que serán utilizadas en acciones de conservación y restauración”.
Imágenes cortesía CONAF. Juan Fernández. |
Las especies exóticas invasoras (EEI) están haciendo de lo suyo en las islas: se han propagado indiscriminadamente, amenazando fuertemente la flora de Juan Fernández. La ponen en riesgo de extinción y también afectan los ecosistemas.
Impactan en el hábitat y alimentación de los insectos y animales de la zona, poniendo en riesgo su continuidad; y además afectan a los habitantes: “si no tenemos un bosque sano, vamos a tener cada vez menos condiciones para proveer el agua que permite la existencia de la comunidad, de la gente que vive en el archipiélago”, señala Lagos en un comunicado.
Este nuevo banco de semillas es un esfuerzo de tres años (2015-2018) en el que participaron científicos, botánicos, guardaparques y personas de la comunidad, logrando recolectar las semillas de 51 especies arbóreas, arbustivas, herbáceas y helechos, alrededor del 57,3 % de la vegetación endémica de la isla Robinson Crusoe.
Poco antes de formalizar el proyecto, se encontraron dos especies que se creían totalmente extintas en la isla: el resino hembra (Robinsonia berteroi) en el cerro El Yunque de la isla Robinson Crusoe; y el Chenopodium nesodendron, en la quebrada El Tongo, de difícil acceso en la isla Alejandro Selkirk. Estas podrán ser ahora resguardadas en la nueva bóveda y cultivadas.
El efecto positivo de este banco de semillas ya se hizo concreto con la restauración ecológica de 10.200 metros cuadrados de bosque en la plazoleta El Yunque de la isla Robinson Crusoe, donde se revegetó la zona, erradicando a las EEI: “hay una señal clara de que acá podemos hacer un trabajo a una mayor escala y que puede tener resultados mucho más auspiciosos”, subraya Lagos.
Nos explica que para restaurar un bosque nativo, se deben colectar las semillas de la especie y cultivarlas en invernaderos hasta que tengan una edad suficiente para llevarlas a terreno. Luego son localizadas en función de sus necesidades de luz, generando núcleos de plantas que son monitoreadas para evaluar su supervivencia y asegurar su propagación.
Imágenes cortesía CONAF. Juan Fernández. |
La semilla más fascinante de la zona es la “Papa de Juan Fernández” (Solanum fernandezianum), nos cuenta Víctor Lagos, que podría generar avances en la agricultura por sus características genéticas, como la resistencia a la salinidad y adaptaciones en el ecosistema de la isla.
Evitar la extinción de especies endémicas amenazadas, aprovechar su valor productivo en tiempos de condiciones climáticas exigentes y conservar el patrimonio fitogenético del mundo, es la triple tarea de los bancos de semillas. ¿La nuestra? Combatir las causas del cambio climático con políticas públicas de impacto ambiental y con acciones cotidianas que contribuyan a disminuir todo tipo de contaminación o emisión que esté amenazando a nuestro planeta.