¿Cuántos de nosotros soñamos con ver ballenas o escuchar un canto como los que imitaba Dory? Pocos son los que han tenido la suerte de ver a uno de estos maravillosos cetáceos en vivo, puesto que su tasa de reproducción es baja y durante muchas décadas se las cazó indiscriminadamente, lo que llevó a disminuir dramáticamente su población.
No solo amamos a las ballenas por esas clásicas historias como Liberen a Willy. Hay muchísimas cosas que este enorme mamífero hace por nuestro planeta y olvidamos.
Por ejemplo, son animales muy sociables que viven en manadas y hasta tienen sistemas de comunicación. Cantan distintas sinfonías por períodos, como si siguieran modas. Todas las ballenas jorobadas macho lo hacen a través de la misma melodía de apareamiento. Una versión, aparentemente pegadiza, que con el tiempo vuelve a cambiar.
Afortunadamente, hoy hay quienes luchan diariamente contra la caza de ballenas y Chile es uno de los países que apoya esta causa irrestrictamente.
La caza comercial de ballenas era una práctica popular a mediados del siglo XIX con el desarrollo de barcos más veloces y del cañón arponero (el que se anclaba a la proa de las embarcaciones especialmente para cazar a estos inmensos animales). El vocero de la campaña de Océanos en Chile de Greenpeace, Mauricio Ceballos, dice que se calcula que en ese siglo cuatro millones de ballenas fueron cazadas en todo el mundo y alrededor del 70% sólo en el hemisferio Sur, lo que dejó a varias especies de cetáceos cerca de la extinción.
Por mucho tiempo, incluso se fomentó la caza de ballenas para favorecer a la industria nacional y suplir las demandas de aceite animal. Su momento de máxima productividad fue en la década de los 50, justamente durante la política de Industrialización por sustitución de importaciones, explica Mauricio Ceballos. Es decir, se las cazó para producir el aceite localmente y no tener que importarlo desde el extranjero. “El hemisferio Sur es donde históricamente ha habido la mayor población de ballenas, debido a que es una de sus principales rutas migratorias, pero también la mayor cantidad de caza”, dice.
A mitad de siglo la ballenera era responsable de casi un 2% de la captura total de ballenas y del 1% de la producción de aceite a nivel mundial. Todo era destinado al mercado nacional.
La Ballenera de Quintay, cerca de Valparaíso, hoy es un monumento histórico, pero no hace muchos años fue la ballenera más grande del país, operada por la empresa Indus. Se calcula que entre 1938 y 1967, la empresa fue la responsable de la caza de 30 mil ballenas.
Fue inaugurada en 1943, principalmente para producir algunos productos que hoy usamos diariamente sin necesidad de cazar ballenas, como aceite, sebo, jabón, peinetas, detergente y carne.
La caleta de Quintay fue elegida por sus condiciones geográficas y climáticas, explican Marcela Küpfer y Carlos Lastarria en su libro La ballenera de Quintay y otros relatos de la caza de ballenas en Chile, que fue publicado en enero de este año. "En los siglos XVIII y XIX hubo una verdadera invasión de balleneros noruegos, ingleses, americanos y franceses que cazaban para obtener los aceites de las ballenas y depredaron gran parte de la fauna. Eran cientos y operaban sin restricciones. ¡Incluso mataban crías de ballenas para capturar a la ballena madre!", explica Carlos Lastarria.
Ballena Azul. Foto: Fundación Quintay |
Esto fue una práctica común, dice el vocero de Greenpeace, Mauricio Ceballos: “Atacaban a las crías para que las madres se acercaran al lugar a tratar de defenderlas, era como un anzuelo”.
El terreno donde la empresa cazaba ballenas iba desde Chañaral hasta la isla Santa María, en Coronel. Usaron hasta ocho barcos cazadores simultáneamente y cada uno de estos podía cazar 16 ballenas diarias. Lo que es una cantidad enorme considerando que algunas especies sólo tienen dos o tres hijos en toda su vida.
Hace ya 51 años que cerró la mayor empresa nacional dedicada a la caza de cetáceos del país, en Quintay, por razones económicas. Afortunadamente, unos años después se prohibió la caza, como veremos a continuación.
La caza de ballenas en el siglo pasado fue la causa de una drástica reducción de sus poblaciones. Las primeras especies amenazadas fueron las más fáciles de capturar como los cachalotes -que eran de los que más se cazaban en la Ballenera de Quintay- las ballenas jorobadas, las grises y las francas. Más adelante, a medida que mejoraba la tecnología que se usaba para estos fines, también fueron amenazadas las ballenas azules y los rorcuales comunes.
Cachalotes flotando en la caleta de Quintay. Foto: Fundación Quintay |
En los últimos años, las poblaciones de ballenas se han ido recuperando, pero el proceso es lento. Mauricio Ceballos dice que cuando se prohibió la caza comercial en 1986, se estima que quedaba un 10% de lo que era la población original total de ballenas que había en el siglo XIX. “Algunas especies, como la azul o la franca austral, llegaron a un nivel mínimo de sobrevivencia”, dice el experto.
Ceballos explica que una especie está al borde de la extinción cuando la cantidad que queda no aporta a la diversidad genética suficiente para que la población sea viable, es decir, cuando existe una especie de endogamia dentro de las poblaciones. Esto significa que se debilita la diversidad genética y aumenta el nivel de mortalidad por la falta de desarrollo en las ballenas juveniles.
Además de la caza, hoy hay nuevos peligros a los que se enfrentan los cetáceos, como las redes de arrastre destinadas a la pesca, efectos de residuos químicos industriales que llegan al mar y les causan enfermedades (disminuyendo su fertilidad), y los ruidos de navegación que afectan en el sistema de orientación de ballenas y delfines.
En 1983 se cerró la última planta ballenera, Macaya Hermanos, en Chome (Hualpén), cuatro años después de que Chile se uniera a la Comisión Ballenera Internacional (CBI), el organismo encargado de la conservación de las ballenas y la gestión de su caza. 89 países son parte de la Comisión que en 1986 prohibió la caza comercial para todos sus miembros, lo que se conoce como la moratoria comercial de la caza de ballenas y sigue vigente. Pero países como Noruega, Islandia y Japón aún cazan ballenas para fines comerciales, como objeción a la decisión de la moratoria. Todas sus capturas están registradas por la CBI desde 1986.
Sin embargo, la caza de ballenas con fines científicos no se prohibió. La Comisión determinaba límites de captura de acuerdo con la asesoría de un comité científico, lo que se sigue haciendo hasta el día de hoy (y lamentablemente muchas veces se utiliza como excusa para realizar caza con fines comerciales).
En 2007, el Centro de Conservación Cetácea en Chile, junto a otras organizaciones, lanzaron la campaña nacional “Chile 2008: Santuario de Ballenas”. Un año después se promulgó la Ley 20.293 que por fin declaró a Chile zona libre de la caza de cetáceos, es decir, se prohibió definitivamente la caza para cualquier fin, ya sea comercial o científico.
El santuario abarca toda la Zona Económica Exclusiva, es decir, todo el mar chileno, por lo que es uno de los santuarios balleneros más grandes del mundo.
Internacionalmente aún se permite la caza de ballenas con fines científicos, pero Chile es uno de los países que se opone a esta medida, como explican desde el Ministerio de Relaciones Exteriores: “Nuestro país ha enfatizado que los objetivos de ese programa podrían ser logrados mediante métodos de investigación que no requieren la captura y muerte del animal”. Se espera que la medida sea discutida en la próxima reunión de la CBI en septiembre.
De las 83 especies de ballenas que existen en todo el mundo, diez de las de mayor tamaño habitan las aguas del hemisferio sur y la mayoría fueron capturadas durante mucho tiempo en Chile. Pero hoy nuestro país tiene una postura mucho más conservacionista y ha ganado prestigio por apoyar las iniciativas de creación de santuarios marinos, dice el vocero de Greenpeace.
Gracias a la medida que tomó la comisión a finales de los 80s, las ballenas presentan cierto grado de recuperación en esta zona: algunas especies sí podrán recuperar sus poblaciones originales. Una de estas, es la ballena yubarta o jorobada, que se estima se recuperará completamente para el 2050, según un estudio de la Universidad de Queensland y la institución científica gubernamental CSIRO, que se basó en el análisis de datos de la caza histórica de ballenas, el acceso a alimentos y los efectos del cambio climático.
Otras especies han sufrido una mayor reducción de su población, como las ballenas azules o la ballena franca austral, cuya población se estima que se redujo a 300. "Nuestra predicción es que en 2100 la ballena azul y la ballena franca austral llegarán a menos de la mitad de su número previo a la explotación, debido al lento ritmo de crecimiento y la intensidad de su caza histórica", dijo la co-autora del estudio de Queensland, Viv Tulloch.
Para revertir la situación de la escaza población de ballenas, no solo se debe prohibir su caza, sino que también hay que proteger los ecosistemas donde viven, dice el vocero de Greenpeace, Mauricio Ceballos. La contaminación y falta de recursos para su alimentación, dificulta la repoblación de cetáceos. Esta es una causa que hay que pelear no solo contra los países balleneros (los que cazan o que tienen un interés en que la caza se mantenga) -como Japón, Noruega e Islandia- sino que contra todos quienes la creen legítima. Todavía falta para que las poblaciones de ballenas se recuperen, pero esto es posible si Chile y los otros 88 países de la CBI, siguen con la lucha.