El gran descubrimiento de Darwin respecto a la evolución de las especies, aplicable a toda la historia del mundo animal (y de nosotros mismos), hoy ha comenzado a relativizarse. ¿Es posible que nuestra adaptación física a los cambios culturales hoy sea muchísimo más veloz de lo que ha venido siento en los últimos miles de años? Resulta que en los últimos cien años, nuestros físicos han reaccionado notoriamente a las condiciones de nuestro medioambiente, y eso de la “selección natural” ha quedado, por el momento, guardado en un cajón.
Darwin postulaba la sobrevivencia del más fuerte, aquellos que mejor se adaptaban a los cambios. Así, los especímenes de determinada especie que desarrollaban características que les eran útiles para sobrevivir, las heredaban a su descendencia, y así se producía a la larga una evolución genética que fortalecía a todo el grupo. ¿Y qué está pasando ahora?
Mientras algunos postulan que eso continuará ocurriendo en períodos que involucran miles de años, otros argumentan que la reacción rápida de nuestros cuerpos a los cambios culturales, es lo que ahora lidera.
Hoy en El Definido quisimos investigar cómo han cambiado nuestros cuerpos a lo largo de los años, desde los primeros homo sapiens–cuya descendencia evolucionó al modo darwiniano- hasta las transformaciones rápidas y evidentes si se compara a un bisabuelo con su nieto; Internet, la digitalización, la medicina, la higiene y la alimentación, están modificando nuestro cuerpo.
Somos bastante distintos de los primeros homo sapiens, que surgieron hace más de 300 mil años. En los últimos 100 mil años –y más patentemente en los últimos 10 mil- los humanos nos hemos hecho más pequeños. Hace 40 mil años, los hombres (machos) europeos medían, en promedio, 1,83 cm., pues eran cazadores recolectores que funcionaban en un ambiente hostil y necesitaban mucha más fuerza de la que hoy utilizamos en el día a día. Además, recién el hombre había salido de África (donde nació nuestra especie) y los cuerpos alargados eran típicos de ese clima cálido.
Pero hace 10 mil años, los mismos hombres eran más pequeños, medían alrededor de 1,62 cm. ¿Por qué? La agricultura había comenzado a desarrollarse, y esos primeros ensayos fallidos, con cosechas que no siempre eran abundantes, produjeron hambrunas. El ganado doméstico también nos traspasó nuevas enfermedades y nuestro cuerpo se adaptó, achicándose. Hace 600 años la cosa no era muy distinta, en promedio, los hombres europeos medían 1,65 cm., pues muchos tenían una muy mala nutrición y la salud era aún muy rudimentaria.
Al mismo ritmo que los cuerpos, nuestros cerebros también disminuyeron, pues debían adaptarse a los cuerpos más “enjutos” de nuestros antepasados, como también el tamaño de las mandíbulas y los dientes. Esta impresionante reconstrucción de una mujer griega que vivió hace 9 mil años, lo deja patente.
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Investigadores de la Universidad de Atenas, utilizaron el cráneo de una mujer de 18 años a la que bautizaron como Avgi (Aurora), para reconstruir su rostro y mostrar al mundo cómo lucía nuestra especie en la época. Sus huesos habían sido encontrados en el centro de Grecia, en una cueva llamada Theopetra, en 1993.
El equipo -integrado por un ortodontista, un ortopedista, un neurólogo, un patólogo y un radiólogo- realizó una tomografía computarizada del cráneo y, utilizando una impresora en 3D, hicieron una copia sobre la que se hizo la reconstrucción. Músculo por músculo recrearon la cara de Avgi, la que completaron con la piel y las tonalidades de pelo y ojos que eran propias del sitio en aquellos años. ¿Qué sacaron en limpio?
Óscar Nilsson, arqueólogo y escultor sueco especialista en reconstrucciones señala: "después de haber reconstruido muchas mujeres y hombres de la Edad de Piedra, creo que algunas características faciales parecen haber desaparecido o suavizado con el tiempo. En general, nos vemos hoy menos masculinos, tanto hombres como mujeres".
Más pequeños, con mandíbulas menores, más “frágiles” o “suaves” si se quiere, y seguramente menos intimidantes a primera vista, pues ya no es necesario pelear con un mamut para obtener carne o pieles de abrigo. ¿Pero qué pasó ahora?
Resulta que ahora “nos pegamos un rebote” y crecimos y aumentamos de peso. ¡Y en sólo 100 años! ¿Qué diablos está sucediendo? ¿Se aceleraron nuestros cambios genéticos? ¿Qué diría Darwin de todo esto? Al parecer, Darwin quedaría fuera de esta discusión, pues nuestro cuerpo se está adaptando a pasos agigantados a las nuevas condiciones culturales y, de una u otra forma, estamos siendo artífices de nuestra propia evolución, ayudados por la tecnología y la ciencia. Vamos viendo.
El desarrollo le da una mano a la altura…
Un estudio publicado por elInstitute for the Study of Labor en Bonn (Alemania), demostró que los hombres de 20 años del Reino Unido en 1890, medían en promedio 1,68 cm, mientras que ahora miden 1,78. Estos diez centímetros de diferencia se deberían, en parte, a cambios en la nutrición, la higiene y los sistemas de salud.
Al contrario, en aquellos países que han sufrido largos períodos de guerras o tienen muy presentes enfermedades que han logrado superarse en el mundo desarrollado, la altura promedio ha disminuido o se ha mantenido. Por ejemplo, en África durante el Apartheid (el sistema de segregación racial que existió en Sudáfrica y Namibia hasta 1992) hubo un declive en la altura media de la población, probablemente debido al empeoramiento de las condiciones socioeconómicas de la población negra.
Es decir, la altura va de la mano del desarrollo, aunque en general todos se han vuelto más altos (en promedio, el hombre europeo –lamentamos que casi todos los estudios se refieran a este grupo en particular- mide 1,75 cm.). Los países con hombres más altos del mundo son los Países Bajos y Bélgica, mientras que las mujeres más altas están en Letonia y los Países Bajos. Por otra parte, los hombres más bajos viven en Timor Oriental y Yemen, mientras que las mujeres más bajitas están en Guatemala y Filipinas.
¿Y en Chile? Lo últimos estudios dicen que hemos aumentado 11 centímetros en el último siglo,¡chan!
…Y le da la otra mano a la gordura
Pero no todo es “miel sobre hojuelas”, pues ya conocemos los problemas de obesidad que sufren los países más desarrollados y aquellos que están en vías de desarrollo; una enfermedad real que hoy afecta en Chile al 35% de los niños menores de seis años.
Resulta que también nos hemos puesto más gordos, pero para mal. Por ejemplo, estudios del antropólogo Barry Bogin, demuestran cómo los niños descendientes de mayas revelan patrones distintos de crecimiento y peso, dependiendo de dónde nazcan y se críen (porque influyen las costumbres del lugar). Es decir, si un niño nace en Guatemala, es posible que sea más delgado y más pequeño, debido a las condiciones socio ambientales en las que se desarrollará. Por el contrario, si su hermano nace y se cría en Estados Unidos, incluso podrá ser 11 cm. más alto, estará menos expuesto a enfermedades y (malas noticias) será más “guatoncito”, con altos riesgos de obesidad, como la población estadounidense en general. Es así como los migrantes, rápidamente desarrollan características físicas propias del lugar a donde llegan.
¿Y a qué se debe? Lógicamente a la alimentación (recomendamos este documental en que desarrollan el protagonismo que ha tenido el azúcar procesado en todo esto). Pero también se debe a una cosa llama “epigenética”, es decir, a cómo los cambios hereditarios activan y desactivan genes.
En palabras simples: si tu abuela y tu madre sufrieron de hambre en una guerra, por ejemplo, y tú gozas de abundancia, es probable que tu cuerpo esté “configurado” para la hambruna. Entonces, en vez de ser saludable, acumulas esa energía extra como grasa y ¡bum!, tienes sobrepeso.
Nos hacemos mayores antes
Este estudio del mismo Bogin, demuestra cómo hoy las niñas y niños llegan a la pubertad antes que hace cien años. Gracias a una mejor nutrición y salud, la edad de la menarquia (primera menstruación) en las niñas estadounidenses, ha descendido 0,3 años por década desde mediados del siglo XIX. Es decir, si a una tatarabuela gringa le llegó a los 17, a su tataranieta le está llegando en los últimos meses de sus 12 años.
Esto tiene consecuencias biológicas –como el hecho de que las niñas que maduran antes pueden llegar a tener presión arterial alta o diabetes tipo 2- y culturales, puesto que en muchos pueblos las niñas que ya pueden embarazarse, son casadas precozmente (lo que trae muchas consecuencias dañinas para sus vidas).
También hay estudios que han analizado a niños inmigrantes, que han ingresado desde países subdesarrollados a Estados Unidos. Sucede que tanto los niños que han sufrido de malas condiciones de salud y alimentación, como aquellos que gozaban de buenas condiciones antes, al llegar al país del norte se les desencadena la pubertad antes. ¿Por qué?
Los investigadores no están seguros, pero suponen que es a causa de los productos químicos a los que se exponen en el nuevo medio ambiente (llamados “disruptores endocrinos”, que alteran el equilibrio hormonal de los niños). Concluyen que el inicio de la pubertad, es un marcador sensible a los efectos que pueda tener el medioambiente en nuestra “susceptibilidad genética”, teniendo efectos en los cuerpos.
¡Y vivimos más!
Si bien esta no es una característica física, nuestros cuerpos –más gordos y más altos que hace cien años- viven más tiempo. Y obviamente las razones aquí son plenamente culturales: mejor medicina, nutrición, educación e higiene (claro, dependiendo de qué lugar del mundo señalemos). ¡Estamos siendo artífices de nuestra propia evolución! Cambiando el desarrollo de nuestra evolución natural en pocos años.
Según la OMS, el país que menor esperanza de vida tiene, es Sierra Leona, con 50 años; mientras que Japón goza del primer puesto, con 83 años (en Chile son 80). ¿Y cómo era la cosa hace un siglo? Bastante distinta. Por ejemplo, en España la esperanza de vida aumentó 40 años durante el último siglo. Y para el caso de las mujeres, es aún mayor: si una mujer vivía en 1910 hasta los 38 años, hoy llega a los 84. Claro, influye también el factor guerras, pero sacando esa variable, es evidente lo que ha logrado la medicina.
Hay varias enfermedades que hoy nos suenan a añejo, y cuya morbilidad (cantidad de personas enfermas en un lugar y momento particular) va claramente hacia abajo, como la viruela, el tétanos neonatal o –en menor medida- la rubéola. Sin embargo, hay otras en ascenso y que hoy son las responsables de la mayoría de las muertes y los padecimientos de nuestra generación, como las enfermedades cardíacas, el Alzheimer y todos los diversos tipos de cáncer (“una por otra”, dicen por ahí).
Así y todo, cada día estamos llegando a más viejitos, y ya no es raro tener abuelos o bisabuelos de más de 90 años. Esto nos alegra, pero también acarrea una serie de problemas, pues muchas veces se trata de una población dependiente e incluso abandonada.
Claramente nuestro cuerpo continuará reaccionando al entorno, a los avances de la ciencia, a la tecnología y a nuestras conductas culturales. Pero debemos tener consciencia de que cada cambio implica un desafío, pues sabemos que nuestros físicos no solamente se han ido fortaleciendo, sino también desarrollando nuevas enfermedades, inclinándose más a la obesidad y viviendo cada vez más años. Y si queremos vivir más, no sólo debemos ser sanos, sino también hacernos cargo de diseñar políticas y sistemas sociales que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida hasta nuestros últimos días.