¿Podrías entender una línea en alemán?, ¿y una en griego?, ¿o quizás hindú? La dificultad viene porque se trata de grupos lingüísticos distintos del latín, de donde proviene nuestro idioma.
Pero, así como las ramas de un árbol que se van separando más y más, eso no quita que todas compartanun tronco común que permanece en el tiempo. A este origen, que podría trazarse hace más de 7 mil años, se le conoce con el nombre de protoindoeuropeo. Un idioma que sería la semilla de lenguas tan distantes como el persa, el sueco, el gaélico irlandés y el español-chileno. ¿Cachai?
A continuación, te contamos el origen de este misterioso idioma hipotético, su reconstrucción y quiénes lo habrían hablado.
Es el siglo XV y estamos en plena era de los descubrimientos. Desde puertos españoles, portugueses y británicos salen diariamente carabelas, galeones y bergantines a los confines del mundo: América, África, Asia.
La India comienza a ser poblada por misioneros jesuitas, quienes escriben a casa sobre algo curioso: el idioma clásico de la zona, el sánscrito, tiene muchas semejanzas a las lenguas europeas. Sospechoso…
En los siglos siguientes, manuscritos en sánscrito y otros idiomas comenzaron a ser estudiados y ya en el siglo XVIII se encuentran afirmaciones de una lengua común, como la del inglés Sir William Jones, jurista y erudito de esta lengua clásica, quien pronunció estas palabras a la Sociedad Asiática de Calcuta en 1786:
“El lenguaje sánscrito tiene una estructura maravillosa; más perfecto que el griego, más copioso que el latín, y más exquisitamente refinado que ninguno, pero teniendo con ambos una fuerte afinidad, tanto en las raíces de los verbos como en las formas de la gramática. Hay una razón similar, aunque no tan poderosa, por suponer que tanto el gótico y el celta, aunque mezclado con un idioma muy diferente, tienen el mismo origen que el sánscrito; y el persa antiguo podría agregarse a la misma familia”.
Fuente: The Oxford Introduction to Proto-Indo-European and the Proto-Indo-European World
Académicos comenzaron a darse cuenta de que las similitudes no eran simplemente préstamos lingüísticos, sino semejanzas en sus raíces, por lo que si seguían el origen de estas lenguas -a las que acuñaron con el nombre de indoeuropeas-, debían encontrar un idioma común, un proto-indo-europeo. Dado que no hay evidencia directa, se ha mantenido el término “hipotético” a la hora de hablar del protoindoeuropeo.
La clasificación de los idiomas hijos de esta protolengua ha variado en los últimos siglos. A día de hoy, los subgrupos lingüísticos descendientes principales son las siguientes, según J. P. Mallory y D. Q. Adams, autores de The Oxford Introduction to Proto-Indo-European:
Cabe decir que los subgrupos incluyen a todas sus variedades ya extintas. También se reconoce que no todas las lenguas dentro de la zona de influencia indoeuropea tienen este origen. Algunas excepciones son el húngaro, el finlandés, el georgiano, el vasco, el turco, entre otros.
Reconstruir el protoindoeuropeo es una tarea colosal y muy inexacta, dadas las distintas interpretaciones de quienes han hecho la labor en los últimos siglos. Sin embargo, han sido muchos los avances de esta hipotética lengua.
El punto inicial es la comparación fonética. Mallory y Adams toman el ejemplo de la primera persona singular del verbo cargar (I carry, cargo) en las ramas principales indoeuropeas: irlandés antiguo, latín, inglés antiguo, lituano, antiguo eslavo eclesiástico, griego, sánscrito y tocario.
Fuente: The Oxford Introduction to Proto-Indo-European and the Proto-Indo-European World
Como se observa, todas comparten una estructura fonética de raíz similar: consonante labial (f, p o b) + vocal+ r.
Luego se añaden otras palabras, y se observa una correspondencia en los sonidos labiales: la “b” del irlandés antiguo parece ser equivalente a la “f” del latín, al “ph” del griego, al “bh” del sánscrito y a la “p” del tocario. Los lingüistas pueden tomar estas relaciones para luego proyectarlas en reglas generales: si encuentro una ‘f’ en latín, en griego tendría que esperar una “ph” y una “bh” en sánscrito.
“Este proceso”, escriben Mallory y Adams, “nos proporciona la etapa inicial de reconstrucción: hemos determinado un sistema de correspondencias para uno de los sonidos labiales a través de las lenguas indoeuropeas. También hemos demostrado que independientemente de la palabra, las mismas correspondencias de sonido están en funcionamiento entre cada uno de los idiomas”.
En el siguiente paso, toca interpretar cuál sería la forma más fiel a un idioma que dio luz a todos estos. Aquí es donde comienza el verdadero debate, donde pueden haber varias “versiones protoindoeuropeas”, dependiendo del académico.
Para reconstruir el verbo “cargar”, continuando el ejercicio, Mallory y Adams parten por los “sí o sí” que debe tener el verbo del hipotético idioma. Saben, por ejemplo, que debe terminar en “r”, porque así lo indican todos los casos. También saben que parte con un sonido labial, ¿pero bilabial sorda (“p” o “ph”) o sonora (“b” o “bh”)?
Este tipo de consultas deben ser analizadas viendo la evolución fonética de los idiomas, también alimentándose de ciertas tendencias lingüísticas globales ya establecidas. Los académicos, en este caso, descartan la consonante sorda “p”, porque argumentan que los dos idiomas que la tienen (tocario e hitita, que no está en la tabla), reemplazaron el sonido original sonoro por uno sordo, un fenómeno “frecuentemente observado en el mundo lingüístico”, escriben.
Finalmente se decantan por el sonido aspirado “bh” del sánscrito, pese a que la mayoría exhibe una “b”. La razón es una observación general de la lingüística que dice que cuando un sonido es reemplazado por otro en una etapa inicial de un idioma, el cambio se aplica al sonido en todos sus usos y no a casos puntuales. Es decir, si la “b” fuera el sonido original y se hubiese transformado en “bh” solo en sánscrito, el sonido “b”, muy probablemente, sería reemplazado en todas las palabras por la “bh”. No es el caso del sánscrito, que retiene ambas.
Por último, la vocal elegida fue la “e” por sobre la “a” del sánscrito, pese a ser considerada una lengua más fiel a su origen. Esta decisión se toma porque se ha observado que, en muchos casos, este idioma simplifica los sonidos “e”, “o” y “u”, como simplemente “a”, y que sería una evolución propia del sánscrito.
Así es como Mallory y Adam concluyen que la raíz del verbo “cargar” sería en el hipotético protoindoeuropeo… (redoble de tambores): *bher-.
Un pequeño cuento inventado por el lingüista alemán August Schleicher en 1868 es, por lejos, el texto más conocido compuesto en el idioma. Así dice la versión original:
“Avis, jasmin varnā na ā ast, dadarka akvams, tam, vāgham garum vaghantam, tam, bhāram magham, tam, manum āku bharantam. Avis akvabhjams ā vavakat: kard aghnutai mai vidanti manum akvams agantam. Akvāsas ā vavakant: krudhi avai, kard aghnutai vividvant-svas: manus patis varnām avisāms karnauti svabhjam gharmam vastram avibhjams ka varnā na asti. Tat kukruvants avis agram ā bhugat”.
La traducción en español sería algo así:
“[En una colina,] una oveja que no tenía lana vio unos caballos. Uno de ellos arrastraba una pesada carreta, otro soportaba una carga y otro cabalgaba con un hombre encima. La oveja les dijo a los caballos: «Me duele el corazón de ver a un hombre manejando a los caballos». Los caballos le respondieron: «Escucha, oveja. A nosotros nos duele el corazón de ver que un hombre, el amo, convierte la lana de una oveja en ropa abrigada para sí mismo y la oveja no tiene lana». Al oír esto, la oveja huyó a la pradera”.
Han sido muchas las actualizaciones del texto que han sido propuestas. Douglas, por ejemplo, observa una prevalencia de la “a” sánscrita que, por las razones antes comentadas, no sería la elección más apropiada para reconstruir el protoindoeuropeo. Como hemos dicho, el producto final de este puzle depende mucho de quién mueve las piezas.
Ya hemos hablado bastante de la parte filológica, ahora toca verlo desde la perspectiva de la arqueología: ¿dónde surgió y por qué se extendió tanto esta particular lengua?
La hipótesis más aceptada es la propuesta por la arqueóloga Marija Gimbutas en los años 50, llamada “hipótesis de los kurganes”. Gimbutas combinó sus hallazgos arqueológicos con el trabajo lingüístico previo sobre el protoindoeuropeo y señaló un lugar específico donde habría surgido el pueblo protoindoeuropeo.
Llamó “cultura de los kurganes” a un conjunto de comunidades nómades que habitaron las estepas del río Volga, en la actual Rusia y Ucrania, entre los años 5.000 a 3.000 AC, que clasifican dentro del mismo saco por el uso de túmulos funerarios. Estas comunidades habrían comenzado a extenderse en todas direcciones gracias a dos elementos: la domesticación del caballo y su uso para arrastrar carretas. ¡Yihaa!
Fuente: Anthrogenica
Según Gimbutas, estos pueblos de sociedades patriarcales y militares se impusieron a los indígenas de las tierras conquistadas, instalando su sistema administrativo, lenguaje y religión. Con el dedo en el botón de “avance rápido”, podríamos ver que luego el idioma serviría como base para el protogermánico, el protocelta, el protoeslavo, etc., las primeras ramas del gran árbol protoindoeuropeo.
En los últimos años, la hipótesis también ha tenido apoyo de parte de la genética, ya que varios estudios han encontrado patrones de marcadores genéticos que serían compatibles y congruentes con la extensión de las sociedades kurganes.
Así que ya lo saben. Si de pronto entienden una palabra de un idioma lejano, puede ser una de esas similitudes que aún hoy, luego de miles de años, persisten.