Es de conocimiento público el poder que tiene la música para tocar nuestras más profundas emociones. Que arroje la primera piedra quien no haya sentido un frío en la espalda al volver a escuchar la canción de un amor pasado, o quien no haya botado un lagrimón al reencontrarse con aquel disco que acompañó un momento amargo de su vida.
Diversos estudios científicos han demostrado a lo largo de los años que la música que acompaña nuestras vidas puede ayudarnos a recuperar recuerdos que, por causa de enfermedades como el Alzheimer, se encuentren perdidos. De alguna forma, a través de la memoria emocional, la música logra abrir compuertas y tomar atajos para acceder a recuerdos que, de otra forma, daríamos por olvidados.
Si bien solemos hablar de la memoria como una sola gran categoría, en la práctica esta está compuesta de varios mecanismos que almacenan información de distinto tipo según su naturaleza. Los diferentes tipos de memoria no son categorías aisladas, de hecho suelen trabajar en conjunto unas con otras, pero para efectos de estudio se les categoriza por separado.
Está la memoria procedimental, por ejemplo, que es la encargada de almacenar habilidades motoras y ejecutivas, como andar en bicicleta o tocar guitarra. Existe también la memoria declarativa, que es la que acumula nuestras vivencias y conocimientos, como los recuerdos de infancia o los conocimientos de nuestra profesión.
La memoria emocional, en tanto, es el mecanismo que fija y almacena recuerdos con carga emotiva. El que nuestras vivencias acarreen emociones, hayan sido placenteras o dolorosas, hace que nuestro cerebro las recuerde con mayor detalle y durante más tiempo, en comparación a aquellos recuerdos neutros.
Esto hace que seamos capaces de recordar sucesos emotivos con lujo de detalle, aun cuando hayan ocurrido hace mucho tiempo.
Te invito a hacer una prueba:
Eso, amigos míos, es la memoria emocional.
Ya vimos que la música gatilla emociones, y que las emociones nos permiten tener recuerdos más vívidos y duraderos. ¿Qué pasará, entonces, si usamos la música para desenterrar recuerdos emocionales a los que no se puede acceder, por causa del Alzheimer o de otras enfermedades?
El documental Alive Inside (2014) (que hace poco fue sacado de Netflix, maldita sea) muestra el trabajo de Dan Cohen, trabajador social y líder de la fundación Music and Memory, que se dedica a mejorar, a través de la música, la calidad de vida de adultos mayores en asilos.
El trabajo de Cohen consiste en recabar información sobre los gustos musicales del paciente, a través de información provista por sus familias, para luego armar una playlist personalizada y entregársela al paciente en un iPod.
En noviembre de 2016, Canal 13 replicó en nuestro país el trabajo de Alive Inside, a través de un celebrado reportaje que apareció en su programa Contacto. Por fortuna, ese material sí está disponible para verse online.
Los efectos de la música son inmediatos: tan pronto el paciente se pone los audífonos y comienza a escuchar la música de sus años mozos, su mirada se activa y sus recuerdos comienzan a aflorar. Pacientes con casos avanzados de Alzheimer, muchos de ellos incapaces incluso de hablar, se ponen a bailar, a cantar y a conversar de sus años de juventud. ¡Sí, vuelven a hablar!
Su identidad, esa que se desvanece junto con sus recuerdos, vuelve gracias a la música.
Los estudios científicos al respecto son varios, y existe un consenso general de que la música aporta de forma significativa al mejoramiento de la calidad de vida de adultos mayores con Alzheimer.
Una famosa investigación realizada en 1993 por la Indiana University of Pennsylvania eligió a 60 adultos mayores de una casa de retiro y los repartió de forma aleatoria en tres grupos. Al grupo 1 se le hizo escuchar música de Big Band de los años ’20 y ’30 en sus horarios de recreo. A los adultos mayores del segundo grupo se les hizo resolver ejercicios de puzzle, mientras que los del tercer grupo mantuvieron sus actividades usuales de dibujo y pintura.
Tras seis meses en esta modalidad se les sometió a un breve cuestionario para evaluar los resultados y, tras un análisis estadístico, la evidencia arrojó que, en comparación a los otros dos grupos, los adultos mayores del grupo 1 eran más felices, estaban más alertas de su entorno, y tenían más recuerdos de su propia historia de vida.
Otro estudio, realizado en 2010 mostró que los pacientes con Alzheimer podían recordar mucho más fácilmente las letras de las canciones después de haberles cantado las palabras, versus haberlas pronunciado. "Esto sugiere que la música podría mejorar la formación de memoria en los pacientes", comentó Nicholas Simmons-Stern, autor principal del estudio.
Una investigación de 2017 concluyó que la musicoterapia aplicada en pacientes con Alzheimer (durante 6 semanas a 42 pacientes en estadio leve-moderado), logró una “mejoría significativa de memoria, orientación, depresión y ansiedad (escala HAD) en pacientes leves y moderados; de ansiedad (escala NPI) en pacientes leves; de los delirios, alucinaciones, agitación, irritabilidad y trastornos del lenguaje en el grupo con demencia moderada”. Estos efectos fueron visibles luego de tan solo 4 sesiones.
Si bien no hay total certeza sobre cuál es el mecanismo específico que opera en la recuperación de recuerdos a través de la música, la evidencia científica ha demostrado que la música es como un botón que abre compuertas de la memoria a las que no se puede acceder de forma consciente.
Por eso, científicos insisten en que deben impulsarse más estudios para fortalecer la evidencia de su efectividad como tratamiento, para traer a la vida esos recuerdos que más sentido le dan a la vida de las personas y así hacer del Alzheimer una enfermedad menos desoladora.