Dicen que "nada dura para siempre" y menos las vacaciones. Nadie quiere que llegue el momento, pero el tiempo es inexorable. El término de las vacaciones de verano ya está ante nosotros, mirándonos frente a frente, agitando boletas por pagar y emitiendo sonidos levemente irritantes.
Si eres estudiante, significa que llegó el momento de reemplazar el protector solar y los trajes de baño por cuadernos y lápices, y el amor de verano por un profe que en pocos meses decidirá si pasas el corte o caes en el pozo de las almas repitentes.
¡Pero que no cunda el pánico! Aún si estudiar no es tu fuerte, adoptar ciertos hábitos de estudio te ayudarán a estrujar cada minuto que le dedicas a la materia. Confíen, porque estos consejos están comprobados científicamente.
Dicen que nuestro cerebro es como una esponja, pero en verdad es más como una bandeja bañada en mantequilla.
La "curva del olvido" es un fenómeno que explica por qué apenas horas después de una clase, no parecemos recordar nada. Si no hay intención de retener un pedazo de información, nuestro cerebro, en un periodo de tiempo increíblemente corto, lo dejará en el cuarto de "si te he visto no me acuerdo" (junto a tu ex), donde no será de utilidad a la hora del examen.
Según la Universidad de Waterloo, es muy sencillo atajar este fenómeno maldito: en las 24 horas siguientes a la clase, repasa la información durante 10 minutos. Esto hará que la información retenida roce el 100% del total, temporalmente. Luego de una semana,repásalo nuevamente, pero durante solo 5 minutos para mantenerlo fresco. Al mes solo serán necesarios 2 a 4 minutos de estudio para reflotar el material en nuestra mente.
La escena es tan corriente como la de la última cena: un estudiante entre una montaña de libros estudiando frenéticamente horas antes del gran examen. Él y todos los que hemos repetido este error, nos merecemos un bofetazo científico en toda la cara.
Muchos estudios han confirmado los beneficios de estudiar espaciadamente. En teoría, el que estudia, por ejemplo, en 20 sesiones de media hora, no estudia más que el que hace 10 horas al hilo, pero se ha concluido, de forma consistente, que quien se quema las pestañas no solo tiene un peor desempeño en exámenes, sino que arrastra los efectos negativos de esa noche de mal sueño por hasta 4 días.
Los intervalos también pueden aplicarse a la misma sesión de estudio. Paul Kelley es un profesor conocido por aplicar el aprendizaje espaciado en colegios ingleses con gran éxito. Su fórmula consiste en 20 minutos de estudio intenso, seguido por 10 minutos de recreo enfocado en actividades físicas (jugar básquetbol, en su caso). Una lógica similar al "método pomodoro" de productividad, que les explicamos hace poco.
El llamado "efecto de memoria espaciada" se conoce desde siglo XIX, cuando fue acuñado por el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus, por lo que ya es hora de tomarlo en serio.
Todos tenemos ganas de desechar los cuadernos por nuestros flamantes tablets o notebooks, pero, desde un punto de vista de efectividad en el estudio, el viejo material análogo sigue siendo el campeón.
Un estudio de 2010 encontró que la lectura en un iPad es 6,2% más lenta que en un medio análogo ¿Y qué tal los dispositivos con la moderna tinta digital? Peor: leer en un Kindle era 10,7% más lento.
Otro estudio de 2012, observó que el papel es un medio que facilita el proceso de recordación. Curiosamente, cosas como una página más doblada o una mancha, señales contextuales inexistentes en un documento de Word, son referencias importantes a la hora de forzar la máquina mental.
Es lógico pensar que releer la materia nos ayudará a meter todo dentro de nuestras cabezas, pero un estudio de 2010 comprobó que no es más que una pérdida de nuestro preciado tiempo.
El experimento utilizó a dos grupos de estudiantes. A ambos se les hacía estudiar una serie de tópicos, luego el primer grupo estudiaba la materia varias veces, mientras que el otro lo aplicaba mediante ejercicios. Finalmente se medía su retención de información mediante un examen. El segundo grupo llegó a doblar el número de respuestas correctas del primero.
Estudios han concluido que llenar el cuaderno de amarillos, naranjos y verdes chillones no solo no tienen ningún beneficio a la hora de retener la información, sino que, mal usados, pueden incluso impactar nuestro estudio negativamente.
No así las flash cards o fichas de estudio (donde se anota una pregunta y al reverso la respuesta), que requieren un esfuerzo de síntesis de información y que pueden ser útiles ayudantes durante el estudio o en los momentos de descanso, donde un vistazo sirve para refrescar la memoria.
Quizá un consejo menos ortodoxo que los anteriores, pero efectivo. Un estudio de 2007 utilizó imágenes del cerebro obtenidas por resonancia magnética para concluir que ciertas técnicas utilizadas por compositores del siglo XIX ayudan al cerebro a organizar información entrante. En otras palabras, este tipo de música nos ayuda a concentrarnos.
Los científicos no saben si fue un acto deliberado o no de los artistas de aquella época, pero el efecto es claro: el fenómeno llamado "segmentación de eventos", que es cuando hacemos sentido de la información que recibimos, fue claramente potenciado al escuchar los silencios intermedios de las piezas del compositor barroco inglés William Boyce. Curioso.
Guardar el celular y apagar la tele son los primeros pasos que se deben dar a la hora del estudio. Nuestra atención y memoria son limitadas, por lo que efectuar dos tareas a la vez inevitablemente hará menos eficaz la ejecución de ambas. O sea, si estas en Whatsapp y estudiando a la vez, no solo tu estudio será inútil, sino que también es más probable que leas mal o escribas mal en la aplicación.
Esto no sólo aplica a distracciones electrónicas. Si estás pendiente de cualquier otra cosa que absorbe tu atención (hermanos pequeños, otras tareas pendientes, etc.) tu estudio será más inefectivo. Debes despejarte de toda distracción.
Por último, para aquellos que se lo quieren tomar en serio, pueden seguir el método de estudio aplicado por el brillante físico Richard Feynman.
En sus tiempos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Feynman, previo a un examen, llevaba un cuaderno a todas partes. Este cuaderno, según su biógrafo, James Gleick, se titulaba "El cuaderno de las cosas que no sé".
A diferencia de la actitud corriente de rehuir de aquello que no entendemos, Feynman conservaba un cuaderno exclusivamente para ello, donde reorganizaba todo su conocimiento con el fin de dar con una respuesta. Suena como algo que solo un físico brillante podría hacer, pero es bastante sencillo: convertir tu conocimiento en algo concreto.
Los pasos recomendados para aplicar el método de Feynman son tres:
1. Escoge un concepto y escríbelo como título en una hoja. No importa si es un concepto que domines o, por el contrario, que todavía te cueste.
2. Explícalo como si se lo estuvieras enseñando a un alumno nuevo. Esto significa utilizar palabras simples por sobre tecnicismos. Se recomienda recurrir a simplificaciones y analogías todas las veces que sea necesario.
3. Encuentra las lagunas y rellénalas. Inevitablemente la cuerda se agotará en algún momento, esto te permitirá encontrar cuáles son tus vacíos de conocimiento más importantes. Aquí es necesario retornar al libro o presentación todas las veces que sea necesario, hasta que la explicación esté completa.
"Cuando (Feynman) terminó, tenía un cuaderno del que estaba especialmente orgulloso", agrega Gleick.