En las calles de Buenos Aires se pueden ver afiches con el lema "Patria o Macri", tachándolo como el candidato de EE.UU., a lo que el aludido se defiende, afirmando que su visión de gobierno es el "desarrollismo del siglo XXI", cuya ideología es la de "resolver y hacer".
La polarización que se vive en Argentina ha alimentado la idea de que este domingo 22 de noviembre, fecha en que se realizará la segunda vuelta (o balotaje) de la elección presidencial, hay una clásica elección entre progresistas versus conservadores, o entre izquierda y derecha. Esto en la medida que el actual gobierno y su coalición Frente Para la Victoria (FPV) que representa Daniel Scioli, ha llevado adelante muchas políticas económicas redistributivas, y ha propiciado una expansión del Estado mediante la nacionalización de YPF, Aerolíneas Argentinas y los fondos de pensiones, acciones tradicionalmente asociadas a gobiernos de izquierd; a la vez que Mauricio Macri, candidato de la coalición opositora Cambiemos compuesta por PRO (Propuesta Republicana), la Coalición Cívica ARI y la Unión Cívica Radical,viene del sector empresarial, y ha propuesto medidas económicas más alejadas de los lógicas estatistas de los gobiernos de los Kirchner.
Sin embargo, la reducción de la política argentina a un binomio izquierda-derecha es algo demasiado estrecho para la realidad trasandina, en la medida que es mucho más compleja. Para entenderla hay que considerar factores históricos, sociales y culturales de dicho país. En este artículo propongo 5 claves de la política argentina que tener en cuenta para entender esta segunda vuelta electoral.
En Argentina se acostumbra a que el Estado tenga un gran rol activo y protagónico en la conducción económica; si no es mediante la producción directa de bienes y servicios, lo hace a través de subsidios, prestaciones sociales o controles de precios, muchas veces sin una carga impositiva adecuada para financiarlos. Durante el gobierno de los Kichner esta lógica estatista se fortaleció y en la actualidad ninguno de los candidatos a la presidencia está interesado en modificarla.
En la actualidad, según datos de la Auditoría General de la Nación, el organismo del Congreso que supervisa el gasto, el déficit público este año será del 7%, uno de los más altos del mundo. A pesar de esto, tanto Scioli como Macri están prometiendo una fuerte subida de las pensiones, el denominado 82% móvil, que implica que la gente cobrará el 82% de su último sueldo antes de jubilarse. Además, ambos han prometido bajar los impuestos, eliminando el impuesto a las ganancias y bajando el impuesto a las exportaciones agrícolas. Scioli incluso ha afirmado que no pretende eliminar los subsidios a la energía y el transporte, que son buena parte del déficit público y que convierten a ciudades como Buenos Aires, en una de las urbes con la luz más barata del mundo. Macri, por su parte si ha dicho que los modificará, pero no ha especificado cuánto.
El Peronismo o Justicialismo, nace de la mano del general Juan Domingo Perón, quien gobernó el país desde 1945 a 1955 y desde 1973 a 1974, año en que falleció. Su gobierno y la ideología resulta muy difícil de definir, puesto que bajo su nombre se han presentado propuestas de corte izquierdista, vinculadas a la redistribución del ingreso en favor de las clases bajas, y el nacionalismo, lo que le llevó a tener un gran apoyo y lealtad de los más desposeídos; al mismo tiempo que durante el gobierno de Menem, un peronista, se llevó adelante la reducción del tamaño del Estado. Por otro lado, a pesar de que históricamente, y en especial tras la asunción de los Kichner, la izquierda se ha identificado con el Peronismo, hay que tener presente que el propio Perón se declaraba admirador de Benito Mussolini y que era amigo del dictador español Francisco Franco.
Puesto que el Justicialismo es algo muy plástico, esto ha posibilitado que se haya proyectado mucho más allá de la figura de Perón y el mismo partido Justicialista. El mismo Macri inauguró el pasado 8 de octubre una estatua de Perón en la capital federal, esto a pesar de que el Partido Justicialista es uno de los sostenes políticos más importantes del gobierno actual.
En el país trasandino, las lógicas institucionales e ideológicas muchas veces sucumben a las prácticas clientelares, en donde los gobiernos, ya sean nacionales, regionales o locales, y las fuerzas políticas, son auténticas bolsas de trabajo, generando lealtades por parte empleados públicos hacia ciertas figuras políticas.
Encarnación de esto es que en la época Kichnerista se ha creado una amplia red estatal con miles de nuevos puestos de empleos públicos. Los empleados del Estado, tras una drástica reducción los ‘90, han aumentado un 46% durante los últimos 12 años del Kichnerismo, convirtiendo a Argentina, con un 14,8% de la fuerza laboral, en el país con el nivel más alto de empleados públicos de Latinoamérica. Macri aún no ha aclarado que hará con ellos, pero muchos de estos ya se están movilizando para evitar su victoria por temor a perder su empleo.
En el país transandino, la década de los ‘90 no es como cualquier otra. Son los tiempos de la equivalencia entre el peso y el dólar, durante los cuales se pregonaba que el neoliberalismo era la solución a todos los problemas económicos del país. Se recuerda también como la época menemista, pues entre 1989 y 1999, Carlos Saúl Menem gobernó el país y de la mano de su ministro de Economía, Domingo Cavallo, fomentó la privatización de empresas estatales y facilitó las importaciones, generando –afirman sus críticos– la desindustrialización del país.
Aquellos años, que entonces parecían un milagro económico, se tornaron en una auténtica pesadilla hacia finales de su gobierno, pues la paridad forzada de ambas monedas desfinanció al Estado. El sucesor de Menem, Fernando de la Rúa decidió mantener la paridad, recurriendo al endeudamientos en el exterior, hasta hacerse insostenible. Aquellas políticas económicas se ven hoy como la principal causa de la gran crisis que hundió al país en 2001, cuando el sistema financiero colapsó producto del retiro masivo de capitales por parte de la ciudadanía, lo que llevó a un "corralito financiero" para impedir nuevos retiros.
Para el Kirchnerismo, Macri es el rostro de esa década, por lo que en las últimas semanas han buscado instalar la idea de que si el gana, vuelven los ‘90. Tanto funcionarios, militantes y simpatizantes del oficialismo repiten que un triunfo de Cambiemos significaría el regreso a los años del neoliberalismo y el fin de los programas sociales de los gobiernos de los Kichner. Tanto en redes sociales como en actos públicos del FPV se afirma que un gobierno macrista privatizaría la educación y la sanidad pública, a su vez que se despedirá a los trabajadores del Estado y habrá una estrepitosa devaluación de la moneda.
En las redes sociales, en todo caso, partidarios de Macri se han burlado de esta "campaña del terror", parodiándola a través de la llamada "Campaña Bu. Con miedo votás mejor". Esta anti-campaña se generó de manera espontánea luego que partidarios de Scioli y el oficialismo intentaran viralizar el hashtag #SiMacriGana por Twitter.
Se podrá estar o no de acuerdo con el gobierno de Cristina Fernández, pero los gobiernos de los Kirchner han dejado una huella profunda en la Argentina.
Durante estos 12 años, la pobreza bajó de un 57% en 2002 (en plena crisis económica) a un 25% en 2014. Si se comparara con los años previos al Kirchnerismo, hay que retrotraerse a 1994 (en pleno apogeo del menemismo) para encontrar una cifra menor que la actual (20%). El desempleo bajó de un 21% en 2002 a un 6,6% en 2015, siendo el menor desde 1991, cuando era de un 6%. Se ha pasado de un salario medio de 263 dólares en 2002, a los 1.431 dólares de 2015. Planes sociales como la Asignación Universal por Hijo, que tiene 3,5 millones de beneficiarios, son el principal ingreso de un millón de familias pobres.
Las cifras y éxitos conseguidos durante la denomina "Era K" hay que mirarlas con distancia, esto en la medida que los Kirchner han promovido una economía basada en incentivar artificialmente el consumo y es este una de las claves de su éxito, pues gracias al apoyo del Gobierno y el control de precios, todo se puede pagar en cuotas, desde un electrodoméstico hasta zapatillas. Así, los argentinos pueden consumir y mantener una sensación de bienestar pese a la actual desaceleración económica. Adicionalmente, el gobierno ha mantenido una política de dolar alto por medio de un fuerte control de divisas, de modo de hacer más competitiva su economía interna y fomentar la producción nacional. Lo anterior ha llevado a un alto déficit fiscal y una inflación actual de un 37,5% en 2014, una de las más altas del mundo, aunque al menos es inferior al 41% que había en 2002.
Si bien la mayoría de los indicadores eran mejores en la década de los '80 o '90, y los desequilibrios macroeconómicos hacen temer que la bonanza de la "Era K" no sea más que un espejismo que concluya en una nueva crisis, para la gran mayoría de los argentinos, el marco de referencia es el 2001. Puesto que una gran proporción de los argentinos está hoy bastante mejor que tras la debacle financiera de principios del siglo, muchos ven a los gobiernos Kirchneristas como un auténtico antes y después en sus vidas, lo que explica por qué las múltiples excentricidades y escándalos de la familia gobernante siempre fueron secundarios para los habitantes del país.
Todo lo anterior, quiéranlo o no, empuja a los candidatos a tomar postura frente a ese legado, con todas sus luces y sombras.