Creamos o no en la religión y sus dioses, es difícil encontrar un tiempo donde no le prendiéramos velitas metafóricas o no a algo o alguien. Puede que haya sido un dios, varios o incluso energías trascendentales como el karma, pero siempre parece haber habido algo más grande que nosotros. Fue así en Europa, en Asia, en América y en cualquier lugar del mundo donde hubiera sociedades humanas.
Es como si las sociedades humanas necesitaran creer en un orden divino para poder desarrollarse. Curioso ¿no? Esta relación ha fascinado a investigadores desde hace décadas, quienes se han preguntado qué fue primero, el huevo o la gallina. ¿Fueron estas creencias las que permitieron a la sociedad primitivas desarrollarse en lo que hoy entendemos por sociedades complejas o fueron sociedades ya complejas quienes pensaron, ¿Y si creemos en un loquito gigante con superpoderes que nos rostice vivos cuando metamos la pata?
Las investigaciones hasta ahora han sido contradictorias y limitadas por variables de complejidad que sus propios autores señalan son “muy crudas”, es decir, ¿qué podemos entender como complejidad en un sociedad?, ¿el número de habitantes?, ¿el material con el que construyen sus casas?, ¿la calidad de alimento?, ¿la cantidad de memes que producen? Es difícil dar con variables convincentes.
Gracias a una base de datos de acceso libre, investigadores pudieron hacer un análisis que incluyó a cientos de sociedades humanas y más de 50 variables de complejidad. Y el resultado es claro como el agua. Pero antes...
Esta es una pregunta que ocupa libros (como La evolución de Dios, del periodista científico Robert Wright) y que cada uno, de acuerdo con sus creencias, podría responder a su manera. Algunos dirán: “Diosito estuvo siempre” y otros “Dios no existe, compadre, ¡aguante el black metal noruego!”. Seremos breves y nos referiremos a la evolución de los sistemas religiosos, y no a si existen dioses o no (eso ya lo resolvió Homero).
Se cree que durante la prehistoria no existía el culto a los dioses, al menos no como los entendemos hoy. La práctica religiosa se limitaba al entierro de los muertos, y algunos investigadores también mencionan el culto a los animales y el totemismo.
“La religión primordial consistía en parte de personas que se contaban historias en un intento de explicar por qué suceden cosas buenas y malas, predecir su suceso y, si es posible, intervenir, aumentando así la proporción de lo bueno sobre lo malo”, escribe Wright en su libro.
Estas creencias de los hombres prehistóricos eran muy localizadas y específicas, como explica el historiador Yuval Noah Harari en De animales a dioses: “Para sobrevivir, los habitantes de un valle concreto necesitaban comprender el orden sobrehumano que regulaba su valle, y ajustar su comportamiento en consecuencia. No tenía sentido intentar convencer a los habitantes de algún valle distante para que siguieran las mismas reglas”.
Pero en algún punto, esto dejó de ser suficiente. El cuándo es difícil de estimar. Se cree que Göbekli Tepe, en Turquía, es el lugar ritual de la primera religión organizada que habría surgido en el 10.000 a.C.
Saltándonos algunos milenios, encontramos cultos organizados en todo el mundo e increíblemente semejantes. Se trata de un dios, varios o fuerzas sobrenaturales que, miren los perlas, nos dicen qué debemos hacer, qué no y no se ahorran detalles en describir cómo se castigarán a los que no cumplen con estas normas. En otras palabras, eran dioses moralizadores.
¿La razón? El modo antiguo no habría sido suficiente para mantener el orden y la cohesión en sociedades más numerosas e interconectadas: necesitábamos creer en algo más grande que nosotros, algo en común que sirviera como pegamento de las jerarquías y creencias que sosteníamos.
“Las religiones afirman que nuestras leyes no son el resultado del capricho humano, sino que son ordenadas por una autoridad absoluta y suprema. Esto ayuda a situar al menos algunas leyes fundamentales más allá de toda contestación, con lo que se asegura la estabilidad social”, explica Harari.
Está claro, entonces, que habría sido difícil llegar hasta el siglo XXI, con nuestros iPhones y Starbucks, sin la invención de sistemas de creencias que nos mantengan derechitos. Como admitía el propio filósofo francés Voltaire, ferviente anticatólico: “Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo”. Que muchos han metido la pata en nombre de la religión o de si tienen cabida en tiempos actuales, es materia para otra discusión.
Entonces, tenemos claro que la complejidad de sociedades humanas y la aparición de dioses moralizadores van de la mano. Pero ¿qué fue primero? La base de datos Seshat tiene la respuesta.
Seshat es una base de datos de acceso libre creada en 2011 que almacena cerca de 280.000 registros en más de 2 mil variables relativas a casi 1.000 sociedades humanas. “Una gran parte de la historiografía se ve obstaculizada en diversos grados por el problema de cherry-picking (citar casos individuales o datos que parecen confirmar la verdad de una hipótesis, ignorando aquellos que no). Seshat fue diseñado para superar esta limitación mediante la organización de una gran cantidad de datos históricos y arqueológicos”, señala el sitio.
Investigadores de Seshat, gracias a estos datos, lograron realizar el análisis más completo hasta el momento, estudiando más de 10 mil años de historia a través de 414 sociedades humanas en 30 regiones del mundo.
En el estudio se analizaron “dioses moralizadores supremos”, como el de las religiones abrahámicas (cristianismo, judaísmo e islamismo) y el zoroastrismo, y el “castigo sobrenatural” de transgresiones morales, como en el budismo. Todas, a su manera, imponen un cierto orden moral. Como el concepto de “moralidad” puede variar dependiendo de cada sociedad, también se incluyeron otras variables relacionadas más concretas: reciprocidad, justicia y lealtad al grupo.
En cuanto a la complejidad social, se incluyeron más de 50 variables que se consolidaron en 9 categorías de complejidad: población, población de la capital, tamaño del territorio, jerarquía, infraestructura, gobierno, sistemas de información, textos y dinero.
Basándose en esto, la sociedad más compleja analizada fue la dinastía Qing (China, entre 1644-1912 d.C) y la menos la del Periodo silvícola (hoy Illinois, Estados Unidos, 400 a.C).
Este fue el revelador resultado:
Se tomaron estas dos sociedades como polos opuesto para establecer el indicador de complejidad social de 0 a 1. |
Como se observa en el gráfico, el nivel de complejidad social promedio se dispara justo antes de la aparición de creencias que pueden clasificarse como “dioses moralizadores” y no después de ellas. En otras palabras, nuestros conceptos de dioses y órdenes divinos son producto de sociedades complejas y no viceversa.
Y un patrón concreto surgió: en la gran mayoría de las regiones se alcanzó un grado superior a 0.6 de complejidad antes de que surgieran los dioses moralizadores, lo que equivale a lo que ellos llaman “megasociedades”que alcanzan el millón de miembros. Es decir, como regla general, las sociedades pueden mandarse solitas hasta alcanzar un nivel de desarrollo equivalente al millón de habitantes (y todos los sistemas sociales, políticos y económicos que eso requiere). Luego, la estabilidad social requeriría de un sistema de creencias organizado en religiones que refuerzan un código moral.
“Nuestra investigación sugiere que la religión está desempeñando un papel funcional a lo largo de la historia mundial, ayudando a estabilizar las sociedades y la gente a cooperar en general”, señala el antropólogo Patrick Savage, uno de los autores.
"No estamos diciendo que (la existencia de religiones) sea buena o mala, sino que tiene una relación profunda y consistente con las sociedades a lo largo de la historia mundial. La religión está profundamente entrelazada con lo que significa ser humano, para bien y para mal", agrega.