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¿Se han quedado repitiendo una palabra y pensando qué significa y por qué se usa exclusivamente para hacer referencia a cierto objeto? Hay veces en que no nos cuestionamos lo que tenemos justito en frente de las narices y deberíamos hacerlo, porque de verdad que nos vamos a encontrar con temas bastante inesperados y sorprendentes.
Como ya lo hicimos hace un tiempo, hoy en El Definido te vamos a ayudar a que duermas más tranquilo en las noches y por fin puedas conocer por qué estos cinco países se llaman así.
Vamos a partir por casa. A pesar de que la gente pueda creer que nuestro país se llama así por el ají mexicano, con el que incluso compartimos la forma del picante, no lo es.
No es claro de dónde viene el nombre, pero se cree que proviene de la palabra quechua “cheri”, que significa “frío”. Otra de las teorías más consideradas, es que su origen está en la palabra aimara “chilli”, que quiere decir “lo más hondo del suelo”. Como derivada, existe la expresión “chilli thanksi”, que corresponde a “los confines de la tierra”. La historia cuenta que tiene sus raíces en la llegada de los colonos españoles a Chile, quienes se referían a nuestro país como el que estaba más cerca del fin del mundo. Así que nada de ajíes, somos el país donde la tierra termina.
México es la simplificación de “Metztlixihtlico”, una palabra del náhuatl, el idioma nativo de los aztecas. Esta expresión (que personalmente no puedo pronunciar) significa “lugar en el ombligo de la luna”. ¿Por qué se llamaba así?
En la cultura azteca existe una leyenda que cuenta cómo llegó la luna a tener un conejo “estampado”. Quetzalcóatl, uno de los dioses de los aztecas, un día bajó en forma humana a recorrer la Tierra. Después de muchas horas de deambular, se sentó en una rama pensando en el hambre que tenía. Cuando vio a un conejo comiendo hierba, el animal le convidó del vegetal y Quetzalcóatl le dijo que no comía de eso, el conejo entonces le ofreció que se lo comiera a él. El dios, conmovido, decidió retratarlo en la luna por su bondad.
De acuerdo a esta cultura, este conejo se reflejaba en la laguna Texcoco, justo donde estaba la antigua capital del imperio azteca, Tenochtitlan, que fue la ciudad más importante y el centro político y económico azteca. Entonces, como Tenochtitlan estaba en el centro del conejo, se consideró que estaba en su ombligo. México toma la palabra simplificada al español por la relevancia del virreinato durante la Colonia.
Si decides irte a vivir a la isla asiática de Brunéi, cuando te pregunten dónde vives, puedes contestar “allá” con toda seguridad. La expresión puede sonar divertida, pero también es correcta para sus 428 mil habitantes.
El quinto país más rico del mundo, gracias al petróleo y el carbón, no siempre se llamó así. La leyenda cuenta que Muhammad Shah, quien fue el primer sultán de Brunéi, cuando venían navegando por el río Brunéi y vieron la isla, dijo “baru nah”, que se traduce en “allá”, mientras la señalaba para acercarse. Después, “Baru nah” fue transformándose en Brunéi, tal como lo conocemos hoy (si quieres escuchar cómo se dice Brunéi, haz clic aquí).
Ahora ya es su nombre oficial, pero en un principio Madagascar tuvo ese nombre por error. Sí señor, por un error que Marco Polo cometió en el siglo XIII y quien obviamente ya no se puede defender. Al menos le puso un nombre que significa “tierra sagrada”. Bueno, vamos con la historia.
“Madageiscar”, el nombre original, es la versión italiana de la capital de Somalia, llamada Mogadishu y que quiere decir “sagrado”, en árabe. Marco Polo en su libro Los Viajes de Marco Polo, nombró así a una isla que estaba al norte de Zanzíbar, y a pesar de que Madagascar queda al sureste de Zanzíbar, los cartógrafos de la época consagraron al país con ese nombre, cometiendo un error. Raro igual, ¿o no? (si quieres escuchar cómo se dice Madagascar, haz clic aquí).
Esto no lo vimos venir. Brasil adoptó su nombre actual por un árbol oriundo de las tierras de la verde-amarela, el Palo de Brasil.
Durante el Renacimiento, se estaba usando mucho un pigmento rojo que se sacaba de unos árboles asiáticos que eran similares al Palo Brasil, pero escasos y muy demandados. Así que, cuando los portugueses llegaron a Brasil y encontraron que este árbol estaba en todas partes, podemos decir que se sintieron como si hubieran ganado la lotería.
Quizás lo fue, porque todos los países estaban envidiosos y se dice, por ejemplo, que Francia mandó a corsarios, o piratas contratados por el reino, para que se robaran esta resina tan codiciada. Incluso, la fama de este recurso fue tal que los países hablaban de Brasil como las “costas del palo de Brasil” (si quieres escuchar cómo suena cuando un brasilero dice el nombre de su país, haz clic aquí).