Quizás, para muchos, el nombre David Gilmour se traduce en la imagen del integrante de la famosa banda de rock Pink Floyd. Pero en Canadá, un crítico de cine que tiene el mismo nombre del reconocido músico británico, tomó una decisión que afectaría directamente su vida y la de su hijo.
Ante el mal rendimiento académico de Jesse Gilmour, su padre decidió ofrecerle un trato poco convencional: dejar la escuela, quedarse en casa todo el día, sin trabajar, pero con la obligación de ver tres películas a la semana escogidas por David. "O aceptaba mi oferta o debía conseguir un trabajo y ganarse la vida como el resto del mundo", confesó el también novelista durante una entrevista.
El resultado de este experimento fue plasmado en el libro autobiográfico de David Gilmour, titulado Cineclub (2007), en el que relata cómo tuvo que ganarse la confianza de su rebelde hijo y, además, sustituir el contenido educativo de la escuela a través de clásicos del cine que incluían películas como Ciudadano Kane, El Padrino y Psicosis, entre otras.
El cuestionamiento del sistema educativo convencional es un tema que, a lo largo de los años, ha ocupado a diversos teóricos y académicos de la pedagogía.
Involucrar las artes, y el cine en particular, en la formación de niños y jóvenes, es algo que se ha implementado en países como Francia, donde el cineasta, profesor y pedagogo Alain Bergala, ayudó a diseñar entre 2000 y 2002 un programa de introducción del séptimo arte en los colegios.
Bergala resalta en un artículo, que tras la Segunda Guerra Mundial, el cine fue una vía de escape para olvidar las consecuencias del conflicto bélico, surgiendo diversos movimientos artísticos y haciendo énfasis en la formación de los clubs de cine en diferentes pueblos.
"Estos cineclubs se formaron 'sobre la marcha', en una época en la que el cine no se enseñaba en la universidad, fue la primera generación de docentes que iban a introducir de forma 'salvaje' el cine en sus clases", destaca el catedrático francés.
Volviendo al libro de David Gilmour, Cineclub, además de ser una historia en la que la relación padre-hijo logra reconectarse tras un periodo hostil entre ambos, plantea diferentes desafíos y retos que no son fáciles de asumir.
"'¿Y si me equivoco?', pensé. '¿Y si me estoy haciendo el moderno a costa de mi hijo y dejo que arruine su vida?'", se pregunta Gilmour durante una parte de su libro.
Abandonar la escuela de la noche a la mañana no es una decisión que se toma a la ligera, pero en el caso de los Gilmour fue una elección que les sirvió para comprender el verdadero potencial educativo del cine (del buen cine, claro está).
Tras varios meses de películas junto a su padre, Jesse, por iniciativa propia, decidió regresar al instituto y logró matricularse en un curso intensivo de matemáticas, ciencias e historia.
A pesar de la improvisada experiencia, David lo había conseguido. Logró a través del cine encauzar a su hijo, alejarlo de la rutina que lo estaba consumiendo para que la afrontara, meses después, con un nuevo enfoque.
" Cineclub es un repaso de la historia del cine, un desafío a nuestras nociones de la educación", reza parte de la presentación de la obra de Gilmour.
La experiencia de los Gilmour, al mismo tiempo, nos hace replantear (con o sin cine) los pros de la educación en casa y cómo complementar en el hogar aquellas cosas que están fallando o que están ausentes en el colegio.
Métodos de reforzamiento como Khan Academy (de la que te contamos en esta nota), hablar de filosofía, música y otras artes, o incluso ver en familia algunas charlas TED, harán de los niños y jóvenes seres más críticos y con un punto de vista menos impuesto.
" Cuando en un hogar donde no existe la cultura, un niño la descubre, es algo fantástico. Tendrá la voluntad de querer saber más y eso tendrá un efecto apasionante sobre su futuro", expresa Bergala, a propósito de una entrevista que le hicieron durante el festival de documentales de Madrid, el pasado mes de junio.
Educación y cine es una fórmula que también ha empezado a implementarse en Chile, siendo el programa Red Cine Club Escolar de la Cineteca Nacional de Chile, uno de los principales en llevar el séptimo arte a los colegios.
" El programa cuenta con 96 cine clubes presentes en todas las regiones del país, que forman parte de la Red Cine Club Escolar, enriqueciendo así las experiencias formativas de más de 2.000 estudiantes. Con este espacio, liceos y colegios tienen un acercamiento reflexivo y significativo al cine y audiovisual chileno", expresa la nota publicada en la página de la Red Cine Club Escolar.
De hecho, la Cineteca Nacional colaboró en 2014 con el Primer Seminario Internacional de Cine y Educación, El Cine es Escuela, organizado por la Universidad de Chile, y que contó con la participación de Bergala.
La etapa escolar es diferente para cada persona. Aunque para algunos es fácil de complementar con la vida cotidiana, para otros puede representar más complicaciones. Cualquiera sea el caso, el cine (y las artes en general) podría representar un aporte significativo para niños y jóvenes, tal y como fue el caso de Jesse Gilmour y las tardes de películas junto a su padre.