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Con los brazos alzados en señal de paz: la enfermera que murió de un disparo en Palestina
Hace unos días el mundo recibió la triste noticia de la muerte de Razan al-Najjar mientras socorría a heridos en plena guerra. En El Definido te contamos quién fue esta joven voluntaria.
El Medio Oriente puede sentirse lejano para los chilenos, quienes estamos a medio planeta de distancia y, por suerte, vivimos alejados de guerras y conflictos armados. Pero historias como la de Razan al-Najjar nos recuerdan que la humanidad es una sola, y que la valentía de una mujer puede sentirse cercana aunque estemos a miles de kilómetros de distancia.
Hace pocos días, un hecho enlutó a los palestinos: esta enfermera voluntaria, quien puso su vocación a disposición de los soldados caídos en el conflicto en la frontera con Gaza, perdió la vida luego de que un francotirador israelí, sin tener en cuenta el chaleco que la identificaba como personal médico, le disparara en el pecho mientras atendía a heridos. Esta es su historia.
Vocación por la ayuda humanitaria
Razan al-Najjar, tenía 21 años y era la mayor de seis hermanos. Su padre era Ashraf al-Najjar, quien también es un enfermero palestino voluntario en el Ministerio de Salud de Gaza. Vivían en Khuza’a, un pueblo agrícola cerca de la frontera con Israel.
Su padre tenía una tienda en que vendía partes de motocicletas, la que fue destruida en un ataque aéreo israelí durante la guerra de 2014 por lo que, desde entonces, ha estado desempleado.
Razan no obtuvo una puntuación lo suficientemente alta en sus exámenes de secundaria como para asistir a la universidad. En cambio, se entrenó durante dos años como paramédica en el Hospital Nasser, en Khan Younis, y se convirtió en voluntaria de la Sociedad de Ayuda Médica Palestina, una organización de salud no gubernamental. Fue una de las primeras mujeres en tratar a los manifestantes durante las protestas.
Entre gas lacrimógeno y balas
Razan trabajaba 13 horas diarias, de siete de la mañana hasta las ocho de la tarde. Su principal misión era darle primeros auxilios a los heridos que eran impactados de bala durante la batalla.
En una entrevista con el medio turco TRT World, Razan contó que el primer día de trabajo para ella fue el más difícil, porque se sofocó con gas lacrimógeno tres veces y como consecuencia de esto, se desmayó por una hora. A un compañero lo balearon en la espalda, una amiga enfermera recibió un disparo en la mano y otro colega recibió uno en la oreja. Tuvieron que ser atendidos rápidamente para poder seguir trabajando.
“Con todo el orgullo, quiero seguir trabajando hasta el último día”, declaraba.
“Ser médico no es sólo un trabajo de hombres, es también un trabajo de mujeres. A veces los heridos son mujeres. ¿Quién las trata? Sí, un hombre puede. Pero tenemos un papel muy importante aquí. Nuestro objetivo es salvar vidas y evacuar gente y enviar un mensaje al mundo: sin armas, podemos hacer cualquier cosa”, dijo Razan al New York Times, en la que fue su última entrevista antes de morir.
Razan no recibía ni un peso por lo que hacía, ella decía que ayudaba a los demás por amor a su país y porque era trabajo humanitario. “La gente le pregunta a mi padre qué estoy haciendo aquí y encima sin sueldo. Él les dice: ‘Estoy orgulloso de mi hija. Ella cuida a los niños de nuestro país’. Y especialmente porque en nuestra sociedad las mujeres son constantemente juzgadas. Pero la sociedad tiene que aceptarnos. Si ellos no quieren aceptar nuestra decisión, nosotras les forzaremos a que nos acepten”.
En estas declaraciones ella hacía alusión a la cultura en la que se ven inmersas las mujeres en algunas zonas de Medio Oriente, donde abunda el machismo y, por ejemplo, tienen la tasa de participación femenina más baja en la población laboral mundial; muy pocas mujeres logran estudiar o ser profesionales. Muchas de ellas mantienen una lucha constante contra este sistema regido por hombres (y también contra los prejuicios occidentales contra los musulmanes), y poco a poco conquistan espacios en donde pueden desenvolverse más allá de su rol de esposas y madres.
Una hora antes del anochecer del viernes 2 de junio, la décima semana de la campaña de protestas palestinas que hoy vive la zona, Razán se adelantó para ayudar a un manifestante por última vez.Entonces, un soldado israelí (o una soldado, aún no se sabe) disparó desde el otro lado de la frontera, impactando contra el pecho de Razan.
Sus manos alzadas en señal de paz, no sirvieron para persuadirlo de no disparar. Tampoco su ropa blanca, que señalaba que se trataba de una paramédica. Najjar fue la 119º palestina asesinada desde que comenzaron las protestas en marzo, siendo también la única muerte registrada ese viernes.
El sábado pasado, un grupo de agencias de las Naciones Unidas emitieron una declaración expresando su indignación por el asesinato de "un miembro del personal médico claramente identificado", calificándolo de "particularmente reprochable".
La muerte de Razan dio vuelta al mundo y en su país las personas salieron a las calles a manifestarse contra la horrorosa noticia del asesinato de la paramédica.
"Con nuestras almas y nuestra sangre redimiremos a nuestra mártir Razan", gritaba la multitud que alzaba el cuerpo de la enfermera que iba envuelto en una bandera palestina.
Hoy su país la recuerda y la tendrá presente para siempre, porque como ella hay cientos de voluntarios y voluntarias que siguen en este momento ayudando a los heridos.
¿Conocías a Razan Al-Najjar? ¿Qué piensas de su labor en la guerra?
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