Después de abrazarse en Maipú, Bernardo O’Higgins y José San Martín decidieron ir a tomarse unas chelitas para celebrar la victoria obtenida. En la noche se volvieron a abrazar, pero esta vez era para afirmarse el uno al otro, ya que estaban como huasca y tenían que estar tempranito en la mañana al frente del ejército libertador.