Hay personas que destacan del resto por su enorme valentía y por luchar con uñas y dientes por lo que consideran justo. Hay personas que se enfrentan a cosas que parecen imposibles y que nada, ni el hombre más poderoso, ni la amenaza más terrible, logra debilitar su lucha porque la convicción es tan grande que prefieren dar su vida antes de dar el brazo a torcer.
Esa valentía, esa lucha personal y esa enorme convicción es la que convierte en heroína hoy a Máxima Acuña Atalaya, la campesina indígena de Perú que se ha enfrentado con el consorcio minero Yanacocha (una de las transnacionales mineras más grandes del mundo en minas a rajo abierto) por querer proteger su casa, su tierra, su laguna, su flora y fauna, de quienes han querido quitársela para desarrollar el proyecto Conga, de explotación de oro y cobre.
Esta mujer analfabeta, de 47 años y 1 metro 40 de estatura, vive en un terreno en Tragadero Grande, a 4.000 metros sobre el nivel del mar, en la sierra norte de Perú, junto a su marido Jaime Chaupe y sus hijos, frente a la Laguna Azul, la principal fuente de agua que le permite dedicarse a la ganadería y a la agricultura.
Esta pequeña mujer ha iniciado una lucha solitaria por defender lo que ella considera propio, se ha arriesgado a demandas millonarias, amenazas varias e incluso a penas de cárcel, pero ella ha insistido en quedarse donde está y lograr vivir en paz junto a su familia. Debido a este esfuerzo, consiguió incluso que la ONU y varios organismos internacionales la apoyaran, y hasta la fecha la minera no ha sido capaz de expropiarle su tierra ni intervenir los recursos hidráulicos que la rodean.
Es por esto que esta semana se le concedió el Premio Goldman del Sur y Centroamérica, equivalente, se dice, a un Nobel del Medio Ambiente, que homenajea a seis “héroes ambientales” por sus “significativos logros en la protección del entorno y las comunidades”, el que le fue concedido este lunes en una ceremonia en el Teatro de la Ópera de San Francisco, evento en el que Acuña presentó su historia a través de una canción, logrando inmediatamente la ovación del público.
El Premio Ambiental Goldman rinde homenaje a héroes ambientales de los pueblos de las seis regiones continentales habitadas del mundo y reconoce a las personas por sus esfuerzos sostenidos y significativos para proteger y mejorar el entorno natural, a menudo con gran riesgo personal. Son considerados líderes aquellas personas que participan en los esfuerzos locales, donde se crea un cambio positivo a través de la comunidad o la participación ciudadana en los asuntos que les afectan. A través del reconocimiento de estos líderes individuales, el premio busca inspirar a otras personas ordinarias para adoptar medidas extraordinarias para proteger el mundo natural.
Durante las últimas dos décadas, la industria minera en Perú ha estado creciendo a una velocidad vertiginosa. Con promesas de empleo y prosperidad económica, el gobierno peruano otorgó licencias mineras en todo el país. A pesar de estas promesas, los campesinos rurales, que rara vez fueron consultados en el desarrollo de proyectos mineros, en gran medida continúan viviendo en la pobreza. En muchas comunidades, los residuos mineros han contaminado los cursos de agua locales, afectando a las necesidades de agua potable y de riego de la población local, quienes en su mayoría se dedican a la agricultura o ganadería.
Como se explica en la BBC, el año 2010, el gobierno propuso el desarrollo de un nuevo proyecto denominado Conga, con el que se pretendía extraer seis millones de onzas de oro de las provincias de Cajamarca y Celendín, en el departamento norteño de Cajamarca, invirtiéndose para ello unos US$ 48.000 millones. El consorcio planeaba explotar el oro de la zona durante 19 años y prometía emplear en ello a unas 10.000 personas.
Sin embargo, para llevar a cabo la iniciativa, era necesario drenar cuatro lagunas cercanas, para convertirlos en pozos de almacenamiento de residuos. Entre esos lagos se encuentra Laguna Azul, el que riega las tierras de Máxima y su familia.
En 1994, Máxima Acuña y su esposo compraron una parcela de tierra en Tragadero Grande, se construyeron una pequeña casa y vivieron una vida pacífica dedicada a la crianza de sus hijos. Se alimentaban de papas y otros cultivos sembrados y cosechados por ellos mismos, y obtenían leche y queso de sus vacas y ovejas. Además, de vez en cuando Máxima viajaba a la ciudad a pie a vender vegetales, productos lácteos y artesanías de lana.
Así era su vida hasta que un día del 2011, la empresa minera tocó la puerta de su casa exigiendo que dejara su tierra. Acuña se negó, argumentando que ese terreno era de ella y, posteriormente, según narra, fue brutalmente tratada por policías que llegaron, destruyeron su casa y la golpearon a ella y su hija, dejándolas inconscientes.
La persecución continuó pero Máxima y su familia no renunciaron a lo suyo. La compañía los demandó ante un tribunal provincial. Fueron declarados culpables por poseer la tierra de forma irregular y Acuña fue condenada a una pena de prisión de tres años y a una multa de casi 2.000 dólares.
Esto tampoco la asustó. Máxima consiguió una abogada y apelaron a la Corte Superior de Cajamarca, la que inició un nuevo juicio. En ese tiempo, Máxima y su hija mayor viajaron a Europa para denunciar su caso, reuniéndose con políticos y representantes de Naciones Unidas.
Y así, tras una larga lucha, en diciembre de 2014, la Sala Penal de Apelaciones de Cajamarca ordenó la absolución de la familia y detuvieron su desalojo. Como resultado de la batalla legal de Máxima, la mina Conga se ha mantenido fuera de Tragadero Grande.
Mejor aún, ya no está sola. La comunidad se ha unido en torno a Máxima y su victoria ha dado nueva vida a la lucha por la defensa de los páramos de la región. Ese mismo 2014 Máxima fue elegida Defensora del Año por la Unión Latinoamericana de Mujeres .
Los otros cinco personajes homenajeados fueron:
- Edward Loure de Tanzania, por lograr que el gobierno les otorgue a las comunidades indígenas los derechos sobre 200.000 acres de tierra, que podrán cultivar las futuras generaciones.
- Leng Ouch de Camboya, por infiltrarse en la tala ilegal para documentarla en uno de los países actuales más peligrosos del mundo para activistas medioambientales.
- Zuzana Caputova de Eslovaquia, quien consiguió que clausuraran un depósito de residuos tóxicos que estaba contaminando el agua de su comunidad.
- Luis Jorge Rivera de Puerto Rico, por defender el establecimiento de una reserva natural con el fin de proteger a la amenazada tortuga laúd.
- Destiny Watford de Estados Unidos, por evitar la construcción de la incineradora más grande del país a poco más de un kilómetro de una escuela de Baltimore.