Libros, escolares, colegios, precio, solución, propuesta, textos.
Imagen: Rodrigo Avilés

Textos escolares impagables: una solución para acabar con los altos costos

¿Sabías que los padres pueden llegar a gastar hasta $150 mil por hijo en textos escolares? Es la realidad de los colegios particulares pagados que Joaquín Barañao propone cambiar estructuralmente.

Por Joaquín Barañao | 2018-02-21 | 14:19
Tags | Libros, escolares, colegios, precio, solución, propuesta, textos.
El futuro está en la vía radical: disponibilización de contenido público, editable, que en formato digital sea gratuito y que en formato físico cada colegio podría entregar a sus alumnos absorbiendo solo el costo de impresión y distribución.
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Hay noticias “orbitales”: resurgen cada vez que la Tierra alcanza cierta posición respecto al Sol. “Los juguetes son más baratos en Meiggs”, “turistas argentinos destacan las playas de Reñaca”, “sube el pescado por Semana Santa”, o “reservas copadas en Valparaíso por el año nuevo junto al mar”.

Hay una, sin embargo, que cada marzo me suscita la misma desazón: “apoderados de colegios privados gastan fortunas en libros escolares”. Vea por ejemplo la siguiente nota de El Mercurio el 7 de febrero de este año:

¿Cómo dormir con libros a $30.000 o $40.000, diseñados para no ser revendibles o heredables por hermanos menores? Para que se haga una idea, libros de tirajes altos, como es el caso de aquellos destinados a generaciones completas de colegiales, se imprimen por unos $3.000, incluyendo la justa ganancia de la imprenta. Los precios pueden escalar si se les añade mucho color o papeles especiales, pero siempre muy por debajo de lo que hoy se paga.

Parte de la respuesta yace en el legítimo margen de las librerías, que es necesariamente alto para que el negocio pueda flotar. Ni un reproche ahí. Parte también en la también legítima ganancia de las empresas que producen el contenido. No hay aquí asaltos a mano armada.

A esto se suma que, a la hora de diseñar las listas de materiales, los colegios privados tienen pocos incentivos puestos en mantener precios a raya. Ellos son medidos por resultados pedagógicos, tales como el SIMCE o la PSU, y elegirán por tanto los textos que estimen mejor se ajustan a su plan educativo. Algunas lucas más, algunas unas lucas menos, son poca cosa dentro de la danza de millones que significa un año escolar completo. Es difícil culparlos.

¿Estamos de manos atadas entonces? Para nada. La revolución solo requiere iniciativa y algo de coordinación.

¿Qué hacer?

Una vía posible, la vía tímida, es la compra directa a las editoriales por parte de los colegios El margen de ahorro sería gigantesco –muchísimo mayor que en tallarines o bencina, créame– y solo se requiere un poco de planificación. Así como cobran los anuarios de fin de año en la mensualidad, es razonable incluir también estas compras mayoristas.

Para las directivas de los colegios es una molestia adicional y cero ganancia –la labor de cobranza nunca ha sido grata– pero los montos de ahorro son importantes y bien vale la pena el esfuerzo. Los centros de padres debieran presionar en esta dirección, y si los establecimientos se niegan organizar el asunto por vías propias, debieran organizarlo en forma independiente. De hecho, es tanto el ahorro que con un pequeño adicional en la cuota se podría financiar el trabajo del encargado.

Pero el futuro está en la vía radical: disponibilización de contenido público, editable, que en formato digital sea gratuito y que en formato físico cada colegio podría entregar a sus alumnos absorbiendo solo el costo de impresión y distribución.

Las bondades de un sistema de este tipo son inmensas. Por de pronto, permitiría descargar y reimprimir lo que falta cuando el angelito pierde el libro a mitad de año o revienta el yogurt en la mochila. Sería posible reimprimir tantas veces como se quiera las páginas de ejercicios, y heredar el libro al hermano menor, reemplazando solo las páginas rayadas. O, mejor aún, crear textos de estudio y de ejercicios por separado, de manera que solo haya que reimprimir los segundos.

La pregunta obvia es: ¿quién asume la responsabilidad de generar material de calidad? Hay dos posibilidades.

Primera vía solución: núcleo del MINEDUC

El Ministerio de Educación ya mantiene una colección completa de libros escolares financiados con cuentas generales. Los futuros contratos de licitación deben permitir su disponibilización en formato digital editable y de libre impresión. Quizás aumente en algo el precio de la creación, pero este será siempre insignificante en comparación con el costo de la impresión de los 18 millones de ejemplares que se reparten en colegios públicos. Así podrán estar a disposición para todos en formato online para que cada establecimiento edite lo necesario e imprima.

Muchos se quejan de que la calidad del contenido de los libros del MINEDUC es insuficiente, que está teñido por ideología discutible (sobre todo en materia de moral sexual) o que sus materias no coinciden a la perfección con la línea pedagógica específica que se busca inculcar.

Respecto a la calidad. Primero, aclarar que han mejorado mucho. De acuerdo a Isidora Sáez-Rosenkranz investigadora de didáctica de la Universidad de Barcelona, es “más elevada que muchos de los del mercado editorial privado y están muy por sobre los libros de países como España, usados con cierta frecuencia como referente”.

Si fueran deficientes ello sería a) escandaloso, y b) de fácil solución. Si hubiera consenso técnico de que el contenido de los libros de los colegios particulares pagados es superior al de los que entrega MINEDUC, llevamos años coexistiendo con una inmoralidad imperdonable que debemos reparar en el acto.

Con recursos siempre escasos quizás no podemos ofrecer un gimnasio techado en cada escuela municipal o un proyector en cada una de sus salas, pero la enorme economía de escala de los libros de estudio sí nos permite financiar los mejores profesionales para mejorar lo que haya que mejorar. El presupuesto de MINEDUC es de 11 millones de millones de pesos. Puede contratar a Mario Vargas Llosa para lenguaje sexto básico y seguirá siendo poco en relación al presupuesto total y al beneficio esperado.

Respecto al contenido ideológico y divergencias con la línea pedagógica: no olvidar un adjetivo clave: editable. Se debe permitir que cada institución pueda intervenir el contenido a gusto. No como Wikipedia, donde cada hijo de vecino puede editar el contenido final. Más bien como Linux, un núcleo común publicado por la autoridad y que en tal vitrina nadie puede intervenir, pero que luego cada desarrollador puede descargar y adaptar a su pinta. El tiempo necesario para adaptar es brutalmente inferior al que demanda partir de cero.

Si es de la opinión de que tal cosa entregaría excesiva libertad a los colegios y que sus docentes podrían cometer errores o escaparse con los tarros (“el 11 de septiembre de 1973 fue ideado por la CIA” o “Nicolás tiene treintaiséis papás”), entérese que hoy las instituciones ya poseen la facultad de crear sus propios textos, completos de la A a la Z. El Colegio Villa María (Santiago), por ejemplo, hace años que entrega a sus alumnas libros propios, elaborados in house, a costo de imprenta.

“Pero es que los profesores están ya sobrepasados, carecen de tiempo para esta nueva responsabilidad”, podrían argumentar algunos. Es cierto que se trata de una profesión muy demandante, es verdad que con frecuencia están sobrepasados, pero ¿cuánto tiempo deben invertir ya en crear guías de estudio y otro material semejante? Esto sería una oportunidad para destinar al menos parte de esos esfuerzos a un repositorio definitivo, que trascienda el año escolar. Quizás el primer año podrían solo eliminar el contenido que derechamente colisiona con los valores del colegio, el segundo trasvasijar algunas guías de estudio ya confeccionadas, y así mejorarlo en forma paulatina, conforme la agenda lo permita. De todos modos, con el gigantesco ahorro que esto significaría para los padres sería razonable pensar en una pequeña cuota que permita asignar un bono extra a los profesores que absorban esta tarea.

Más aún, los colegios posiblemente aprovecharían los esfuerzos de aquellos pares que estén dispuestos a hacer públicos sus aportes, incorporándolos o construyendo sobre ellos. “¿Viste el compilado de ejercicios resueltos que el Instituto Alonso de Ercilla incluyó en el de Matemáticas séptimo básico? Podríamos añadirlo a la edición del año siguiente”. Colegios afines podrían forjar alianzas para coordinar esfuerzos y ofrecer un mismo texto, que mejore de año en año.

Segunda vía de solución: núcleo privado

Dado que ya estamos financiando con recursos públicos la generación de contenido, disponibilizarlo es la opción natural. Pero el Estado se mueve lento, y habrá quienes considerarán que los libros del MINEDUC no son admisibles ni siquiera como base sobre la cual adaptar. Discrepo, desde luego, pero habría que respetarlos.

Los números de una iniciativa 100% privada flotan con poco esfuerzo. Supongamos que un colegio decide liderar la carga y contrata a un profesional de primer nivel por $10.000.000. Tomemos como referencia un texto que hoy se vende por $35.000. Restando $3.000 por costos de impresión, quedan $32.000 para el contenido. Necesitaríamos solo 313 copias para financiar esos $10.000.000 .

Una opción es que el colegio lo financie por sí solo. Con 100 alumnos por generación, tomaría unos tres años recuperar la inversión, y en adelante el texto se vendería a precio de imprenta. Tal vez poco más si la herencia y la reventa merman lo ingresos. Aunque durante ese periodo los padres pagarían lo mismo, obtendrían el beneficio inmediato de que los derrames de yogurt serían repuestos a precio de imprenta, y de que los hermanos menores podrían reutilizar el material. Una vez que se ha pagado, el archivo digital se podría liberar, ya sea solo para esa comunidad escolar (si no lograra imponerse la lógica de cooperación) o para todo quien desee consultarlo (la alternativa más sensata). Todo este proceso debe ser transparente y acordado de antemano con la comunidad escolar.

La otra opción, más inteligente, pero que requiere de la siempre difícil coordinación inter-establecimiento, es aunar esfuerzos. Una federación de tres colegios de tres cursos por generación podría financiar los $10.000.000 en solo un año. En diciembre, el archivo digital podría disponibilizarse, ojalá editable y de acceso universal (aunque nadie podría forzarlos a ello). Tan solo doce meses después, el texto ya se podría entregar a los alumnos a precio de imprenta, e iniciar el imperecedero proceso de perfeccionamiento.

Algunos se preguntarán, ¿cómo abordar las actualizaciones globales que los contenidos demandan de cuando en vez? Un tremendo desafío, sin duda, pero no podemos perder de vista un hecho fundamental: quienquiera se haga cargo de la confección del contenido deberá enfrentarlo. Si el negocio de mantiene tal cual, pues lo harán las editoriales hoy vigentes. Si se adopta el núcleo del MINEDUC, será quien gane la licitación de MINEDUC. Y si se opta por un núcleo privado, pues habrá que volver a contratar a un profesional de primer nivel. Los números son esencialmente los mismos. La "alternativa revolucionaria" flota con la misma facilidad, pero con la ventaja de la experiencia adquirida.

El conocimiento, a diferencia de las hamburguesas o los pasajes de avión, es lo que en economía se conoce como un “bien no rival”: que yo lo posea no impide que tú también. Hasta antes de Internet, debíamos pagar por su soporte físico, pero hoy los costos de distribución se han derrumbado. Ya no hay excusas para enfrentar barreras tan altas como las que observamos cada marzo. Pero para lograrlo hay que mover el culo. Martin Luther King no redibujó los derechos sociales pinchando likes en Facebook desde su sofá.

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Comentarios
Federico Errázuriz | 2018-02-22 | 13:04
1
Me pongo de pie, y aplaudo.
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Carlos Alvarez | 2018-02-22 | 17:53
1
Agradezco el artículo, muy bueno, de hecho hace bastante tiempo que tengo una idea muy parecida a esta.
El 2017 partícipe en la elaboración de material de matemáticas para III y Iv medio que van en esta línea.
Tengo una pequeña academia que prepara para la PSU de matemáticas y hace reforzamiento en esta materia.
Cuenten con mi participación para aterrizar esta idea.
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Rodrigo Barra | 2018-02-26 | 11:49
0
Interesante, pero ¿no habría que añadir a los costos el pago por concepto de derechos de autor por cada unidad que se vende?
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Joaquín Barañao | Colaborador | 2018-02-26 | 13:39
0
Hola Rodrigo

Este tema lo conozco bien, pues a esto me dedico :)

La solución es muy simple. El contrato estándar de venta de libros es un porcentaje por unidad vendida. Sin embargo, hay libertad para arreglar cualquier contrato. En este caso, sería una suma alzada por el total en lugar de un porcentaje por unidad. No hay gato, encerrado, todo legal y transparente, y habría muchas personas que con mucho gusto aceptarían $10 millones como monto total. Es lo mismo que hacen las empresas cuando contratan sus memorias o libros de fotos de aniversarios, calendarios, etc. Un monto total, al autor queda feliz y ni se entera de cuantas copias se imprimen.
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Ale Cofré | 2018-03-05 | 14:20
0
Más aún. Si el material es licitado y pagado por MINEDUC, el derecho de autor lo posee el propio MINEDUC (tal como otros tipos de informes y estudios que pagan otros ministerios), por lo tanto dicho derecho a autor simplemente se puede obviar.
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Rodrigo Barra | 2018-02-28 | 12:37
0
Dices "todo legal" ¿Permite algo así la legislación laboral?
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Joaquín Barañao | Colaborador | 2018-02-28 | 23:31
0
Sí. Ninguna duda.
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