No es ningún secreto que The Disaster Artist es el homenaje más importante que se haya hecho por The Room (2003), una de las películas más malas que hemos visto pasar por este planeta. Una película que a diferencia de muchas de las que califican como cine "b" y "z", se rodó en "serio" pensando que iba a ser un taquillazo por allá en el 2003; año en que hacíamos la fila para ver la última parte de El Señor de los Anillos, y meses en que el mundo aplaudía de pie a Almodóvar por ganar el Óscar a Mejor Guion por su película Hable con Ella.
Así es la cosa, y a quince años de ese hito, The Room se convirtió en una especie de obra de culto popular entre los cinéfilos. Tanto por estar en los top 1 de películas malas, como por la historia que hay detrás de ella.
En un arranque de libertad creativa y por triunfar en Hollywood, Tommy Wiseau (un hombre de edad y origen desconocido hasta ahora) decide crear una película actuada, dirigida, escrita y producida por él mismo. Se llamaría The Room; un drama romántico que cuenta la historia de un hombre que es traicionado por su novia y amigos. Proyecto que en su rodaje contó con Greg Sestero (su mejor amigo) y un elenco de diez desconocidos –quienes al parecer– fueron reclutados de la nada en Los Ángeles, California.
Tommy, es un tipo con una alta seguridad en sí mismo. Medio gótico, medio rockero, pelo grasiento, un estilo trash decadente y vestido como un “vampiro drogadicto” (descripción que hace su propio amigo Greg Sestero en el libro 'The Disaster Artist: my life Inside The Room, the greatest bad movie ever made) aparece en la película como Johnny, el protagonista que en pocas palabras, es él mismo.
Además de tener una risa particular (por favor, véanla en el video de más abajo), Tommy es quien financió de forma completa su propia película. Lo más turbio de todo es que nunca nadie supo de dónde sacó tanta plata para levantar su producción de la noche a la mañana. ¿Millonario por herencia?, ¿dueño de una empresa lucrativa?, ¿narco?, nadie sabe...
Después de gastar 6 millones de dólares en la película (más de CLP$ 3.600 millones), Wiseau no alcanzó a invertir casi nada de dinero en promoción, a excepción de un cartel publicitario en Hollywood con una foto suya en primer plano, con un ojo medio cerrado y una pésima gramática visual. Aun cuando los transeúntes pensaban que se trataba de una película de terror (lo cual sirvió apenas como carnada), Wiseau se esforzó por mantener la publicidad por cinco años, con un coste de 5.000 dólares al mes. Hoy por hoy, ese cartel es uno de los iconos más recordados de The Room, y su paso por cartelera de dos semanas.
Si pudiera definir esta película de una forma fácil, The Room es la antítesis de cualquier obra maestra del cine. Bueno, depende mucho del punto de vista que tengamos como críticos, pero mientras tú que lees estas palabras, seas de los que saben distinguir la belleza en lo horrendo, sabrás perfectamente que esta película es tan mala que llega a ser buena. Solo porque es imposible no reír, y en definitiva no disfrutar con la montaña de errores que se pueden encontrar en The Room.
Lo sabroso: el guion es incoherente cada cinco segundos y se alimenta de tramas secundarias que no llegan a absolutamente a nada. Además de diálogos inconexos, escenografías ultra mal fabricadas, y actores que son reemplazados sin explicación de una toma a otra, la película es casi una oda de Tommy Wiseau para sí mismo de principio a fin.
¿Qué más se puede decir? ¡Ah, sí!, Tommy Wiseau tiene una obsesión con mostrar su trasero en pantalla, porque –según él– así la película "tendría más éxito" en los cines (ja,ja).
Otra anécdota es que The Room fue grabada en digital y con cámaras de 35mm al mismo tiempo (incoherencia total), llegaba tarde al set, no se sabía sus diálogos, y trataba pésimo a sus actores con la excusa de que los buenos directores como Kubrick "también lo hicieron en su momento".
Con lo desconcertante que pueda parecer todo esto, se nota que su principal motivación a la hora de dar forma a The Room fue el de llenar el vacío artístico que siempre tuvo en su interior. No fue lo que esperaba, pero en definitiva logró cautivar a millones de fanáticos alrededor del mundo. Tanto que hoy podemos ver una película-homenaje a su Ópera Prima.
En estos quince años se han dicho muchas teorías respecto a The Room. Una de ellas es que Tommy Wiseau fue siempre un genio, y sabía de antemano que hacer una película mala era el camino largo para alcanzar la fama. Genio o inepto, hoy en día es una verdadera celebridad en Estados Unidos, y cuenta con una película underground que –directamente o no– lo llevó a pisar una de las alfombras rojas más importantes del séptimo arte, y mirar desde arriba a rostros como Hugh Jackman, quien perdió en la misma categoría contra James Franco. Las cosas de la vida, ¿eh?
The Disaster Artist se convirtió en todo un acontecimiento. Fue nominada a dos Globos de Oro como Mejor Película de Comedia y Actor, y se llevó la Concha de Oro a Mejor Película en el Festival de San Sebastián. Una rareza por decir menos, que una película basada en un título tan basureado por la crítica, ahora esté consiguiendo tantos premios.
James Franco dirige y co-protagoniza la película. El Tommy Wiseau que logra personificar está estudiado a detalle, idéntico al original, sabiendo exactamente lo que un fanático de The Room quiere ver y escuchar.
Al lado de James, Dave Franco (el hermano del protagonista) encarna a Greg Sestero, y es gracias a este papel que podemos indagar un poco más en la verdadera historia de The Room; donde casi por sorpresa, entendemos que toda esta historia (más allá de la locura y el desastre), es una linda anécdota entre dos amigos que vieron sueños y metas, el uno en el otro.
Otra de las cosas interesantes en The Disaster Artist es que las escenas están grabadas como un calco de la versión original. Movimientos, sonidos, frases, todo está hecho para que uno como espectador comience a reconocer las escenas de The Room. Por lo mismo, desde aquí, les recomiendo de forma absoluta ver primero la película del 2003 antes de la biopic. Si no, no tiene gracia.
No sé si valga la pena seguir describiendo el banquete que se pueden dar con The Disaster Artist, ya que parte de la experiencia es comparar todo lo que sabías de The Room a esta nueva película como un ejercicio mental, emocional y de buen humor. Personalmente lo pasé increíble viendo la nueva película de James Franco, porque uno se da cuenta que ambas películas están hechas con corazón. Y esa magia, como ustedes saben, se traspasa desde la pantalla a la piel del espectador.
Lo malo es que hay muy pocas funciones en cartelera nacional (una lástima). Pero si tienen tiempo de ir al cine, véanla en la pantalla grande porque no es una comedia banal como cualquier otra. Esta está bien hecha, y como dije anteriormente es un homenaje para los humillados del cine, y también para quienes supimos ver en The Room, una película mítica en toda su forma.
Buena, buena, ¡buena!