Cada vez que se les pregunta a grandes empresarios por qué ellos tienen sueldos millonarios, mientras a sus empleados se les pagan sueldos bajísimos, la respuesta es invariablemente la misma:
"Es un problema de productividad. En Chile la productividad de los trabajadores es baja. ¡Tú no le puedes pagar $600.000 a alguien que produce $300.000! Si queremos mejores sueldos, hay que mejorar la capacitación".
Una respuesta bastante lógica y razonable, que la mayoría de los empresarios cree sinceramente, y que se ve tan sólida, que es bastante difícil de discutir. Así, se da por zanjada la discusión. El problema es de educación y capacitación (responsabilidad del gobierno), no de avaricia.
Excepto que al analizar un poco más profundamente el argumento, uno se da cuenta que, aunque suena perfectamente lógica (y efectivamente el chileno no destaca por su eficiencia o alto nivel de capacitación), la explicación tiene varios puntos débiles difíciles de sostener. Y para probarlo, a continuación presento 6 argumentos que demuestran que se trata de una falacia:
Acompaña a cualquier gerente a su empresa, apunta con tu dedo a la recepcionista, al señor que hace el aseo o la tía que sirve la comida en el casino, y pregúntale a ese gerente exactamente cuál es la productividad en pesos para su empresa de esa persona. ¿Crees que será capaz de responderte?
La respuesta es "No".
Lo cierto es que es imposible calcular la productividad individual de un trabajador, ya que una empresa es una estructura donde el trabajo de cada uno de sus miembros es sinérgico y afecta al del resto. Si bien hay algunos miembros (por ejemplo, los vendedores) que inciden directamente en las ventas, sería injusto decir que la totalidad de los ingresos que consiguió ese vendedor o el gerente a cargo del área, son mérito suyo. Después de todo, está vendiendo un producto o servicio que no existiría sin el trabajo conjunto de cada uno de los miembros de la organización.
El casi invisible trabajo de las personas que hacen las labores peor pagadas no es por ello menos relevante. ¿Produciría lo mismo la empresa si la comida de los empleados fuera mala, el lugar estuviera sucio y no hubiese nadie para ordenar reuniones y responder el teléfono? ¿O si los cargos intermedios no hicieran su trabajo?
Entonces, si yo no sé cuánto produce una persona, ¿cómo puedo decir tan livianamente que le estoy pagando de acuerdo a su productividad?
¿Con qué cara se puede decir que ya estás pagando cerca del límite de la productividad de tus empleados, cuando tu empresa está generando excedentes millonarios?
La verdad, no hay mucho más que decir en este punto. Si hay excedentes, es que tu gente está produciendo más valor del que estás pagándoles. Y aunque es lógico que toda empresa se guarde parte de sus ganancias para hacer crecer el negocio, prepararse para posibles caídas del mercado o repartir utilidades entre los accionistas; cuando esos excedentes son tan gigantescos que con un pequeño porcentaje de ellos, podrías mejorar el sueldo de todos tus trabajadores, la verdad es que simplemente no puedes usar el argumento de la productividad.
¿Cómo es más productiva una recepcionista que ya responde todas las llamadas y recibe a todas las personas que entran? ¿Cómo es más productivo un guardia de seguridad que debe estar parado en la puerta todo el día? ¿Cómo es más productivo el personal de aseo que ya deja todo limpio en el tiempo asignado para ello? ¿Cómo es más productiva una persona en una línea de producción que ya trabaja al ritmo de la máquina y ya hace su cuota de producción?
Tendemos a aceptar el argumento de la productividad, porque cuando uno piensa en un trabajo de oficina con objetivos y plazos, es posible ser más o menos productivos (aunque esa productividad, por cierto, es la más difícil de medir). Pero para muchos otros trabajos, generalmente los peor pagados, el trabajo tiene poco espacio para ser "más productivo". Simplemente lo haces o no lo haces. Además, en el trabajo manual hay límites físicos a tu productividad. Ninguna capacitación te puede hacer súper humano.
Lo que nos lleva al siguiente punto:
Trabajé de obrero de la construcción en Nueva Zelanda. Y puedo decir que fui el PEOR obrero que ha conocido la historia de la construcción de ese país. Literalmente destruía más de lo que construía. Pero al menos llegaba a la hora, entendía lo que me decían (casi siempre) y hacía las preguntas correctas. No era rápido ni fuerte, y como dije, tenía tendencia a meter la pata (de hecho literalmente la metí en cemento fresco), pero era responsable. Y eso, al parecer, bastaba, porque en Allied Work Force (la agencia que asignaba los trabajos) me tenían por uno de sus mejores obreros. Así que, al parecer, el estándar de allá tampoco es demasiado alto.
Aún así, allá mi sueldo de jornalero ganando el sueldo mínimo por hora, equivalía a $800.000 pesos mensuales. Más de lo que ganan muchos profesionales universitarios en Chile. Y como dije, no es que allá los obreros fueran máquinas de producción, la mayoría pasaba el tiempo fumando porros y echando la talla. Igual que acá.
Así que, sinceramente, no vi por ningún lado una diferencia de productividad demasiado grande con los chilenos. Lo que vi fue, simplemente, respeto por la dignidad del trabajador y mejores leyes sociales.
Para ponerlo en simple, cuando se calcula la productividad de un país, uno ve que se toman dos variables: primero, el total de horas trabajadas en el país y segundo, el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación. Divide el PIB por las horas trabajadas en el país y voilà, tienes la productividad del trabajador promedio. Así que un país que tiene un alto PIB y la gente trabaja pocas horas a la semana (por ejemplo, Francia), se considera productivo, mientras que un país con un PIB bajo y se trabajan muchas horas a la semana (ejem, Chile), es poco productivo.
Así que es curioso, pero si nos exigen trabajar más horas para "mejorar la productividad del país", en realidad estamos aumentando el divisor de esa ecuación. Es decir, si el producto se mantiene igual, pero trabajando más horas, somos menos productivos y, por lo tanto, nos pueden pagar menos.
Por supuesto, se supone que trabajando más horas, vamos a producir más y compensar aquello, lo cual sería verdad si fuéramos máquinas, pero no es así con los humanos. Porque esa hora adicional de trabajo, como sabemos, en la mayoría de los trabajos, es la menos productiva de todas. Es cuando te quedas calentando el asiento esperando que dé la hora de salida. Es cuando tienes el cerebro fundido y tus tripas suenan porque no has tomado once y lo único que piensas es la pesadilla que será tomar micro en hora punta.
Así que, en una de esas, si nos dejaran trabajar menos horas semanales (Chile es uno de los países en que más horas se trabaja en el mundo), nuestra productividad repentinamente se dispararía, no tanto porque trabajemos mejor, sino porque trabajaremos sólo las horas que necesitamos trabajar y ya no estamos agrandando la ecuación por el lado equivocado.
¿Quiénes son, en definitiva, los que más influyen en la productividad de un país?
¿Serán los trabajadores de la base de la pirámide, que -como dije más arriba- difícilmente podrían ser más productivos de lo que ya son y sólo siguen órdenes? ¿O serán los gerentes y los inversionistas, que toman las grandes decisiones de sus compañías y capitales?
No se necesita ser demasiado avispado para darse cuenta que si Chile tiene un problema de productividad, ese problema está en la parte de arriba de la pirámide, no abajo.
No es ningún secreto que la idiosincrasia del empresario y el gerente chileno, salvo honorables excepciones, es bastante aversa a tomar riesgos; llama "innovar" a copiar cosas que funcionaron afuera, pero huye como la peste de cualquier idea "arriesgada" que no venga probada; prefiere dejar la plata en una empresa de papel que financiar emprendimientos disruptivos con capital de riesgo; paga tarde mal y nunca a sus proveedores; elige a sus gerentes por apellido y colegio que estudiaron, en lugar de mérito; vive firmemente anclado en el pasado; prefiere jerarquía que colaboración, ser patrón de fundo más que líder, marcar tarjeta antes que dar libertad, y otra larga lista de cualidades que están bien lejos de asemejar al empresarium chilensis a, digamos, Ellon Musk.
Así que, señores, uno tiene que preguntarse por qué están TAN bien pagados estos señores. ¿Qué, exactamente, han hecho tan fantásticamente bien, que merecen sueldos 20 o 40 veces superiores a los de sus empleados? ¿Es que realmente son capaces de hacer el trabajo de 40 personas?
Porque en serio, me ha tocado conocer a varios, y la mayoría no son tan fantásticos. Conozco gerentes de marketing que jamás han medido la eficiencia publicitaria de sus campañas. Gerentes de venta que no tienen idea qué hacen sus vendedores. Gerentes de producto que no son capaces de elegir el fondo de pantalla de su computador sin consultarles a sus jefes y que les toma 8 meses decidirse por el diseño de una humilde etiqueta.
No es que esté en contra de que los gerentes ganen excelentes sueldos. Nada malo con eso. Si estás en una empresa súper exitosa de un rubro muy bien pagado y todos en la compañía tienen sueldazos millonarios, ni un problema.
Pero si los de arriba van a ganar mucho, que eso también lo reciban los de abajo, porque nada sería posible sin ellos y definitivamente NO estamos pagando lo que realmente producen.
Y quién sabe, en una de esas los jefazos se den cuenta que se siente mucho mejor saber que le permitiste a varias familias mandar a sus hijos a la universidad, que comprarte tu tercer auto de lujo. Digo yo, ¿no?