Dublín, años 80. Connor (Ferdia Walsh-Peelo) es un adolescente que quiere conquistar a una misteriosa chica mayor que él, Ralphina (Lucy Boyton) a través de una improvisada banda que hará explorar sus sentimientos y el incierto destino al cual quiere aventurarse.
Es la película taquilla del momento, todos están hablando de Sing Street, porque lo retro siempre la lleva, y porque hay mil otras razones grosas para disfrutarla. Me la recomendaron, la vi, y ahora les cuento qué me pareció.
Así que vayan a desempolvar los walkman y a comprar los dulces 1/2 hora para pasar un momento agradable mientras leen esta columna.
Connor lleva una vida desastrosa en Dublín. Sus padres están a punto de divorciarse, la economía no está muy buena en Irlanda, y debe cambiarse a un colegio religioso donde la violencia es pan de cada día.
Para mantener el control de los alumnos, algunos curas suelen utilizar castigos bastante humillantes y vejatorios, donde nuestro protagonista no se salva y va a tener que soportar todo tipo de situaciones para de "sobrevivir" alguna manera a este nuevo entorno. Lo bueno, es que Connor va a encontrar una válvula de escape a sus problemas; la música.
En Sing Street la música es la solución a todos los problemas de un grupo de cabros que están a punto de dejar de ser niños. Su entorno no es capaz de entender su comportamiento, y mucho menos sus emociones reprimidas, y es entonces que cuando Connor decide formar una banda para conquistar a Ralphina.
Muchos ven en este proyecto como una forma de aislarse del mundo real y jugar a ser una verdadera banda de música experimental, lo que en el fondo se traduce como una oportunidad para desahogarse.
Sus referentes aparecen en televisión con modernos videoclips, y cada cierto tiempo van adoptando el estilo de moda. Ellos son The Cure, Duran Duran, Bowie e incluso Spandau Ballet, y pareciera ser que hacen una versión propia y personal de cada uno de sus ídolos.
Se tiñen el pelo, se visten extraño, se maquillan y se creen el cuento hasta llamar la atención de los que alguna vez los trataron como losers. Bautizan la banda como "Sing Street" porque parten cantando en los callejones y grabando precarios videoclips con una escenografía bien pobre, pero da lo mismo, ellos son estrellas en su propio mundo y viven la música como nadie. ¿Acaso las mejores bandas no partieron así?, ¿ensayando en la casa de un amigo, ó tocando guitarra mientras la vieja les preparaba el almuerzo?
La película presenta a los integrantes de la banda como unos verdaderos perdedores que maduran personal y musicalmente, hasta convertirlos en personajes muy adorables (inevitablemente uno tiende a recordar esos años en que juntarse con los amigos valía más que cualquier otra cosa).
Para un adulto, el plan de surgir como una banda puede resultar absurdo, pero para ellos es un sentimiento en serio que quieren llevar lo más alto posible. De hecho, para Connor, ése combustible llamado amor (que cursi sonó eso) está en Ralphina, ella es su musa y la inspiración para crear sus letras –que entre otras cosas hablan de su relación y de cómo se relaciona ella con la banda–.
Existe otro personaje llamado Brendan (Jack Reynor), hermano de Connor y mentor en esta historia, que resulta ser vital en la vida del protagonista. El loco, que no estudia ni trabaja, vive sus días observando cómo su familia se desmorona y ve en Connor la última oportunidad de que alguien pueda ser feliz persiguiendo sus sueños. Lo aconseja, lo crítica, y lo empuja para que salga de su "zona de confort", ya que él no pudo hacerlo en su momento y confía en que su hermano –al menos– pueda salir de la maldita burbuja social. En cierto modo, Brendan es la versión estancada de Connor que no pudo surgir por la música, ó que no se atrevió a dar el paso más grande cuando tuvo la oportunidad, de la misma forma en que su madre pasa los días envejeciendo mientras observa cada día lo que pasa afuera de su casa sin hacer nada para revertir la rutina.
Sing Street no es una película de amor musical, es una película que apela a la nostalgia a través de la música, y que llena el alma con el mensaje de "hacer lo que dice el corazón antes de que sea demasiado tarde". En ése sentido esta historia puede golpear duro a quienes piensen que aun están a tiempo de corregir lo que está mal, y tomar el camino correcto.
Es una película hecha para soñadores al igual que La La Land, porque busca sacar lo mejor de nosotros, –y ojo– de manera muy humilde. En Sing Street el arte va desde el afiche hasta la banda sonora, porque todo es un homenaje a lo que fuimos, a lo que somos, y a lo que seremos. Los ochenta podrían haber sido los noventa en esta historia, y es porque más allá del contexto, el mensaje siempre va a ser el mismo: "este es tu momento, no lo arruines".
También podría tomarse como la película perfecta para los odiosos que dicen odiar los musicales, ya que a pesar de estar catalogada como "cine romántico y cine dramático", es una película articulada por música y no necesita convertirse en una "maqueta rosa hollywoodense" para ser considerada un musical como tal. Ésta es una película de música, desde la fibra, desde el corazón.
Sing Street es un manual de vida con páginas escritas a mano, en donde se pueden encontrar momentos para morir de la risa, y otros para emocionarse hasta las lágrimas. Tal como es la vida, con dulces y agraces.
El consejo es creer que todo es posible, ponerle play al soundtrack de nuestras vidas y subir el volumen al máximo. ¿Están dispuestos?