Hace unos días en una sobremesa larga y tendida surgió este tema que prendió con agua. Es un tema tan intrascendental como entretenido: los hábitos del día a día que se toman como normas de vida. Despierta pasiones, defensores de cada hábito y risas abundantes. Porque en una misma familia hay distintas maneras de vivir lo cotidiano y cada uno lo vive como si fuera una pasión futbolera. Acá un pequeño resumen de lo que surgió en esa divertida conversación.
El consumo de palta es tan variado como la lista de candidatos a concejales. Hay quienes la muelen para comerla al desayuno, otros simplemente la cortan, hay quienes le echan aceite (como si careciera de él), jugo de limón, pero lo que es un hábito absolutamente inexplicable para mí, es quienes aman la palta con mantequilla. Queridos columnistas, la palta y la mantequilla son como Pampita y la China Suárez. Podrán encontrarse en el mismo lugar, pero NUNCA ir juntas. O el pan lleva palta o lleva mantequilla. ¿Ambas? Antes podré entender la gramática coreana que esa rareza, que además mi marido defiende a brazo partido.
Aquí hay varias propuestas también. Están los que le echan la pasta directamente al cepillo y se lo lavan normalmente en el lavatorio. También existe esa comunidad que necesita mojar la escobilla antes de echarle la pasta de dientes ( ¿no lo lavaron inmediatamente después de usarlo? Me asalta esa duda) y también está un tercer grupo al que miro con cariño y asombro al mismo tiempo y en el que cada día veo más adeptos: los que se lavan los dientes en la ducha. Onda mientras tienen el bálsamo en el pelo, vamos con la higiene bucal, ¡y con agua caliente más encima! No lo entiendo, pero respetable igual.
Esta categoría la tuve muy clara desde chica. Estábamos los que recibíamos los dulces del conejito y a las 21:00 horas del domingo de Resurrección teníamos una torsión intestinal y nada de colación para el lunes, porque OBVIAMENTE la ansiedad era inmanejable y ya nos habíamos comido los 50 huevitos, conejitos y zanahorias de chocolate que habíamos recibido, como si tuviésemos un decreto garantizando que el mundo se acababa ese mismo día. Y todos los años igual. Sin embargo, un día cualquiera, visitabas la casa de una amiga en septiembre y ¿qué veías? Un canastito tímidamente guardado entre los polerones con varios huevos que le quedaban desde la Pascua y que al abrirlos, era tanta su vejez que estaban blancos. Esa gente rara es la que hoy NO TIENE QUE ESTAR HACIENDO DIETA COMO YO. Gente medida y equilibrada, les llaman también.
Me adelantaré al bulliyng de mis amigos y en este punto declararé públicamente que hablo mucho. Pero en mi defensa, no al despertar o en las primeras horas de la mañana. Hay gente que se saluda con el marido a las 7:00 AM como si el susodicho volviera del viaje de La Esmeralda. Es un gesto bonito y educado, pero aquí milito en el partido de los que en silencio hacemos las cosas y tipo 9:30 comenzamos a activar esa parte del cerebro dedicada al lenguaje que en mi caso NO PARA MÁS. Muchas veces este silencio matutino, los que son verborreicos, lo interpretan como mala onda. Aquí los más radicales fueron enfáticos en manifestar que no es así y que la explicación es solo que el motor de partida se demora un poco más en prender. Así es que gente sensible, no se persiga.
Los calcetines son un verdadero tema. Hay gente que no concibe que existan humanos que en la noche necesitemos los calcetines como un elemento de la canasta familiar. Pueden vivir en Alaska, sin calefacción y aun así se meterán a sus gélidas camas totalmente descalzos. Es una ley inquebrantable.
Y, por otro lado, ¿qué me dicen de las “papas”? ¿Eres de los que tiene un mínimo hoyito en su calcetín y lo manda directo al tacho de la basura? O ¿perteneces a los que puede andar con un colador en el pie y resistir con una pobreza franciscana? Dejo abierto este trascendental debate. No es un tema menor.
A los que pertenecen a esta categoría entre los admiro-odio-envidio-detesto. ¿Se han fijado en esa gente que tiene guardada la boleta de cuando se compró sus últimos jeans nevados o su laca Dúo? Es gente ordenada y metódica, no lo niego. Pero algo de frikerío hay también. En buena, la garantía ya no aplica y esa boleta podría ser parte de una donación para un museo. Pero los envidio cuando el producto no les quedó bien y no pierden ningún peso por haber guardado ese pequeño papel amarillento, que en mi caso se perdió en la cartera a los 14 segundos que hice la compra.
También quiero incluir acá a los fanáticos de los manuales. Los conozco de cerca (vivo con uno) y me despiertan más curiosidad que conocer la receta de la Coca Cola. Los guardan en lugares importantes y lo que es más raro ¡¡¡los leen en sus momentos de descanso!!! Se defienden de ese extraño hábito con el argumento de cómo sacarle más provecho al exprimidor de jugos. Esa gente es sabia y rentabiliza sus inversiones, pero creo que antes de leer un manual prefiero aprenderme la tabla periódica en libanés.
Espero sus aportes queridos lectores. Personalmente creo que las mini vacaciones que se vienen son para pasarlo bien, comer cosas ricas, descansar y reírse con la familia y amigos de tonteras como estas. Aunque no lo crean son un buen paso para pasar de lo que los ingleses llaman “small talk” a buenas conversas profundas y enriquecedoras.´