Si hay una etapa entretenida en el inicio de una relación amorosa es la conquista. Tan entretenida como marketera. Porque es impactante como mostramos nuestro lado más amable, cariñoso, dócil y dispuesto. La verdadera historia es cuando ya logramos nuestro objetivo y nuestras manías comienzan a desplegarse sin pudor alguno.
Parto diciendo: ¡¡que difíciles somos las mujeres!! Esa misma dificultad que muchas veces hace que el mundo funcione de manera ordena y prolija, es todo un idioma críptico que los hombres deben aprender sin el más mínimo curso introductorio.
Sutilmente y casi con timidez, pregunté en algunos grupos femeninos qué actitudes cotidianas del sexo opuesto podrían llevarlas a la camisa de fuerza y recibí más comentarios que columna de Hermógenes Perez de Arce en Emol. Un verdadero tsunami de desahogo, acompañado de risas, asombro por darse cuenta de lo jodidas que somos y lo más misterioso, mucho amor. Porque aún cuando manifestaban con una verborrea casi incontrolable lo que les irritaba de quien comparte la vida con ellas, la mayoría cerró la conversación diciendo “con todo eso y más, lo adoro igual”.
¿Qué las saca de las casillas? ¿Y les despierta la verdadera bruja que hay adentro? Aquí algunos ejemplos comunes que me hicieron pensar que la gran mayoría deberíamos tomar un curso express de Flexibilidad y Relajo .
1. Dejar las puertas de los closet abiertas cuando se duerme. Ya es irritante en la mañana, pero la gran mayoría de las mujeres manifestó no poder concebir cómo los hombres pueden caer en los brazos de Morfeo con las puertas abiertas de par en par como si fueran una vitrina de retail. ¿Y lo más raro? Que las encuentren maniáticas por alegar frente a dicha actitud.
2. No dejar el confort en el porta confort. Más clásico que “La Odisea”. Ser capaces de ver el rollo de confort vacío durante meses y conformarse con dejar el nuevo arriba del lavamanos. Personalmente me rendiría frente a esa batalla.
3. Poner el papel higiénico con la caída para afuera (el confort es un tema crítico como verán). Si no entienden el concepto, entren aquí. En este caso, igual encuentro que las chiquillas se van un poco al porcino, de alto calibre. Esa exigencia tal vez nos debería cuestionarnos si necesitamos medicación. ¿No será mucho?
4. Dejar la ropa sucia en el lugar que caiga de la pieza y no en el canasto que queda a medio metro ESPECIALMENTE pensado para esa función.
5. Comer algo directamente desde el refrigerador. Entiéndase que llegó de la pega, abre la puerta del refrigerador y con un cuchillo saca la mermelada directamente desde donde está guardada , la echa en el pan y se lo come parado con la puerta abierta. Toda una experiencia culinaria.
6. El ABSOLUTO desinterés por ocupar un posavasos cuando el hombre en cuestión se está tomando una cerveza más fría que celebración de Bielsa.
7. El mal de Diógenes. Ese afán del hombre nostálgico (también aplica para las mujeres) de guardar el envase del primer yogurt que se comió en kínder, la fotocopia del libro de anatomía que le prestó su profesor en 1993, el jeans nevado con el que fue por primera vez a una fiesta, la colonia (a estas alturas pachulí) que le regaló su madrina cuando celebró sus 15 años, etc., etc., etc. Amado mío… en buena, NO ME DEDICO AL BODEGAJE.
8. El que se cree Gastón Acurio. Es decir, que cocina espectacular como el chef peruano, pero no limpia ni por casualidad algunos de los 97654 artículos que utilizó. Abrió la mayonesa y vamos dejando el pitutito para cerrarla arriba del microonda, uso el sartén con una preparación bieeeeeen pegote y ahí quedó arriba de la cocina, hasta los cepillos de dientes de los niños en el segundo piso quedaron con harina después de hacer la masa de la pizza y las cáscaras de los 43 huevos que ocupó para hacer los omelettes figuran al lado del basurero cual instalación artística. Si se las quiere dar de Master Chef, perfecto, pero hagamos la pega completa.
9. El gimnasta olímpico. Un TOC casi transversal a toda mujer es ese afán de que las camas queden bien hechas y tan estiradas como la cara de la difunta Joan Rivers. Hicimos esa tarea con total perfección y el caballero, ¿qué hace? Se tira en la cama con más impulso que la Simone Biles a leer el diario, arruinando nuestra maravillosa cama de hotel 5 estrellas. Aquí apoyo a mis amigas… marcharía por esa causa. Mención aparte reciben las migas en la cama y que el marido después de haber andado TODO el sábado sin zapatos ose a meterse a la cama con esos “piececitos de niño”. Llamen al SESMA por favor.
10. No abrir las ventanas de baño después de la ducha y cuando entramos a buscar algo sentir como si se ingresara a un baño turco. También bañarse y tirar la toalla mojada al suelo sin ningún mínimo sentimiento de incomodidad. Querido, existe una barra para colgar ese artículo de aseo y realmente sirve.
11. Ese extraño afán de pensar que el living es un tipo locker común del hogar. Aquí algunos ejemplos con el estereotipo de hombre clásico: Llega del trabajo= computador en el living. Llega del futbol = bolso en el comedor + toalla mojada. Llega de la ferretería= herramientas en la mesa de centro. DRAMA REAL.
12. La miopía crónica es también una queja recurrente. Según varias cuando le pides que saque el atún de la despensa, los calcetines del cajón de los niños, la libreta de notas de la mochila NUNCA LA ENCUENTRA. “¿Dónde está?” es la frase que sentimos a los lejos y que sabemos, mientras subimos iracundas las escaleras, que apenas lleguemos al lugar en cuestión LO ENCONTRAREMOS. Al parecer tienen una capacidad de búsqueda selectiva porque cuando se trata del control remoto son más eficaces que la PDI.
Cuantas manías tenemos las mujeres. Compadecí a los hombres después de escribir esta columna. Es cierto, está claro que esto es una generalización, no se pongan tan quisquillosos estimados lectores, pero bastante tiene de verdad. Y en todo caso, muchas veces es al revés y el rol de ultra maniático lo cumple el hombre, que colapsa ante este tipo de detalles.
Como siempre el llamado es al equilibrio. Porque qué lata que dejemos ser esas entretenidas compañeras que conocieron en los inicios del amor para transformarnos en verdaderas inspectoras de Colegio (corre para ambos lados la recomendación). Y también compadecí a las mujeres. Que día a día hacen malabares para conciliar la gran cantidad de responsabilidades a las que se enfrentan y muchas veces se sienten educando a un hijo más. Y por qué no decirlo, en varias ocasiones el más rebelde de la casa. ¿Mi propuesta? Trabajo en equipo, flexibilidad, pensar en el otro y ante todo mucho, mucho amor.