¿Qué cosas nos caracterizan a los chilenos? ¿Qué nos hace únicos e irrepetibles? Mirarse desde adentro no es tan fácil, porque como uno siempre ha vivido en este lugar caído del mapa, considerar que todo lo que hacemos es "obvio" es lo más normal del mundo. Pero así y todo, sentada en mi pieza mientras el cabrerío gritaba por un Chocman en disputa, logré pensar algunas cosas. Y también recurrí al wasap y le pregunté a (la) Vanina (argentina que se ríe por el uso de los artículos antes de los nombres) y (la) Xime (colombiana) por esas pequeñas grandes cosas que algunas veces las hacen pensar que somos extraterrestres.
¿A qué cosas se tiene que acostumbrar un extranjero que vive en Chile? Acá mi lista, que obviamente ustedes pueden aumentar, compartir y con toda la libertad del mundo, destrozar.
El extranjero debe aprender a asumir que debe tener un pijama digno para salir corriendo, llorar la partida de Cristián Pino, el periodista que nos informaba de los telúricos sin importar la hora, y cachar que cuando se corta la luz en medio de un sismo lo más probable es que haya que ponerse a rezar un misterio del rosario.
En nuestro querido país el ser rubio/a es una razón lo suficientemente sólida y potente para ser admirado y merecedor de éxito. Incluso hay mamás que se jactan de que sus hijos nacieron con el “pelo amarillo” como si eso fuera una condición genética que les asegura inteligencia, belleza, simpatía y perfección. Si a eso se le suma un apellido internacional, esa persona será VIP por siempre. Bajen un cambio compatriotas, la manzanilla no lo es todo en la vida.
Según un estudio Chile es el segundo país que consume más pan en el mundo con 96 kilos al año por persona (engordé medio kilo sólo al leer esta línea). Amamos poner pan en todo lo que se pueda digerir y si le sumamos palta, aún mejor. Porque son pocos los que pueden negar que con la palta la vida es mucho más feliz (más cara también). Me atrevo a decir que la palta es como MacGyver, definitivamente es capaz de arreglarlo todo.
Esta bebida es como la Betty la Fea del consumo nacional. Nadie la quiere, aunque haga su mayor esfuerzo. ¿Quién compra Pepsi por placer? Solo lo he hecho cuando he estado más seca que escupo de momia y la única oferta del boliche de la esquina es ella. Siempre he pensado el por qué los gringos siguen perseverando en nuestro país. Pero tal vez muchos la aman en silencio, sin declararlo públicamente por miedo al troleo social y la bebida se vende más de lo que pensamos.
Compañeros de tu hijo: “Hola Tía”. Nueras “Tía, ¿me cuida a los niños hoy?”. Alumnos del jardín a sus profesoras “Quiero pipí, Tía”. Gente comprando en comedores “Tía me da una paila con huevo porfa”. ¿¿¿QUÉ PASA CON LA PALABRA TíA?????. A los extranjeros les llama mucho la atención eso. Como si decir “tía” implicara más respeto que llamar a alguien por su nombre. Podríamos marchar por una legislación nueva al respecto. ¿Les tinca? Total no hay tantos temas heavys que resolver en el país...
Acá hay versiones encontradas. Mis amigas santiaguinas que reniegan de su origen quintacostero me han hecho notar que sólo a Viña le importa el Festival. Que cuando se realiza el certamen, en las otras ciudades no pasa nada. Yo pienso que el Festival es un hito en el que el país realmente pasa pegado a la TV. No por nada todos los canales hacen verdaderos campamentos base en mi linda ciudad para cubrir el vestido feo de tal o cual modelo de discoteque, correr detrás de una van con los vidrios polarizados en donde nunca podrán grabar al artista de turno y comentar con parka y botas los sucesos faranduleros que ocurren en pleno verano. El día de la gala para mi es una fecha de introspección y mutismo. Al que se le ocurra invitarme a un carrete lo miro con peor cara que Pampita a la China Suarez. Me enclaustro con picoteo y vinito bueno, para ese glorioso momento en el que parte una de las semanas más entretenidas del “shoubisnes” nacional.
Esta característica chilena la agradezco desde lo profundo de mi corazón (y mis kilos de más). Probablemente para un argentino, brasilero o europeo, ir a una playa chilena sea lo más parecido a un internado del siglo pasado. Porque aquí los colaless, las tangas diminutas o el hotpant demasiado ceñido a la anatomía no son la tendencia masiva. Lo más probable que la que los use sea admirada/odiada/pelada por la people del lugar, porque al chileno no le nace por naturaleza ser el centro de la polémica. Entonces vamos con bikini grande, el vestidito bien suelto y el pareo maxi largo para ocultar las parrilladas de la semana anterior. Y ¿los hombres? De la zunga ni hablar. Prefieren bañarse con el calzoncillo Motta antes de pasearse con ese pequeño pedazo de lycra por la arena.
Mi amiga colombiana Xime está impactada con la utilización de los animales para describirlo TODO. ¿Será el culpable el Profesor Rossa? ¿Guru Guru? ¿Lindorfo? ¿El Bichólogo?... ¿Quién nos enseño a hablar así?