El planeta Marte ha cautivado la imaginación de la humanidad por mucho tiempo; observado por diversas civilizaciones y silencioso testigo de la caída de reyes e imperios. Los romanos, debido a su “sangriento” color rojizo, le colocaron el nombre del Dios de la guerra: Marte.
Algunos astrónomos le observaban sigilosamente, con la ilusión de ver algo nunca visto por el ojo humano. A principios del 1900, un astrónomo norteamericano llamado Percival Lowell, llegó a la conclusión de que Marte tenía canales creados por seres inteligentes para transportar el agua desde los polos, publicando algunos libros con sus observaciones. Apareció la materia prima para variadas obras de ciencia ficción, para nuestra fortuna.
La tecnología evolucionó, así como también nuestra curiosidad, y nos acercamos más y más. Pero, para nuestro desconcierto, descubrimos un planeta de aspecto desértico y solitario, sin rastros de vida a simple vista ¡ET no se veía por ninguna parte! No obstante, a medida que hemos ido recorriendo su superficie en búsqueda de algo que nos deje perplejos, encontramos pistas de que no fue siempre así, asemejándose a la escena de un crimen que deseamos resolver.
Desde la primera misión, Mariner 4, que se acercó al planeta rojo el año 1965, que nos envió 21 fotografías en su sobrevuelo del planeta, decenas de aparatos nos han enviado información y, ahora mismo, gracias a una misión llamada Curiosity, tenemos un robot laboratorio ambulante transitando por Marte. Además de tomarse espectaculares selfies (como la que encabeza este artículo), es capaz de apuntar su láser y destruir rocas, para divertir a los científicos de la Nasa. Okey, en realidad no, los trocitos vaporizados rondan apenas el área de la punta de un alfiler. Este robot puede tomar muestras y analizarlas in situ, siendo uno de los más grandes y completos enviados a Marte. Su objetivo es establecer si hay o hubo condiciones favorables para la vida y aparentemente la respuesta es sí.
Con todo lo que se ha explorado a lo largo de los años y teniendo a nuestro incansable servidor observando ahora mismo el bello cielo marciano con sus dos exóticas lunas: Fobos y Deimos, hemos encontrado varias cosas interesantes.
Marte tuvo grandes cantidades de agua, tremendos lagos y ríos, en los que pudo albergar vida. Por ello se buscan fósiles y rastros de antigua vida microscópica; sin descartar la posibilidad de encontrarnos con sorpresas mayores, ya que aún queda mucho por explorar. Por otra parte, aún no se determina dónde se fue toda el agua que había en su superficie.
Actualmente su atmósfera es alrededor de 100 veces más delgada que la de la Tierra y perdió su magnetosfera, dos escudos naturales contra la radiación UV y las tormentas solares. Sin embargo, se cree que Marte alguna vez fue similar a la Tierra; alimentando las esperanzas de encontrar rastros de vida y más aún… levantando la interrogante ¿pudo la vida de la Tierra provenir de Marte? Esto es conocido como Panspermia, la hipótesis de que la vida pudo no haberse originado en la Tierra, sino que llegado del espacio a través de meteoritos o cometas.
El gran problema para averiguar esto con certeza, es que en la Tierra hay demasiada vida… tanta que cuesta limpiar los aparatos que enviamos a explorar otros planetas; aún no contamos con técnicas confiables de esterilización, por lo que el dilema es si arriesgarse a contaminar el agua marciana con vida terrestre o no. No se sabe si los resistentes viajeros microscópicos que usualmente se van a turistear al espacio están ahora mismo tomándose selfies con el robot.
El último gran descubrimiento fue hecho el año pasado: en ciertas ocasiones hay agua líquida en Marte fluyendo de las montañas. Hasta el momento solo se sabía de la existencia de agua congelada.
Otra curiosa pista por seguir es la existencia de metano. Este gas se puede producir tanto por actividad volcánica como biológica. Por lo que Marte está alimentando nuestra imaginación nuevamente.
Quien quiera unirse a la búsqueda de vida en Marte debe superar una difícil prueba técnica: aterrizar. El problema es cómo bajar la velocidad de un objeto que cae a 21.000 Km/h, en una atmósfera 100 veces menos densa que la terrestre; al ser menos densa ofrece menos resistencia, reduciendo la efectividad de los paracaídas. Eso me recuerda mucho uno de los primeros retos que enfrentan algunos alumnos de ingeniería al entrar a la universidad: idear un sistema de protección para un huevo, a modo de lanzarlo desde un segundo o tercer piso, sin que se quiebre.
Hasta ahora sólo dos países han sido capaces de aterrizar satisfactoriamente aparatos en Marte: EE.UU. y la Unión Soviética. No obstante, han existido variados intentos fallidos. Muchas veces los pobres inventos no logran establecer comunicación y terminan tirados en medio del desértico paisaje marciano; en numerosas ocasiones no se logra determinar la causa exacta de la tragedia.
Nuestra curiosidad por Marte va en aumento, gracias a las sabrosas pistas que van apareciendo. Ahora se unen Europa y Rusia en una nueva misión para buscar vida en Marte. Hoy la nueva carrera espacial es por encontrar vida y hay consenso en que las probabilidades de que al menos encontremos vestigios de vida microscópica pasada, son altas.
Europa y Rusia enviaron a Marte la primera fase de la misión ExoMars, que se compone de dos fases: una astronave con un módulo de aterrizaje de prueba y posteriormente un robot. La astronave despegó anteayer desde Kazajistan; se espera que llegue en 7 meses. Orbitará Marte analizando su atmósfera, en búsqueda de metano y otros gases de posible origen biológico. Esta primera fase ayudará a preparar la llegada del robot que se enviará el 2018. La astronave llevará consigo un módulo de aterrizaje, que servirá de prueba para una de las partes más complicadas de enviar un instrumento a marte: su aterrizaje. Usualmente se combinan paracaídas y sistemas de propulsión, a fin de reducir la tremenda velocidad de descenso.
En la segunda fase, planeada para el 2018, se enviará un robot diseñado para detectar rastros de vida, actual o pasada. Si hay vida, probablemente se encuentre bajo tierra, escondida de la radiación UV. Por ello, este robot puede taladrar hasta dos metros bajo la superficie, además de contar con un laboratorio especialmente diseñado para examinar las muestras recolectadas en búsqueda de vida. A diferencia del Curiosity, cuya misión era encontrar si existían las condiciones para que exista o haya existido vida; este robot tiene los instrumentos requeridos para encontrar vida o rastros de ella. Por lo tanto. constituye un avance sumamente importante para resolver el enigma de la vida en Marte.
A medida que aumenta nuestro conocimiento del planeta rojo, también lo hace la expectación ¿Habrá o hubo vida? El tiempo lo dirá, de momento seguimos siendo espectadores de este thriller de misterio. Por mientras, te dejamos un video con tomas sacadas durante los 10 años que el satélite MRO ha orbitado el planeta rojo: