No hace falta ser músico profesional para gozar de los beneficios que otorga aprender a cantar o tocar un instrumento: no hace falta llegar a tocar en el Madison Square Garden para aprovechar las bondades de la música. Desde el escenario principal del living de tu casa igual se puede.
Pon atención, que si tus hijos quieren que les compres un piano o una guitarra (o quizás tú mismo quieres comprarte uno, pero no te atreves porque crees que a estas alturas ya no vale la pena) este artículo te incentivará a hacerlo.
A continuación, te contamos 5 de los múltiples beneficios de aprender a tocar un instrumento musical.
Todo el tiempo libre que destines a tocar un instrumento es tiempo que estarás, potencialmente, dejando de usar en otras actividades menos sanas. Considerando que el mal uso del tiempo libre es uno de los factores de riesgo que lleva a los jóvenes a las drogas y a la delincuencia, este es un punto importantísimo. ¿Recuerdas nuestro artículo sobre la música contra la exclusión social? Pues bien, esto apunta un poco a eso: en lugar de estar saliendo a tomar alcohol o consumiendo contenidos basura en televisión, dedica unas horas diarias a descubrir tu instrumento. Él te llevará a pasar grandes momentos y ¿quién sabe? Puede que te haga conocer a grandes personas, o incluso a viajar a otros lados. ¿Una frivolidad? No, senador Pizarro…
Aunque la música es en nuestro currículum educacional, junto con artes, son "prioridad nacional" en donación de horas para reforzar matemáticas y lenguaje, hay que mencionar que la música es todo menos un estorbo en la enseñanza de estas asignaturas. Muy por el contrario, es un excelente complemento.
El ejercicio intelectual que implica aprender música es tremendo: se necesitan habilidades motrices para tocar un instrumento, lingüísticas para interpretar el lenguaje musical y las líricas de canciones, y una buena cantidad de inteligencia lógico-matemática para visualizar patrones rítmicos o para saber de intervalos. Aprender música potencia de forma indirecta las habilidades requeridas para muchas áreas del aprendizaje, además de estimularlas de una forma lúdica y motivante. Y eso sólo hablando de la parte intelectual, porque también tiene un factor emocional y de actitud hacia la vida importante, que veremos a continuación.
Muchos aseguran que la música es algo que debe sentirse y que estudiarla le quita “sentimiento”. Si bien lo primero puede ser cierto, pues el feeling en la música está muy asociado a la espontaneidad y la visceralidad más que a la racionalidad; es falso (o al menos impreciso) creer que eludir el estudio es una forma de conservar la expresividad. Esto es como querer escribir poesía con un vocabulario pobre: puedes sentir mucho algo, pero si no tienes vocabulario suficiente para manifestar con palabras lo que está pasando dentro de ti, difícilmente este sentimiento podrá expresarse.
En este sentido, lo que obtenemos gracias al estudio riguroso de la música es una mayor cantidad de posibilidades expresivas para nuestros sentimientos. Siguiendo con la analogía: más palabras para incluir en nuestros poemas.
De hecho, algunos estudios aseguran que aprender música ayudaría a prevenir problemas cardíacos asociados a la ansiedad y al estrés. Y tiene sentido: tener más formas de liberar nuestras emociones nos garantiza que tendremos una vía de escape ante situaciones de alto estrés.
Y bueno, en tiempos acelerados como los nuestros, más vale que el estrés nos pille con una guitarra que con un cuchillo.
¿Recuerdas la historia de Pat Martino, el músico que recuperó su memoria tocando guitarra? Bueno, si no la conoces puedes acceder a ella haciendo clic aquí.
Para quienes no conocen la historia, Pat Martino es un destacado guitarrista de jazz que perdió su memoria en una peligrosa cirugía cerebral, justo en el mejor momento de su carrera.
Afortunadamente para Martino, su cerebro estaba bien preparado para un trauma de este tipo: aún cuando al operarlo tuvieron que extirparle un pedazo de cerebro, durante los años anteriores había creado nuevas conexiones neuronales estudiando guitarra, a las que pudo acceder cuando se animó a retomar la música. Los científicos que estudiaron su caso concluyeron que gracias a la música, su cerebro estaba mejor preparado para un trauma como el que sufrió. Algo así como un fisicoculturista de la sinapsis. Finalmente Pat Martino recuperó la memoria tocando guitarra.
Por supuesto, lo de Pat Martino no es un caso aislado: el efecto que tuvo la música en él, lo tenemos, en mayor o menor medida, todos los que aprendemos un instrumento musical. Esto no quiere decir que quien toque guitarra esté a salvo de sufrir Alzheimer o amnesia en caso de un accidente, pero sí es un importante factor de protección.
Tip útil: Si tienes un abuelito o abuelita con problemas de demencia senil, hazle escuchar su música favorita y verás cómo sus períodos de lucidez serán más largos.
Una de las cosas lindas de aprender a tocar un instrumento es ver cómo, mediante la sola práctica, uno va logrando cosas que en algún momento fueron vistas como imposibles. Lograr hacer ese acorde que se veía demasiado complejo para nuestras torpes manos, ese ritmo que sonaba irreplicable, o esa nota imposible de alcanzar, son pequeños triunfos atesorados por quien se introduce en la difícil labor de aprender a tocar un instrumento musical.
Esta consecución constante de logros acarrea consigo un fuerte sentimiento de empoderamiento, y fortalece en el individuo la idea de que los imposibles se pueden superar mediante el trabajo. La práctica y el estudio ayudan a romper el cuestionamiento de si se es “bueno” o “malo” para algo, y lo reemplazan con la certeza de que uno siempre es potencialmente bueno.
Los antiguos griegos tenían una muy acertada distinción entre talento y habilidad: talentosos eran aquellos que tenían una facilidad natural e innata para algo, mientras que los hábiles eran aquellos que, sin tener aparente talento, lograban destacar mediante la práctica y el trabajo. Hoy por hoy se suele escuchar a personas decir con total seguridad que “no aprendieron a tocar por falta de talento”, como quien no pudo entrar al juego de Fantasilandia por no ser lo suficientemente alto. Pues bien, sepan que se puede aprender música sin tener talentos innatos. Como dice aquella frase de autoría dudosa (la he visto atribuida a J.S. Bach, L. Beethoven, Thomas Edison y Marcelo Bielsa): el éxito es 1% inspiración y 99% transpiración. En otras palabras: no es el talento lo que determina el resultado final, sino la dedicación y la práctica rigurosa que uno ponga para lograr resultados. En la mayoría de los casos el problema no es falta de talento, sino falta de motivación.