Con esta columna arriesgo rasguño o mordisco. En mi favor, sin embargo, debo decir que soy imparcial: no me gustan, especialmente, los animales... y no tengo mascota. Ni loro, ni pescado ni tortuga. Tuve, alguna vez, una tarántula. Hasta que desapareció. Pero no tengo gato ni perro, mamíferos que hoy nos convocan en esta innecesaria comparación: ¿qué mascota es mejor?
Lo primero fue el casting: necesitaba a un doglover y a un amigo de los felinos. Quería enfrentarlos, exponiendo –con los parámetros más objetivos posibles- los pros y contras de sus peludas compañías. La convocatoria, realizada a través de Twitter, terminó con dos jóvenes mujeres dispuestas a defender sus gustos.
El team de los perros lo presidirá, para estos efectos, la periodista Daniela Suau (hasta el apellido parece ladrido). ¿Y quién defiende a los gatos? Beatriz Sotomayor, funcionario público. La primera lleva 4 años viviendo con Umita, una fox terrier chilena, además de Chirimoya, otra perrita de la misma raza, de tres años de edad. Beatriz, por su parte, convive con Luna desde el año 2012, una gata mestiza “de sangre azul”, dueña de un brillante pelaje azabache. Ambas “contrincantes” duermen junto a sus mascotas, en la misma cama.
Cada una, sin conocer la identidad de su contrincante, respondió concienzudamente un cuestionario con 10 preguntas. El resultado es lo que expongo a continuación. Usted, querido lector, saque sus propias conclusiones: en casa, ¿es mejor tener un perro que te mueva la cola o el ronroneo de un lindo gatito?
Según Daniela, los perros “a diferencia de los gatos, son mucho más expresivos, buscan el contacto físico”. Por ejemplo, cuenta, “mis perras apoyan su cabeza en mi pecho en la mañana, cuando se despiertan, y se frotan; en la noche buscan mi cuello para dormir ahí (…) Chirimoya me lame la cara y las orejas”. La gata Luna, en cambio, “es extremadamente conversadora (…) Su muestra más genuina de cariño es que en la noche se levanta y me pide dormir abrazada conmigo: con sus patitas masajea mi cuello y me lame, ronroneando con devoción”.
En defensa de los perros, en todo caso, Daniela añade un dato no menor: “Ellos empatizan con las emociones humanas (…) Hace algunos años pasé una pena y mientras yo lloraba, Umita se acercó y con sus patas intentó varias veces quitarme las manos de la cara. Cuando lo hice me lamió la cara. Eso es una clara demostración de afecto”.
¿Cuánto dinero gastan Daniela y Beatriz en alimentar a sus compañeras? La perra Umita come $12.000 en comida, mensualmente, además de algunas galletas extras. Beatriz, en cambio, paga mucho menos en alimentar a Luna: $6.600 aproximadamente, cada mes.
Un ítem importante es el comportamiento de las mascotas con las visitas. Al respecto, Beatriz asegura que su gata es “curiosa (…) ella es muy segura de sí misma, por lo que no huye ni se pone a la defensiva. Se porta bien y hace su vida normal”. Daniela, por su parte, cuenta que sus perritas son “sociables” en un 99% de los casos: “hay un par de personas a las que les ladran, aunque jamás con intención de atacar”.
La pregunta fue abierta: “¿Cuáles son las tres principales virtudes de tu mascota?”.
Responde Daniela, en alusión a sus perritas: “Umita es leal, empática y protectora. Chirimoya es cariñosa nivel mamona, chistosa (no sé cómo decirlo, pero es torpe y se manda cagadas que me hacen reír) y sociable”.
Responde Beatriz, dueña de la gata Luna: “Es cariñosa, comunicativa y extremadamente limpia. Nunca ha ensuciado la casa con sus deposiciones u orina, aunque en varias ocasiones me ha llevado pajaritos vivos para ‘agasajarnos’, y los mata antes de entregarlos”.
Esta fue, quizás, la pregunta que más les costó responder a ambas. Los tres principales defectos:
Beatriz, catlover, sostuvo muy segura que “Luna no tiene defectos, salvo querer que sus hermanos gatunos jueguen con ella… y que no la pesquen”. Daniela, en cambio, admitió que Umita es “mañosa, antisocial con perros que no conoce y ladradora”. Chirimoya, por otro lado, es “porfiada, comilona y miedosa”.
Es clave analizar el comportamiento de los animales cuando hay fiesta en la casa (o fuera de ella, y les toca quedarse solos). Daniela dice que a sus perritas “les gusta echarse encima de algún invitado que sea perruno, porque les gusta que les hagan cariño, son muy melosas. Cuando yo salgo de noche sé que juegan entre ellas, (por eso tengo dos) y duermen mucho”. ¿Qué hace la gata de Beatriz cuando hay carrete en casa? “Duerme como si nada”.
Según Daniela, Umita “jamás” se come el alimento de los humanos: “Le enseñé desde chica y tampoco les doy nada que no sea comida para mascotas… Salvo cuando han estado enfermas y la veterinaria prescribe arroz blanco con pollo cocido”. En el caso de la gata Luna, la cosa es muy diferente. Así lo explica su ama: “Toma once con nosotros para que le demos trocitos de salami o jamón, lo pide con un quejidito, pero se comporta bien”.
Una mascota que no te deja dormir puede transformarse en un enemigo. ¿Es algo que saben perro y gatos? Beatriz confiesa que “la mayoría de las noches” Luna “me despierta para acariciarme y besarme”. Daniela, en cambio, asegura que su perra “sí respeta mis horas de sueño y hasta me acompaña en mis días de vagancia máxima, echada a mi lado”.
¿Alguna vez tu mascota a atacado a alguna persona? Tanto Beatriz como Daniela son tajantes: “Nunca”.
Finalmente, y a modo de epitafio, les pedí a Daniela y Beatriz que contaran cómo se imaginan y qué harán el día en que sus animalitos mueran (además de llorar). Sus respuestas lograron conmoverme.
Beatriz, dueña de la gata Luna: “Pasaría por un duelo muy largo y triste, porque siento que la amo profundamente y que soy correspondida. La echaría mucho de menos, no estoy preparada para vivir eso”.
Daniela, dueña de la perra Umita: “Va a morir, eso es un hecho. Pero cuando eso ocurra, pese a la pena gigantesca que sé que tendré, incluyendo días de duelo, me esforzaré por priorizar la convicción de que le di una buena vida, la hice feliz y me hizo feliz (…) El amor y los recuerdos que te dejan son maravillosos. Vivir con un perro te cambia la forma de ver las cosas, aprendes que hay otras maneras de entregar y recibir amor y lealtad… y de comunicarse, sin la necesidad del lenguaje verbal. La entrega de los perros es sin ‘peros’, es más honesta que la de los humanos”. Daniela agrega que hace 5 años falleció Pelusa, otra perrita que la acompañó durante 14 años: “La sigo recordando con mucho amor (…) Cuando se conmemora un año más de su muerte siempre derramo una lágrima”.
La dueña de Umita –a riesgo de quedar como “la loca por los perros”, bromea-, asegura que ella está dispuesta a dar su vida por sus perritas: “Una de ellas se tiró a la calle porque vio a una perra golden con la que se lleva mal… y a mí se me soltó la correa. Justo venía un taxi que, aunque la vio, no frenó. Entonces yo me tiré a la calle, y el tipo alcanzó a parar, justo en mis piernas”. Y lo volvería a hacer, por la sencilla razón de que son parte de mi vida, somos una familia y son mi responsabilidad”.