La constitución tradicional de la familia ha cambiado en los últimos años. En Chile, el 27,6% de las familias son monoparentales, es decir, los hijos viven con uno de los dos padres (de ellas, el 89% con la madre). Esta realidad puede deberse a distintos motivos, ya sea por la separación de los progenitores, la muerte de uno de ellos o a que la madre o el padre decidió o le tocó criarlo solo.
Educar hijos solo puede ser una realidad difícil, porque toda la responsabilidad y cuidado recae sobre una única persona. Sin embargo, es posible y en la actualidad cientos de padres y madres demuestran hacerlo con una paternidad o maternidad muy nutritiva.
Cuando estamos en esta situación, lo primero es revisar los propios sentimientos y detectar si existe algún tipo de sentimiento de culpa ante el hecho de que el niño crezca con un solo progenitor. Si es así, es importante entender que no es una situación negativa en sí misma para el niño, si somos capaces de crear en torno a él un ambiente sano, seguro y lleno de amor. Es necesario erradicar los sentimientos de culpabilidad, ya que efectivamente no hay una falta por parte del padre que se está haciendo cargo del niño. Además, dichos sentimientos no nos ayudan en la crianza e incluso se pueden transmitir al menor, por ejemplo, traduciéndose en sobreprotección.
Algunos factores que son importantes de considerar a la hora de educar a los hijos sin el padre o la madre al lado son:
Según la literatura tradicional, para un sano desarrollo de los niños, se requieren de un figura materna y una paterna. Si el niño no tiene o no conoce al otro progenitor o tiene escaso contacto con éste, es aconsejable buscar en alguien cercano esta figura (tío, hermano, abuelo). Esto se establece a través de conductas de aproximación, cuidado y contacto físico que genere una vinculación afectiva y emocional. La crianza de madres y padres es diferente, la primera con una tendencia más marcada a la acogida, ternura, comprensión, contención y comunicación, mientras que los padres, con una tendencia a la equidad, sentido del deber y creación de hábitos. Por eso, ambos roles son complementarios y es recomendable que el niño tenga acceso continuo a las maneras diferentes y complementarias de cómo educan los hombres y las mujeres.
Es necesario que el padre o madre solo cuente con la participación de otras personas que ayuden en el cuidado de los niños, como tíos, abuelos, amigos, padrinos, etc., de modo de poder contar con espacios para sí mismo, para salir, recrearse, descansar y no sentirse excesivamente sobrecargado. Pero hay que tener cuidado de no dejar recaer toda la responsabilidad y cuidado en otros, ya que el niño necesita sentir que su padre o madre es quien está a cargo de él.
Esto, por una parte, para que los niños no se encierren en su propia familia y tengan la actitud de abrirse a otras realidades, y por otra, para tener lazos afectivos con personas diferentes a su mamá o papá. Por eso, hay que brindarles la oportunidad de relacionarse con distintos tipos de personas, que sienta que pertenece a una familia más amplia (pueden ser amigos) que puede protegerlo y enriquecer sus experiencias vitales. Un mundo emocional amplio infunde seguridad y enriquece el mundo afectivo y cognitivo del niño.
En los casos en que el padre no está presente, ya sea porque se desvinculó, no sabe o falleció, es fundamental que se le dé una explicación racional al niño, según su capacidad cognitiva, de porqué no está su padre. Cuando se les priva a los niños de una explicación, en su mente se genera un mundo de posibilidades, como por ejemplo, que no está porque no lo quiere o porque él hizo algo malo. Esta incertidumbre genera ansiedad, que no es sana para su desarrollo.
En los casos en que el otro padre está presente pero no vive con él, es importante no hablar mal de éste ni demostrar resentimiento frente al niño, aunque éste no cumpla con sus obligaciones económicas ni emocionales, porque perjudica el autoconcepto del menor. El niño no tiene que involucrarse en los problemas de los padres, porque puede sentir que él es responsable de que el otro no esté. Debe sentir que, aunque sus padres no están juntos, ambos lo quieren y se preocupan por él.
Si la familia del otro padre está presente y tiene la intensión de estarlo, es aconsejable que se le permita al niño generar un vínculo con ésta, ya que pueden ser un aporte para su bienestar. Ser parte de dos familias y sentir que se cuenta con el afecto y cuidado de ambas, genera en el niño un sentimiento de pertenencia, lo que afecta positivamente en su autoestima.
Dado que el progenitor no cuenta con otro adulto en la casa, es fácil tender a involucrar al niño en conversaciones que no le corresponden, por edad y porque es hijo. Por eso, es importante que el padre o madre tenga otros espacios de encuentro con adultos y que no se pierda de vista que el hijo es un niño, no un amigo con quien compartir aquello que se comparte generalmente con la pareja.
Para un padre que asume toda la responsabilidad de la educación de su hijo, se hace más difícil encontrar el tiempo para disfrutar juntos debido a la cantidad de tareas que tiene. Sin embargo, es necesario que la relación no se convierta solo en educar, formar hábitos, etc., sino que haya espacios de recreación, de disfrute, de compartir y reír juntos, algo fundamental para el desarrollo sano y seguro del menor.
Una familia, por más pequeña que sea, es una familia y es el lugar donde el niño encuentra el cariño, los cuidados, y la protección que requiere. Por eso, hay que procurar que el niño crezca en un ambiente donde se sienta amado, respetado y aceptado, sin ninguna estigmatización por no vivir con ambos padres.