*Esta nota fue originalmente publicada en 2015.
Ser hijo único no es una condición negativa o positiva en sí misma. Muchas veces es una opción personal de los padres, otras veces puede ser por problemas de fertilidad, por separaciones u otras situaciones. Sea cual sea el caso, lo importante es cómo se educa a un solo hijo.
Ser hijo único y crecer sin la compañía de hermanos no determina que los niños vayan a ser necesariamente malcriados, tímidos o carecer de habilidades sociales, sin embargo, si como padres no somos conscientes de ello, existen más posibilidades de que presenten estos problemas. Por lo tanto, el factor que más influirá en el carácter del pequeño, será la forma en la que sea educado. Suele suceder que los padres de hijos únicos ponen en ellos todas sus expectativas, ansiedades y muchas veces incluso las propias culpas.
Es una realidad que los hermanos enseñan naturalmente a vincularse con otros pares, aprender a ceder, a no ser el centro de atención. Por lo que la ausencia de hermanos, exige a los padres que tomen medidas al respecto para que no se les haga difícil establecer vínculos con niños de su edad.
Más allá de las peleas que puedan existir entre hermanos, éstos establecen una relación de compañía, por lo que crecer sin ellos implica no tener un par con quien compartir en la cotidianidad, hacer planes conjuntos, enfrentar juntos a los padres, a fin de cuentas, no desarrollan naturalmente la capacidad de buscar apoyo y negociar.
Por otra parte, ser hijo único puede traer ciertos beneficios si los padres dedican su tiempo a la educación. Por ejemplo, reciben un trato personalizado, no se les llama “niños a comer”, sino por su nombre, lo que puede ser bueno para su personalidad. Además los padres pueden invertir todo su tiempo en él, por lo que el niño puede ser más estimulado cognitivamente y tener más instancias para compartir juntos, creando un vínculo muy íntimo y cercano, prestándole toda la atención que necesite.
Sin embargo, es muy importante para que el niño se desarrolle en un ambiente adecuado que le permita crecer sanamente y desplegar todo su potencial, que los padres eviten ciertos errores comunes que se dan en la enseñanza de un hijo único.
Muchas veces los padres de hijos únicos sienten culpabilidad por no haberle dado un hermano, aun cuando haya sido una opción. Hay que erradicar de raíz ese sentimiento ya que es una decisión legítima, y no es algo negativo en sí mismo ser hijo único. El peligro de la culpabilidad trae diversas consecuencias, entre ellas no tomar las decisiones correctas para la educación del hijo por culpa, pero también, porque es fácil referirse a dicha condición majaderamente o como una desventaja, o atribuirle a este hecho cualquier dificultad del niño. Por eso los padres deben hacerle ver que no tener hermanos no lo hace diferente a otros niños.
Es natural que los padres de hijos únicos quieran protegerlos y cuidarlos como “hueso santo” y ayudarlos en todo lo que pueden. Por otra parte, la experiencia que se gana al tener un segundo hijo, va abriendo camino y enseñando a los padres a darles más espacios de libertad. Es por eso que es muy importante que los padres de hijos únicos se propongan conscientemente entregarles un margen razonable de autonomía y permisos, de manera que vayan adquiriendo la independencia propia de sus etapas de desarrollo. De lo contrario, serán niños que verán en el mundo como un “lugar peligroso” en el que desenvolverse, y necesitarán siempre de un agente externo que los proteja y los cuide. Esto además afecta en su autoestima porque no se sienten capaces de lidiar con el mundo que los rodea.
Dado que los padres de hijos únicos pueden invertir todos sus recursos solo en una persona, es muy fácil caer en la tentación de darles todo lo que quieren y cuando quieren, sin enseñarles el valor de las cosas y el esfuerzo por conseguirlas. Es común que se vea a hijos únicos “mimados” y esto ocurre porque los padres no son capaces de ponerles un límite o decirles que no, simplemente porque “pueden hacerlo” o porque sienten remordimientos. Para el sano desarrollo de un niño es fundamental que existan normas, rutinas y hábitos, y entre ellos está el que sepan que no todo lo que quieren lo pueden tener.
Cuando un niño crece con hermanos, perder el control de la televisión, hacer turnos, ceder los juguetes, compartir el baño, etc., es parte de su cotidianeidad, mientras que un niño que crece sin pares, no acostumbra a perder fácilmente, por lo que su tendencia natural frente a la frustración es de poca tolerancia. Es por eso que los padres de hijos únicos deben proponerse de manera especial, enseñarles que no siempre se puede ganar, que no se puede hacer siempre lo que se quiere, sino que en la vida deben compartir, hacer turnos, buscar consensos y ceder. De lo contrario, el niño carecerá de recursos para enfrentar situaciones de conflicto y tendrá una tendencia a la desmotivación o depresión si las cosas no resultan como esperaba.
Suele ocurrir que, así como los padres tienden a darle todo lo que quiere a su único hijo, también pueden caer en hacer por él las cosas que debería hacer por sí mismo o a no exigirle que haga tareas que por su edad le corresponden. Estas situaciones ocurren desde que le abrochan las zapatillas, hasta que toman las decisiones por él, pasando por que no se les pide que colaboren con tareas del hogar, como poner la mesa, sacar los platos, etc. Por eso es muy importante que los padres fomenten la autonomía de su hijo, aunque cuenten con el tiempo para vestirlos en la mañana o no se necesite la ayuda del pequeño en la casa. El niño debe hacer cosas por sí mismo para que se sienta capaz de lograr lo que se propone y para que sea un individuo capaz de aportar donde se desenvuelva. De lo contrario, será una persona a la que le costará tomar decisiones, acostumbrado a ser atendido y es probable que crezca sintiéndose incapaz de hacer cosas por el solo hecho de que no se le dio la oportunidad de hacerlas.
Los hijos únicos crecen sin un par con quien compartir, por lo que se les puede hacer más difícil relacionarse con otros niños, y por ende vincularse con ellos. Para un desarrollo sano, los niños necesitan compañeros con quienes identificarse y con quienes aprender a interactuar. Las opiniones de los demás tienen una influencia reguladora en la conducta y aporta mucho a la vida de las personas. Es por eso que los padres deben buscar la manera de proporcionarle la mayor cantidad de oportunidades posibles en las que se desenvuelva con otros niños. Es aconsejable que ingrese al jardín a más tardar a los 3 años y que también se fomenten otras instancias ya sea en la plaza, en el barrio o con primos o hijos de amigos.
Muchas veces los papás cometen el error de abrirles un espacio en su vida de adultos y de pareja a su único hijo por el solo hecho de ser el único. Esto presenta un grave peligro para el niño, porque por una parte, para su desarrollo no es sano que se involucre demasiado en los asuntos de sus padres, y por otra parte, porque es importante que desde pequeño se le enseñen los límites en las distintas relaciones sociales.
Al no haber otros niños en el hogar, puede ocurrir que el mundo que rodea al pequeño sea un “mundo adultizado” que carezca de los elementos lúdicos y de las temáticas propias de la realidad infantil. Esto hace que el niño se vea envuelto frecuentemente en conversaciones y dinámicas de adulto, lo que puede hacer que frente a sus pares se sienta poco cómodo y desadaptado. Por eso, es importante que los padres se preocupen de incluir en la vida cotidiana canciones, cuentos, películas y juegos propios de su etapa de desarrollo correspondiente.
Si los padres de un hijo único son capaces de guiarlo y educarlo sin caer en la sobreprotección y la inhibición de su autonomía, ese niño podrá desarrollarse sanamente, aprenderá a relacionarse con otros y será capaz de manejar la frustración.