En el documental Postcards from the Future: The Chuck Palahniuk Documentary (2001), el escritor norteamericano Chuck Palahniuk, conocido en estas tierras principalmente por escribir El club de la lucha (o El club de la pelea), nos habla a través de varias conferencias en distintas universidades sobre la capacidad de las historias para producir cambios importantes en el mundo y por qué somos nosotros, metidos como estamos en el mundo de hoy, los más preparados para contarlas.
Esta historia comienza en Oregón, que fue por mucho tiempo la capital de la producción de gorros de piel de castor de EUA, llevándolos al borde de la extinción. Por alguna razón que escapa a mi entendimiento, los gorros de piel de castor eran vistos como un producto de lujo, una forma de mostrar buen gusto y sofisticación, y por supuesto, innumerables protestas se llevaron a cabo para intentar, sin éxito, detener la producción de los dichosos gorros.
La solución surgió no a través del activismo, sino de la propia industria de la moda, cuando un grupo de diseñadores y las empresas que los respaldaban iniciaron una potente campaña mostrando a los sombreros de castor como algo pasado de moda, indicando que lo que se llevaba eran los sombreros de lino. La elite, vulnerable en Oregón como en cualquier sitio a los designios de la moda, cambió las pieles por el lino. Al poco tiempo, quienes los compraban como producto aspiracional los dejaron también, pues ya no satisfacían ninguna necesidad de estatus.
Una historia –en que usar sombreros de lino era mucho mejor símbolo de estatus que el usar sombreros de piel de castor–, entonces, hizo más por los castores que años de activismo.
La dificultad aquí es que no tenemos una receta certera sobre cómo producir buenas historias, pero sí podemos saber, al menos en los términos en que hablamos, que estas deben ser tan entretenidas como sea posible, suficientemente honestas como para que la gente pueda sentirse identificada con ellas, y su planteamiento –la alternativa, digamos, a la conducta que queremos evitar– debe ser suficientemente sólido en sí mismo como para no necesitar de la confrontación.
Este último punto puede resultar un tanto complicado, pero digamos que en lugar de condenar a la persona por pretender la satisfacción de una necesidad, aunque pueda parecernos ridícula, de una forma que además de ridícula puede resultar dañina, hablemos de cómo hemos descubierto un modo mucho mejor de satisfacer esa necesidad y cómo eso reporta muchos más beneficios: crecer es abandonar lo que nos impide avanzar, renunciar a lo anticuado y elegir lo mejor, lo más sofisticado, los sombreros de lino.
Cómo contar esta historia, poco importa. Escribe si te gusta escribir, dibuja si te gusta dibujar, canta, pinta un cuadro, un muro o lo que sea. Lo importante aquí es producir estos cambios de software y enviarlos de algún modo al mundo, donde puedan propagarse.
Ejemplos de estas historias en la vida cotidiana hay muchos, pero siempre dedicados a los pequeños asuntos, desde la importancia de dejar de fumar, hasta si conviene o no ponerse implantes. Pequeñas historias en todas direcciones, anuncios publicitarios, programas de opinión, incluso esta columna y cualquier otra, pero en cuanto a las cuestiones importantes, poco o nada.
Podemos creer, como uno de los personajes de Palahniuk, que somos los hijos del medio de la historia, sin lugar ni propósito y, por lo tanto, sin mucho que decir, pero lo cierto es que sin pensarlo siquiera, cualquiera de nosotros es capaz de encontrar 5 cosas que nos gustaría cambiar, y al menos dos que serían compartidas por una buena parte de los que nos rodean, sin embargo hacemos poco por convertir ese malestar en una historia realmente capaz de generar cambios sociales y preferimos, en lugar de eso, adherirnos a la historia que circula, en que más vale mirar hacia otro lado, mandar un par de tuits y olvidar el asunto. Pero no olvidemos que no es más que eso: una historia.
Pensemos en los momentos en que las grandes historias han cambiado la forma que tenía la gente de ver las cosas, como esa que dio origen al cristianismo, o el budismo, o la que culminó en la caída del muro del Berlín.
Es cierto que son ejemplos grandes y no es difícil pensar que comparar las historias que saldrán de nosotros con las que han salido de ellos nos juega en contra, sin embargo cualquiera de nosotros está hoy mucho mejor posicionado para contar una historia con impacto social de lo que cualquiera ha estado en ningún otro momento de la historia, lo que Palahniuk explica en 5 puntos que seguramente te harán mirar el teclado con otros ojos:
Es cierto que nada novedoso hay en la narrativa como instrumento de cambio –es cosa de pensar en la historia y quién la escribe–, pero sí resulta novedoso el pensar que está a nuestra disposición y sobre todo esa repentina conciencia de que tenemos muchas más herramientas y mucho más conocimiento de lo que podríamos haber creído.
En cualquier caso, y ya sea que uno se ponga la camiseta de «las historias pueden cambiar el mundo» o se mastique la idea un par de veces antes de escupirla, no estaría mal actualizar aquello de la pluma sobre la espada. Más aún si pensamos que, en el peor de los casos, si todo falla, lo único que muere es la batería del ordenador.
Puedes ver el documental completo —sin subtítulos, lamentablemente—, en este vínculo.