*Esta nota fue originalmente publicada en 2013.
Ya son frecuentes en el mundo las demandas contra cirujanos plásticos. La razón, casi siempre, es que la intervención no tuvo los resultados esperados por el paciente. En algunos casos los médicos tienen argumentos para defenderse, pues pueden demostrar que siguieron todos los protocolos médicos y que le advirtieron al paciente que la cirugía podía complicarse o no resultar tal cual el dibujo que habían hecho en la consulta.
En otros casos, en cambio, los médicos son decretados culpables. Entre ellos hay profesionales que de frentón incurrieron en una negligencia u ofrecieron al paciente un resultado imposible de alcanzar. Pero también hay situaciones confusas, donde el paciente se muestra completamente defraudado y pasado a llevar, sin que pueda culparse de nada al cirujano plástico.
De acuerdo a los estudiosos del tema, esto se debe a que la cirugía plástica con fines exclusivamente estéticos no se está desarrollando con la seriedad que debiera. Muchas clínicas las ofrecen publicitando su cada vez menor costo económico y casi sin advertir los riesgos asociados que -como cualquier intervención quirúrgica- implican. En esto incide que es la única cirugía que se hace a una persona sana, entonces la sensación de vulnerabilidad o temor que acompaña en general a las personas que se van a operar, no existe. Sólo hay ilusión y a veces ansiedad por una “mejoría” física muy anhelada, lo cual podría llevar a una decisión poco reflexiva y poco consciente de los riesgos.
Escribo “mejoría” entre comillas porque aquí radica un segundo factor relevante. Todos sabemos que muchos de quienes se someten a cirugías estéticas no tienen realmente un defecto físico, sino que quieren alcanzar un ideal de belleza. También se sabe que no pocos de ellos poseen un trastorno en la percepción de su cuerpo, lo cual lleva a considerar como fallas rasgos que en realidad no lo son. Estas son personas que suelen hacerse más de una intervención y que frecuentemente se re-operan algunas zonas con la expectativa de acercarse cada vez más a esa imagen que les gustaría ver en el espejo. Como eso nunca ocurre –porque el problema es interno, no externo- algunos terminan demandando a su médico.
Las agrupaciones de cirujanos plásticos están preocupadas por esta realidad que es cada vez más frecuente, pues desprestigia a una especialidad médica que tiene fines muy nobles. Se trata de la cirugía plástica reparativa o reconstructiva que, a diferencia de la meramente estética, opera sobre una enfermedad o una disfunción. Ejemplos clásicos son las cirugías a la piel por quemaduras, reconstrucción mamaria por cáncer, atenuación de cicatrices y reconstrucción en caso de labio leporino.
Dentro de la cirugía plástica reparativa también están incluidas las operaciones que, si bien no sanan una enfermedad o los vestigios de ella, vuelven normales partes del cuerpo que tuvieron un desarrollo morfológicamente anormal. Es el caso de las orejas separadas o aladas, ausencia de desarrollo mamario o la presencia de una mancha oscura en la cara. Las personas que sufren de complejos o inseguridad por poseer un rasgo de este tipo en general experimentan una mejoría importante luego de la cirugía plástica.
Todas estas cirugías que reparan un daño objetivo, una malformación o el efecto de una enfermedad, corresponden a actos médicos. En cambio, hay quienes afirman que las operaciones que responden a un defecto subjetivo o a un anhelo de belleza del paciente, a veces no son actos médicos, sino sólo actos que requieren ser ejecutados por un médico. Porque no se está sanando nada ni tampoco aportando a la salud. El psiquiatra español Bernardo Hontanilla, docente de la Universidad de Navarra, es de esta postura y se ha dedicado a realizar seminarios que promueven la reflexión acerca de los fines y consecuencias de la cirugía plástica. Plantea que en este terreno de la cirugía estética, no reparativa, la bondad del acto se ve caso a caso.
“Como se trata de una demanda voluntaria por parte del paciente para el mejoramiento de un aspecto físico, conviene determinar si tal demanda causa o no un trastorno psicológico o incluso, si el paciente tiene un trastorno psiquiátrico de base. Para ello es importante la realización de un screening psicológico por parte del cirujano estético”, afirma en su artículo Belleza y cirugía plástica: consideraciones psicológicas y morales.
De haber un trastorno psicológico, la persona no debe ser operada sino derivada a un especialista que pueda ayudarlo. Si no lo hay, Hontanilla señala que es necesario analizar la motivación de la persona antes de continuar el proceso. En algunos casos la motivación es externa, como presión social, laboral o familiar; en cambio, en otros existe un legítimo deseo de sentirse más bello en algún aspecto y las expectativas de la persona son proporcionadas. No piensa que la fidelidad de su marido o su puesto de trabajo dependen de esa cirugía, sino que quieren darse un gusto y tienen conciencia del riesgo que implica una intervención quirúrgica.
La propuesta de fondo de médicos como Hontanilla e Iris Luna (ver recuadro) es tomarse en serio la cirugía plástica estética, no sólo la reparativa. Que el cirujano plástico no se convierta en un vendedor de belleza, sino que cumpla con su rol de orientar al paciente y que sea sincero en los resultados que ofrece. De esa manera se evitaría que las personas se sometan una y otra vez a operaciones, llenos de expectativas que, al no ser cumplidas, pueden dar paso a más insatisfacciones y demandas judiciales.
La psiquiatra colombiana Iris Luna se dedica a investigar la relación entre cirugía estética y trastornos mentales. Para evitar fomentar expectativas falsas en los pacientes ella ha diseñado esta lista de condiciones, donde deben cumplirse todos los puntos al mismo tiempo.
- Acudir al cirujano por motivación propia y sin presiones externas.
- Contar con apoyo familiar, recursos económicos suficientes y permisos para ausentarse del trabajo y cuidarse en el postoperatorio.
- Saber que la cirugía no resolverá problemas de tipo emocional, laboral o familiar.
- No presentar un episodio depresivo, de ansiedad, un trastorno dismórfico corporal, tabaquismo o una disfunción de pareja.
- Gozar de estabilidad emocional, sentido común y responsabilidad.
- Tener expectativas realistas, dentro de las posibilidades del cirujano.
- Riesgos quirúrgicos y anestésicos bajos.
- Se ha tenido en cuenta a la familia para planear y discutir inquietudes relacionadas con la cirugía, así como organizar y apoyar el proceso de la recuperación.
- Se ha escogido a un buen cirujano, con credenciales, certificados y amplia experiencia en este campo.